Por Carlos Fanjul | EL PELO DEL HUEVO
El tipo nació en el lugar equivocado. Allá en Brig-Glis, cantón del Valais, Suiza, ni idea tienen de jugar al truco. No saben de una falta envido, de un retruco, un vale 4, o una contraflor al resto. Seguro jugarán a otra cosa con las barajas. No se.
Pero este ñato sabe todo. Como si hubiese nacido en Barracas, o en cualquier pueblito argentino con un boliche a pocas cuadras, este pelado no se deja llevar por delante y te corre por izquierda sin que se le mueva ni un músculo de la cara. Envido, falta envido; truco, quiero retruco, quiero vale cuatro, y, si hubiese, vale 5 o vale 6. Le da lo mismo, nunca sabes si te dice la posta, o te esta macaneando.
Lo contamos en agosto en esta misma columna que la dupla Alejandro Domínguez y Aleksander Ceferin, Conmebol y UEFA, le vienen arrinconando el poder supremo de la FIFA y lo tienen apuntado a él, que en paralelo, con la estrategia de Julio Grondona de rodearse de decenas de votos ‘chiquitos’ pero que también valen uno, domina a los popes grandotes, que también valen uno a la hora de levantar la mano.
Claro, ahora los tres están juntos en algunas cosas con esto del poder millonario de dólares, euros y petrodólares que tienen algunos clubes del mundo que pujan por desligarse del poder centralizado de este tipo de entidades que nuclean al todo. Es decir que en el mundo del fútbol-negocio, luchan el establishment económico en contra de la burocracia política que antaño se supo construir.
Hace unas semanas, Gianni Infantino, el jugador de truco, ganó una batalla fuerte contra esos clubes que se negaban a ceder a sus estrellas a las selecciones sudamericanas que jugaban las eliminatorias para el Mundial del año venidero, el esquema propio de la FIFA. Pero como el tipo es vivo y ve venir inminentes derrotas en esa cuestión, decidió ir por más para desviar el asunto y pasar otra vez a comandar el juego. Lanzó la todavía poco comprensible idea de un Mundial cada dos años y llevó el debate para otro lado.
Pero, sorpresas te da la vida, desde los dos continentes de mayor peso Domínguez y Ceferín firmaron sendos comunicados de rechazo a esta idea mundialista bienal con argumentos coincidentes que destacaban el cansancio de los jugadores y la pérdida de la expectativa que genera cada Mundial, hecho deportivo paralizante del globo como ningún otro.
Para colmo, no quedó sello sin darle cachetazos a la idea. Desde el Comité Olímpico Internacional que teme una mayor pérdida de centralidad y problemas con sus calendarios, al sindicato de jugadores profesionales que coincide con el argumento del excesivo cansancio físico ante tanta competencia, nadie se quedó callado, y todos rechazaron la iniciativa. Faltó la CGT, IOMA o el PAMI, pero parece que tienen asuntos más relevantes por atender.
Muchos elefantes. Como decíamos, el tipo no se rinde y siguiendo la línea de aquel desafío argento que se preguntaba ‘cual era la mejor manera de esconder un elefante en Corrientes y Esmeralda’, el Pelado decidió llenar la esquina de elefantes y no darle respiro a los opositores.
¿Esto del Mundial cada dos años es proponer en grande para al menos conseguir por abajo lo que se quiere? (es decir que no le entorpezcan el camino de Eliminatorias y Mundial, con las negativas a ceder jugadores) ¿Será eso?
Puede ser. Aunque también puede ser mirado como un cambio de enfoque total para dejar a todos con algo ganado. Veamos.
Como todo lo que ocurre alrededor de Infantino la idea parece haber surgido de la mente febril del francés Arsène Wenger, ese tipo que vive pensando en cómo mejorar las reglas, buscarle más atracción a los torneos y, por supuesto, que el negocio cada vez sea más negocio. ‘La Mente’, podríamos llamarlo.
Hace algunas horas el ex entrenador del Arsenal inglés charlo con el diario Le Parisien y allí contó algo del espíritu de lo que se viene pensando. Propuso que torneos top como el Mundial y la Euro se jueguen cada dos y no cada cuatro años, y, en lo opuesto a lo que se razona espontáneamente, aseguró que “ayudará a eliminar partidos que no son necesarios del calendario”.
