Por Melissa Zenobi | El documental “Marquetalia” configura un relato íntimo y cercano a través del cual, Elida Baldomir, ex líder tupamara, recuerda los tiempos en que comandó una columna militar integrada por hombres, sus acciones de guerra y la familiaridad con las armas, los quince años de cautiverio y las secuelas de la tortura que hoy aparecen como marcas imborrables y repercuten en su vida cotidiana.
Tras su estreno mundial en el festival Internacional Cine Latino, en Toulouse, Francia, el largometraje documental llega ahora a las salas del Espacio INCAA y a la plataforma CineAr.
En diálogo con Canal Abierto, su directora Laura Linares reflexiona sobre la necesidad que tienen los ex presos del terrorismo de Estado en Uruguay de enjuiciar a los responsables de las torturas: “Tengo la sensación que la mayoría del pueblo uruguayo apuesta más a la reconciliación que a la condena, pero de todos modos es un tema que no está saldado”.
¿Cómo llegaste a Elida Baldomir y a contar su historia?
-Llegué a Elida como parte de una investigación de años de estar viajando a Montevideo y entrevistarme con muchos y muchas de ellas. Lo que pasa es que cuando la conocí tuvimos una conexión especial, como un amor a primera vista que fue mutuo, y definitivamente se comió el proyecto, y pasó a ser mi única y exclusiva protagonista.
¿Cómo fue el trabajo de construir esa intimidad que transmite el documental?
-No puedo adjudicarme mucho mérito respecto de eso, porque tiene que ver con una conexión instantánea de esas que suceden a veces y a partir de ese primer encuentro, la construcción de esa intimidad fue sencilla, y fue fluyendo, al igual que nuestra convivencia.
“La cárcel la llevo adentro”, dice Elida en el documental ¿Qué valores agregados tiene el impacto y la huella de la tortura en los cuerpos de las mujeres?
-Creo que esa afirmación remite a muchas cosas, más allá de la tortura y las cosas malas sucedidas. Es una frase muy interesante, que creo que tiene que ver con lo bueno y lo malo de la cárcel. Con lo bueno me refiero a un sentido de comunidad y pertenencia que vivieron. Y después respecto del impacto en los cuerpos de las mujeres, creo que en este caso no hubo distinción en relación a lo que sufrieron los hombres, que también implicaron violaciones en muchos casos, sino en cuanto a qué hace la sociedad después con esa marca que cargan las mujeres. La sociedad no trata igual a las torturas padecidas por hombres que por mujeres. Y creo que el tema sigue siendo la estigmatización que en este caso no diferencia tampoco a una mujer torturada por una dictadura, o una mujer violada en la calle en la actualidad. El tema es la mirada estigmatizante que posa la sociedad sobre esa mujer.
Después de tantos gobiernos progresistas, ¿por qué crees que es posible la impunidad a los delitos de la dictadura en Uruguay?
-A diferencia de Argentina, que hubo genocidio y desaparición de personas, en Uruguay lo que tuvieron fue encarcelamientos masivos, y la pregunta sobre la impunidad me la hago todo el tiempo, y sigo sin encontrar respuestas. Sé que el Frente Amplio tiene un sector que es muy crítico con esta política del “perdón” que llevaron adelante Pepe Mugica y varios de los gobiernos del Frente Amplio. Tengo la sensación que la mayoría del pueblo uruguayo apuesta más a la reconciliación que a la condena. Es raro pensar que un gobierno progresista pueda pensar así porque en nuestro país es solamente la derecha la que habla de reconciliación. Pero de todos modos es un tema que no está saldado, y si bien escapa a mi conocimiento, creo que es interesante pensar cómo funciona la sociedad uruguaya que ha hecho posible la impunidad.
¿En qué medida esa impunidad también repercute en la situación que viven los ex presos políticos?
-En este camino, que se parece más a una propuesta de reconciliación de los distintos gobiernos, lo que se ha hecho es aprobar la Ley de Reparación, que es un reconocimiento oficial por parte del Estado a las víctimas del terrorismo de estado.
Les otorgan una especie de diploma oficial, y también se traduce en una pensión de por vida que cobran los ex presos políticos y víctimas del genocidio. Entrevistando a Maricel Robaina, que es una psicóloga que trabaja con las personas que tratan sus secuelas de la dictadura, de la cárcel o de la tortura, me explicaba que con la Ley de reparación -que ni siquiera implicaba un juicio a los culpables-, muchas víctimas mujeres pudieron poner en palabras en la misma terapia cosas que hasta ese momento no podían. O sea que si pensamos qué pasaría con todos ellos y ellas si se enjuiciara a los responsables, supongo que habría un gran cambio.
Desde el 18 de agosto puede verse en el Cine Gaumont, en CineAr TV (Jueves 18 y Sábado 20 a las 20hs), en la plataforma CineAr Play (una semana gratis a partir del viernes 19 de agosto), y en Espacios INCAA de Unquillo y Rawson.