Por Federico Chechele | En una entrevista realizada semanas después de las PASO, ante la consulta sobre qué pasaría en los próximos dos años de repetirse los resultados de septiembre, Patricia Bullrich contó a la revista Seúl -afín al macrismo- que “la noche de la PASO hicimos un pacto en el PRO. Estábamos en el búnker y Mauricio nos dijo ´pongan todos las manos acá´; pusimos todos las manos ahí y nos pusimos de acuerdo en que hasta el 14 de noviembre nadie habla de nada que no sea esta elección”.
Difícil creer que ese pacto se haya cumplido teniendo en cuenta que quienes pusieron las manos son los mismos que no respetan un mínimo acuerdo y además ya lo rompieron públicamente: María Eugenia Vidal presionando para cambiar al presidente de la Cámara de Diputados por uno de su espacio si llegara a obtener los mismos resultados y los periodistas dando detalles del plan de Horacio Rodríguez Larreta post elecciones: que diciembre se transforme en 2023.
Lo que sí vale la pena destacar de Juntos por el Cambio es el nuevo formato de campaña. En la previa de las elecciones de 2015 le mintieron a la sociedad prometiendo un millón de viviendas, terminar con la inflación, que no iban a tomar deuda con el FMI y demás falsedades que quedaron expuestas durante los cuatro años que gobernaron. Sin embargo, ahora se puso de moda “correrse” por derecha y lanzan el fin de la indemnización para contratar más trabajadores sin problemas de despidos, un régimen de estabilidad fiscal similar al de la industria minera que se estableció en los años noventa con el objetivo de recibir inversiones, un Impuesto a las Ganancias “masivo”; y la independencia del Banco Central para frenar la inflación o eliminarlo, como plantea el salieri de Domingo Cavallo, Javier Milei.
Ideas que enuncian candidatos como Martín Tetaz que dispara billetes con una pistola de juguete en una mesa de ricos como un quinceañero con una remera que dice “platita”, olvidándose que Mauricio Macri, su jefe político, realizó anuncios desesperados tres días después de perder las PASO de 2019: $2000 extra para los trabajadores, nafta congelada, dos pagos de AUH, aumento del salario mínimo, bono para la administración pública y moratoria para Pymes.
Se animan a estas barbaridades porque esquivan a los medios para que no les repregunten cuestiones tan simples como los 1800 funcionarios en cargos políticos designados por Mauricio Macri que exigieron indemnización para dejar sus cargos desde que asumió el Frente de Todos o que Argentina concentra el 61% de la deuda mundial con el FMI. Una derecha cavernícola, lo opuesto al bien común.
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Es verdad que el Gobierno no ayuda mucho. Tras el cimbronazo de la derrota de septiembre y a pesar de los cambios en el gabinete, nadie logra sacar el freno de mano. Anuncios tibios, declaraciones fuera de lugar y contramarchas siguen a la par de la campaña electoral.
En la política se sabe que el quórum lo garantizan los oficialismos, tengan la oposición que tengan, y el Gobierno no pudo aprobar la Ley de Etiquetado que, más allá de su importancia, si se lo traslada a un proyecto de ley con impacto económico y mediático, no llegaría ni siquiera a ser tratado en comisión. Es el ejemplo más evidente de falta de respuesta que mostró el Gobierno en las últimas semanas.
Mientras tanto, el presidente Alberto Fernández se reunió con un grupo de empresarios de las compañías más importantes del país y le pidieron que ponga fin a la doble indemnización, implementada desde diciembre de 2019, y la prohibición de despidos, que rige desde el 2020. Mientras, los anuncios para beneficiar a los sectores más vulnerables tienen 34 días de espera.
Titubeos e intrigas como la que se generó con las idas y vueltas del festejo del Día de la Lealtad que se concretará mañana. La Casa Rosada se había negado, se convocó igual bajo una consigna contra el FMI y el Presidente no tuvo otra opción que llamar al Gobierno para que se sume. Una plaza movilizada con una consigna en contra de la negociación que lleva adelante el ministro Martín Guzmán, no es el mejor escenario.
Algo similar sucedió con la designación de Gabriela Cerruti como “portavoz” de la presidencia. Una idea que fue desmentida en varias oportunidades por funcionarios cercanos al jefe de Estado que al final se concretó. Demasiadas marchas y contramarchas para un Gobierno al que no le sobra nada.
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Días atrás participamos de lo que fue el debate de los candidatos a diputados nacionales que encabezan los 4 espacios que más votos consiguieron en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Lo raro es que tal membrecía se le fue otorgada al Grupo Clarín. Otro desplante dentro del Gobierno a la hora de primerear oportunidades.
El resultado final es que, con matices, ganaron todos menos Milei, que subestimó esta posibilidad de expresar ideas y contrapuntos con rivales directos. Para ser honestos, el debate estuvo lejos de lo que cualquiera que se sentó frente al televisor esperaba ver: frases hechas que no conmueven a nadie, la rigidez para no equivocarse, propuestas generales con poco contenido y la provocación tumultuosa que te invita a cerrar los ojos.
María Eugenia Vidal fue la más coucheada, como siempre, y sin decir nada subestimó a su propio electorado que por lo visto le gusta que le hablen en esos términos. Cuando se la apretó con el pago al FMI no escatimó en barbaridades. Leandro Santoro dejó su verborragia en la puerta del canal y apenas se defendió. Tuvo el contragolpe final con el tema del FMI y recuperó aire. Los dos se eligieron como enemigos y salieron ilesos. No sumaron pero no restaron.
Myriam Bregman quizás haya sido la gran ganadora. Aprovechó un espacio que se le niega y fue la que más entendió el juego. Le apuntó a Milei para disputar el tercer puesto o sumar más votos si es que los debates inciden a la hora de llegar a las urnas. A Milei le quedó enorme, permaneció atrapado ante el ataque de Bregman y su escasez de saberes quedó en evidencia. ¡Y good show!
Ilustración: Marcelo Spotti