Redacción Canal Abierto | “Los productos químicos sintéticos utilizados en la producción agrícola no quedan sólo en el campo: están presentes en el suelo, en el aire que respiramos, en el agua que consumimos la población rural y la urbana, y en los cursos de agua muestreados en el territorio municipal”, concluye el muestreo que viene a confirmar la presencia de al menos 25 plaguicidas en suelo, sedimento, materia vegetal y agua de zonas rurales y urbanas de Lobos.
Según detalla el texto, también se encontraron niveles alarmantes en escuelas, plazas y hasta en la laguna. Entre los datos más preocupantes se encuentra la detección de agrotóxicos como los herbicidas 2,4-D en niveles “por encima de lo aceptado por la Unión Europea”, AMPA (un producto de degradación del Glifosato), Atrazina (herbicida) y arsénico, entre otros.
👇 Hace un año te contamos que el INTA encontró niveles alarmantes de agrotóxicos en escuelas, plazas y la Laguna de Lobos ☠️
Ahora nuevos estudios confirman la presencia de estos químicos nocivos para la salud 🧪
El municipio sigue sin tomar medidas 😡https://t.co/qntU2snxZj
— Canal Abierto (@canalabiertoar) June 29, 2022
Para esta segunda etapa, las organizaciones no pudieron repetir el muestreo de una de las bombas de agua de red doméstica, debido a que el municipio se negó a autorizarlo. A cambio, resolvieron tomar registros de tres domicilios particulares.
Al igual que dos años atrás, fueron los colectivos ambientales que vienen organizando el financiamiento de los estudios a través de eventos comunitarios (incluso un bingo virtual) quienes dieron a conocer los resultados del monitoreo realizado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) Balcarce.
Hace tiempo que los vecinos de Lobos denuncian el nulo control sobre las fumigaciones en los campos, incluso cerca de la zona urbana. Y fue a partir de esta situación y alertados por afectaciones en la salud que se organizaron para juntar los fondos suficientes para el estudio que el municipio venía dilatando.
Tras los resultados del primer informe, el año pasado, vecinas y vecinos presentaron un amparo y la Justicia les dio la razón, ordenando al Municipio la entrega de bidones de agua potable a las familias, escuelas y clubes del distrito. Sin embargo, el Ejecutivo local apeló e incumplió la medida.
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La presentación judicial reclamaba también que se respetara una distancia de 1095 metros desde zonas habitadas hasta la fumigación con agroquímicos, medida que tampoco fue implementada. La cifra se apoyaba en un estudio científico realizado en la ciudad de Pergamino, y que con resultados similares resultó clave para la medida cautelar que establece dicho metraje para aplicaciones terrestres.
Si bien las conclusiones del estudio del INTA hacen referencia a “evidencias que certifican que alejar las pulverizaciones y reducir las cantidades aplicadas disminuyen los residuos en el ambiente”, son numerosos los colectivos ambientales que apuntan directamente al modelo de agronegocio y su paquete tecnológico (esencialmente, semillas transgénicas y agrotóxicos).
“No hay estudios sobre el impacto en la salud de cócteles químicos como el que encontramos, pero si se sabe que desde la instalación del modelo químico-transgénico hay un incremento en las enfermedades crónicas -problemas de tiroides, cánceres, abortos espontáneos o malformaciones, etc.- en poblados rurales”, explicó Nicolás Olalla, biólogo y vecino de Lobos.
En este sentido, el reciente informe argumenta: “aún cuando las concentraciones de químicos tóxicos sean muy bajas, la combinación entre ellos y la exposición diaria y constante en el tiempo a los mismos tiene consecuencias para la salud, como lo demuestra la información científica disponible y actualizada que compartimos en el link. Y aún si no se contara con información para asegurar la inocuidad de todas las mezclas y cantidades posibles de estos tóxicos, debería operar el principio precautorio para resguardar la salud socio-ambiental. Ya que lo que sí se sabe, dicho en el membrete por el mismo fabricante de estos productos agroindustriales, es que son tóxicos”.
La cuestión de fondo
El modelo agroindustrial que predomina en nuestro país es hijo de la “revolución verde”, un paradigma instalado en la década del sesenta a fuerza de semillas híbridas y transgénicas, fertilizantes sintéticos, productos químicos como herbicidas y hormonas de crecimiento.
Sin embargo, hay otro antecedente más cercano y relevante para entender qué está sucediendo en nuestro campo: la autorización del gobierno de Carlos Menem -con la firma de su secretario de Agricultura, Felipe Solá- en 1996 para introducir en la Argentina la soja transgénica de Monsanto resistente al herbicida glifosato.
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“Desde entonces hay una política de Estado para fomentar una forma de producir que genera problemas territoriales y de éxodo rural, mayor desigualdad social, contaminación en suelos, aire y aguas, y enfermedades asociadas al paquete tecnológico que utiliza el modelo”, afirma la investigadora y especialista en historia de las políticas públicas en ciencia, Cecilia Gárgano.
Lobos, historia de un pueblo fumigado
En este informe especial de Canal Abierto, organizaciones ambientales, científicos y productores rurales ponen en debate el actual modelo agrícola, su impacto ambiental y sanitario, y el rol del Estado. Además, el testimonio de un ex aplicador de agrotóxicos arrepentido.