Redacción Canal Abierto | Fin de año, pandemia, inflación, problemas de todo tipo, tamaño y color. Un combo que muchas veces provoca momentos de furia o la necesidad de descargar en algo las tensiones que llevamos a cuestas.
Agarrar un palo y romper todo parecería una buena forma de hacerlo. Pero no siempre hay a mano cosas sin valor que se puedan romper, o después de hacerlo nos queda juntar los restos y limpiar. Por suerte, para quienes viven en Buenos Aires, existe un lugar diseñado para eso.
The Break Club creó un espacio especialmente para ser destruido y hay buena onda en todo momento. Cuando llegas entras a cambiarte. Mameluco, guantes, casco y elementos de protección forman parte del uniforme para romper todo, además de elementos del protocolo de seguridad Covid con el que ya estamos familiarizados después de dos años de pandemia.
Una vez vestido, toca elegir tus armas de preferencia y la banda sonora que marcará el ritmo de este momento tan particular. Con todo esto listo, sólo queda entrar al cuarto y arrancar la experiencia.
El tiempo está determinado por el combo que hayas seleccionado, ya que hay variedad de objetos electrónicos para romper, y botellas, ¡muchas botellas! También hay bolsas de boxeo para tirar unos golpes y calentar motores. Cuando ya no queda nada por destrozar, hay una sala preparada para bajar la intensidad. Sillones amplios y cómodos, luces bajas y bebidas refrescantes están a disposición.
“Nunca tuvo tanta publicidad como ahora con Instagram. Todo fue muy gradual pero creció por la necesidad de romper. Con la pandemia se frenó, pero volvimos con todo. En septiembre explotó y si llamabas teníamos turnos para noviembre recién. Creo que fue el combo de empezar a salir de las casas, la poca paciencia con los convivientes, los problemas de pareja”, cuentan los empleados.
También comentan: “La diferencia entre cómo entran y cómo salen después de romper todo es impresionante. Casi todos salen re sedados, como si se hubiera tirado de un bungee jumping. Por lo general es un ambiente de risas y fiestas porque es un día que vienen a destensar. En los cuadernos que tenemos en el living también la gente anota o dibuja las sensaciones que tuvieron y como vivieron la experiencia”.
Y esta es su invitación: “Intenten, prueben porque no es algo que abunde por acá. Es otra terapia donde no le contás tus problemas a nadie sino que se lo trasmitís a la impresora o al televisor que tenés en frente. Mucha gente que lo probó dijo que va a tener que venir cada dos semanas y hubo varios que volvieron cada mes con un grupo distinto”.
¿Por qué da placer ver cosas romperse?
A raíz del aumento en el consumo de videos de cosas que se rompen, el neurocientífico Cristian Iván Giraldo León, intentó dar una aproximación a este fenómeno viral. Según el experto, se debe partir de la idea que aunque el placer se produce a nivel cerebral, es moldeado por el contexto social y cultural. “Aprendemos que el seguimiento de las normas y el buen comportamiento permite nuestra adaptación y aceptación; sin embargo, aquello que está en contra del orden, el buen gusto y el conducto regular de las cosas pueden implicar diversión y satisfacción”, dice.
Esta idea que se refuerza a través del cine, la televisión y los contenidos digitales que muestran secuencias en las que “la diversión empieza junto al caos o la destrucción”. Partiendo de esa idea, se puede decir que los videos que muestran situaciones tan particulares como la destrucción de celulares de alta gama, consolas de video u objetos de uso común que nunca pensaríamos en dañar, se tornan interesantes para el público al ir en contra vía de lo cotidiano.
La posibilidad de hacerlo, aumenta su atractivo, porque la liberación de estrés y tensión es mayor.