Y ahí está la clave de la cuestión. Añadió Wenger: «Tenemos que reorganizar todo. Esto es, reagrupar las fechas internacionales, haciendo solo cosas importantes y desechando el resto. Tal vez la gran solución sea organizar la Copa del Mundo y la Eurocopa cada dos años y detener todo lo demás (competiciones menores, partidos amistosos de las llamadas Fechas FIFA, etc.). Según estamos convencidos, al contrario de lo que dicen algunos, ello no solo ordenará el tema de la cesión de jugadores, sino que permitirá descansar más a los deportistas, y en nada perjudicará el prestigio de estas competiciones».
La idea entonces sería choques de selecciones un mes por año –tanto para la disputa de Eliminatorias en grupos de cuatro o cinco equipos un año, como para que se juegue el Mundial el siguiente- y el resto del tiempo con las estrellas en sus equipos dueños.
La propuesta parece innovadora, pero para que sea realidad aún se necesita que los europeos vean la ventaja de ceder sus astros de manera más acotada en el tiempo, y los sudamericanos compremos la supuesta ventaja de que no nos hagan padecer cada vez que se convoca un jugador. Claro, en el paquete también ¡debemos aceptar que nos cambien la forma de disputa de las Eliminatorias y que nos olvidemos de partidos preparatorios para consolidar el funcionamiento del equipo albiceleste!
Voto a voto. Sigamos con Infantino. Todo está mal a su alrededor, pero el tipo cuenta los porotos propios. Tiene el respaldo de africanos, asiáticos y oceánicos –cantidad de votos-, pero no el poder necesario para imponer su jugada en los continentes más grosos. En Europa varios países hasta amenazan con abandonar la FIFA y organizar un certamen solo con selecciones de nuestro continente.
Por eso se decide a actuar rápido y se manda para Sudamérica, pasa como poste parado por el costado de Domínguez y encara la conversa cara a cara, peleando cada voto con el cuerpo.
Anoche se fue de Argentina, tras reunirse tres veces en 24 horas con Chiqui Tapia y varias glorias del pasado futbolero, y, algunos aseguran, garantizar la disputa aquí y en Uruguay del Mundial del 2030.
Antes había realizado un raid por otros países. Puenteando a Domínguez, de arranque aterrizó en Colombia, charló directamente con el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol (FCF), Ramón Jesurun y hasta consiguió hacerlo con el presidente de la república, Iván Duque.
El jueves arribó a Caracas, donde se reunión con la gente del fútbol y con el propio Nicolás Maduro, en una foto que le sirvió a los dos.
El viernes apareció en Quito y repitió el mismo esquema con el primer mandatario Guillermo Lasso y los máximos dirigentes de la Federación Ecuatoriana liderada por Francisco Egas.
En Chile también fue recibido por Sebastián Piñera y el titular de la ANFP, Pablo Millad.
Torbellino de rosca podría llamarse a esta gira vertiginosa del Pelado de la FIFA, que solo falló en Argentina en concretar la reunión con Alberto Fernández, tapado por otros bolonquis.
A todos les habló de más dinero para repartir y de la posibilidad de más plazas mundialistas como producto de la mayor frecuencia. En cada lado prometió algo: Unos millones para la concreción de alguna obra local, una silla en alguna oficina de por allá, el voto favorable para tal o cual cosita o hasta interceder en alguna otra cuestión de Estado de alta dimensión a sabiendas de que la FIFA es como un supraestado de poder inconmensurable. Mimos para gente siempre dispuesta a escuchar cosas agradables.
¿Y Domínguez? Quedó allá en Paraguay, silencioso y expectante de las decisiones de cada país, las que, tal vez, podrían obligarlo a torcer el brazo en los próximos tiempos.
Nada se sabe aún de los resultados finales de la rosca en los cincos países, aunque ya trasciende que Tapia se habría convencido y bancaría…
Por ahora el Pelado echó el Retruco. Y espera respuesta, sin que se le mueva ni un músculo de la cara, aunque la mesa en la que juega parece prenderse fuego.