Por Melissa Zenobi | Luego de enterarse del extraño caso del suicidio de perros en un parque lindero al río, Ariel vuelve a Rosario, su ciudad natal, donde se reencontrará con una historia que dejó trunca al irse a vivir a España. Las y los espectadores de esta película acompañarán esos días intensos, llenos de contradicciones, malentendidos y tensiones que atravesarán los protagonistas de esta historia en este regreso al pasado.
Se trata de un drama escrito y dirigido por el director rosarino Hugo Grosso, con la actuación de Luis Machín en el papel de Ariel, un hombre que emprende una búsqueda detectivesca que lo empuja a saldar cuentas con su pasado. El elenco lo completan Carlos Portaluppi y Marta Lubos; un elenco internacional compuesto por Roberto Suárez (Uruguay) y Estrella Zapatero (España), y los rosarinos Lorenzo Machín y Gilda Scarpetta.
En diálogo con Canal Abierto, el director Hugo Grosso reflexionó sobre su interés por hablar de los vínculos humanos a una edad en que el pasado vuelve en distintas formas, y del arte rosarino: “Tenemos una necesidad de mantener un rasgo distintivo que hace que todo eso que está dando vueltas y forma parte del movimiento teatral, cinematográfico, artístico, musical, y demás. Entonces la ‘Rosarinidad’ es esa marca propia”, dijo.
¿Cómo nace esta historia?
-Yo provengo de una formación vinculada al cine documental y los procedimientos de acercamiento a un tema se dan a través de una investigación con ciertas características de la investigación en ciencias sociales: entrevistas en profundidad a gente que ha vivido experiencias de la realidad, y a partir de lo que cuenta se transforma en un guion de ficción. Yo supe que existía el fenómeno de los perros en el parque y a partir de analizarlo, de leer bibliografía al respecto, del comportamiento humano, y de hacer muchas entrevistas vinculadas al fenómeno, fui conformando un guion de ficción.
¿Por qué hablar del suicidio de los perros? ¿Es una excusa ficcional o hay algo más?
-Hablar del suicidio de los perros es tentador porque se produce desde un fenómeno extraño que no podemos esclarecer y la película no pretende echar luz sobre eso. Pero sí nos permite ser un soporte narrativo, una trama que tiene que ver con la investigación y hasta puede considerarse una especie de subgénero, porque hay un intento de saber cuál es el motivo. Paralelamente es un juego comparativo entre el comportamiento humano y el animal. Lo interesante está en el juego entre lo instintivo -más propio del animal-, y lo racional -que es más propio del humano-, pero jugando con esos límites: hasta qué punto los humanos reaccionamos a nivel del instinto y tenemos el paraguas de la razón que nos protege de saltar al vacío.
¿Qué significa para vos “la vuelta al pago”?
-Yo vivo a una distancia de la ciudad donde nací, y ahí hay algo vinculado al sentido de pertenencia que siempre está en crisis. Y no solamente me ocurre a mí, sino también le ocurre al actor protagonista de la película -Luís Machin- que viene del mismo origen y hace tiempo que vive en Buenos Aires. De algún modo ese autoexilio que sufre el personaje, nosotros también lo vivimos, y nos genera la posibilidad de ver ciertas cosas que quedaron en ese pasado desde una mirada un tanto más reflexiva, irónica, despojada, pero siempre con una connotación importante. Hay una cuestión sensible que siempre te mantiene atado a esa ciudad que nos convoca.
¿Qué es “la rosarinidad” en el arte?
-Esto es bastante complejo porque existen los extremos, y uno se siente tentado a hablar de Messi, Fontanarrosa, la torva rosarina, Fito Páez, Olmedo, que son un poco los representantes de una ciudad, y han emergido como representantes de la comunidad. No obstante, hay un juego que siempre usamos y decimos, que es un barrio de Buenos Aires al que uno se puede dar el lujo de viajar en avión, con lo cual decimos que está lo suficientemente cerca -a un rato en avión de Buenos Aires- y a su vez lo suficientemente lejos para que podamos mantener los rasgos identitarios sin ser influenciados por el modo de vida y la cultura porteña. Ahí surge la necesidad de mantener un rasgo distintivo que hace que todo eso que está dando vueltas y forma parte del movimiento teatral, cinematográfico, artístico, musical, y demás. Entonces la “Rosarinidad” es esa marca propia.
Decís que te interesa hablar de los vínculos a determinada edad ¿Por qué? ¿Qué hay tuyo en esa búsqueda?
-Oscar Wilde dice que toda obra es autobiográfica, que uno debe reconocer que ha puesto de sí en lo que ha hecho. Creo que las películas hablan más de nosotros que lo que creemos. Por supuesto que uno está expuesto, pero mi intención es reflexionar sobre ese momento de la vida en que uno hace una mirada retrospectiva de lo que ha vivido, y recorre esos hitos de su vida intentando cicatrizar heridas, corregir cosas, o taparlas, con el riesgo de envejecer con esas heridas abiertas. Un poco la intención era también tener al espectador preguntándose qué haría en esa misma situación.