Redacción Canal Abierto | “Cuando vienen los medios nos boludean o tratan como si fuéramos nenes de cinco años con preguntas tipo: `¿Vos sabés por qué estás protestando, nena?´ Y a vos qué te parece, venimos pidiendo lo mismo hace cinco años”, asegura Martina, a lo que Julián agrega entre risas: “Ese es Feinmann (Eduardo, periodista de LN+)”.
No son sus nombres reales –elegimos utilizar seudónimos para proteger sus identidades y evitar así posibles represalias–, pero sí los diálogos que mantuvieron con este medio un grupo de estudiantes de 16 años de la porteña Escuela Secundaria de Educación Artística (ESEA) Manuel Belgrano, ubicada en Wenceslao Villafañe 1342, barrio de La Boca.
La primera característica a resaltar es que los pibes y pibas suelen hablar desde un “nosotros”. Incluso en las referencias a las protestas de 2017, cuando se sucedieron tomas simultáneas en más de 20 escuelas porteñas por consignas similares a las actuales: el desfinanciamiento del sector, la falta de inversión en infraestructura y mantenimiento, la calidad y cantidad de las viandas, entre otras. A estos reclamos históricos ahora se sumó la decisión inconsulta de hacer trabajar a los docentes el sábado y las prácticas laborales obligatorias.
“No se toma una escuela porque la pasamos bien o porque nos parezca divertido, estamos hablando de pasar la noche en edificios viejos en los que hace frío y hay ratas”, explica Martina. De hecho, en este caso en particular la asamblea estudiantil resolvió otras modalidades de protesta sin toma, justamente por las inseguras condiciones edilicias de la institución.
No ignoran las posibles consecuencias de enfrentar una gestión porteña que hoy se siente muy cómoda en el rol de gendarme del orden público. Sin ir más lejos, en las últimas horas la ministra de Educación, Soledad Acuña, anunció que reclamará a las familias de los alumnos involucrados el pago de 1,5 millón de pesos por cada día de toma.
Mientras, pasan los días y el Gobierno de la Ciudad no ahorra en intimidaciones -como la entrega de notificaciones judiciales a los domicilios particulares en patrulleros de la Policía de la Ciudad- y operaciones de prensa para deslegitimar las protestas y distraer los verdaderos debates de fondo.
Continúa la toma del #MarianoAcosta ante los graves problemas edilicios del colegio, reformas inconsultas de la Ciudad y falta de viandas escolares: «Con hambre no se puede estudiar».
«Si piensan que nos van a pasar por arriba cortando la luz, están equivocados», apuntan. pic.twitter.com/Im0xXIQTFx
— Canal Abierto (@canalabiertoar) September 26, 2022
El edificio
El ESEA Manuel Belgrano funciona en un edificio de dos plantes con un entrepiso donde estudian más de 300 alumnos cada día, con un ascensor –cuenta Martina– que “funciona un día sí y otro no; y que por cuestiones de seguridad, a nosotres no nos dejan utilizar”. Basta recorrer su última planta para observar cómo se hunde el piso, se descascaran las paredes y, según narran, caen pedazos de yeso del techo.
“Como faltan aulas, hay días que somos estudiantes nómades: nos cambian de aula o tenemos que esperar en el pasillo hasta que se libere una”, explica Julián. “Cuando arrancó este año teníamos clase con un solo tubo de luz que parpadeaba para iluminar un aula grande y un ventilador que pareciera estar a punto de caer en cualquier momento”.
Sin embargo, todos coinciden en que es el invierno cuando más se evidencia la precariedad edilicia. “No tenemos estufas o no funcionan y varias ventanas están rotas, nos cagamos de frío”, asegura Martina, y recuerda que dos meses atrás acostumbraba llevar un acolchado a clase. “Es más, un compañero se agarró neumonía y estuvo internado días, todo por el frío que pasaba en la escuela”.
“Y ni hablar de la provisión de materiales, justo en una escuela de arte; la Ciudad no pone casi nada y muchas veces es carísimo”, lanza Julián y cuenta que le gustaría formarse en dibujo y edición digital, materia que no se está dictando porque la gestión de Larreta no cubre el cargo docente correspondiente. “En casa me la tengo que pasar en la computadora intentando aprender lo que no me enseñan en el aula, y no soy el único; el tema es que yo puedo hacerlo porque tengo una buena máquina e internet, pero no todos tienen esa suerte”.
Precarizando el futuro
Bajo el eufemismo de Actividades de Aproximación al mundo del trabajo (ACAP), el Ministerio de Educación de la Ciudad obliga a los alumnos a cumplir horas laborales en Rappi, hoteles privados, Accenture, locutorios, distribuidoras de alimentos, Policía de la Ciudad, Higiene Urbana, entre otros espacios.
Según promociona el sitio web oficial del gobierno porteño, las ACAP les permitirán a los estudiantes «desarrollar nuevas capacidades, tomar decisiones con autonomía, y estimular su creatividad, su pensamiento crítico y su potencial de trabajar en equipo».
“Es un trabajo no pago que en la mayoría de los casos no sirve como experiencia laboral”, apunta Julián.
Gracias a las ACAP, los estudiantes de bachillerato internacional del Lengüitas también pudieron «estimular la creatividad y el pensamiento crítico» armando sándwiches en Cacyr (la misma empresa contratada por CABA que, casualmente, provee las cuestionadas viandas a los colegios).
Escuelas tomadas: sin ventiladores y estufas que no funcionan, viandas en mal estado, "prácticas laborales" que no forman, infraestructura precaria y docentes mal pagos.
Padres, madres y trabajadores de la Educación bancando la protesta de lsx pibxs 👇 #EscuelaPública pic.twitter.com/snjUggszN8
— Canal Abierto (@canalabiertoar) September 28, 2022
Viandas que quitan el apetito
“De pedo algún día puedo llevar 300 pesos para el almuerzo, sino toca las viandas que son horribles”, resume Martina. “Capaz es un sanguchito de pollo con sabor raro: recuerdo que una vez con una amiga nos intoxicamos y estuvimos vomitando toda la noche, pero pensábamos que quizás nos habían caído mal sólo a nosotras. En la asamblea nos dimos cuenta que no: todos los que habían comido estaban igual. Y lo peor es que las seguían repartiendo, pero nadie las comía”.
“Lo mismo con los sanguches de un jamón, pálido y sin sabor, y queso que parece plástico, goma eva”, detalla la joven de 16 años.
Según Julián, algo similar sucede con la colación enviada por el Ministerio de Educación: “las frutas son una lotería, te tocan demasiado verdes o super pasadas”.
En otras escuelas el reclamo es que la cantidad de viandas enviadas por la Ciudad ni siquiera alcanza para la mitad de los alumnos por turno.
Foto: Eliana Obregón (Telam)