Redacción Canal Abierto | El gobierno de Cambiemos (2015-2019) encabezado por Mauricio Macri y las posibilidades a futuro de esa fuerza política son abordados por los sociólogos políticos Mariana Gené y Gabriel Vommaro en El sueño intacto de la centroderecha y sus dilemas después de haber gobernado y fracasado (Siglo XXI).
El trabajo se estructura en dos grandes partes, una en la que se aborda la construcción de la coalición que permitió que el PRO pasara de ser una fuerza con poco alcance fuera de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a una alternativa de nivel nacional y otra en cómo fue su interacción con lo que los autores denominan coaliciones de apoyo y de bloqueo.
El recorrido se hace en base a una frondosa bibliografía que incluye trabajos previos de los propios Gené y Vommaro, así como entrevistas a funcionarios del gobierno estudiado hechas puntualmente para este trabajo. Algunas de ellas, realizadas cuando Cambiemos aún definía los rumbos del país.
Ustedes empezaron el trabajo con Cambiemos aún en el Gobierno. Entonces no se adivinaba que hoy podían tener capacidad competitiva electoral. ¿Qué estaban viendo en ese momento?
Gabriel Vommaro: Estábamos viendo una experiencia histórica inédita que era interesante evaluar y estudiar de cerca. Nuestro trabajo de investigación supone acercarnos a los actores, conversar con ellos. Ya nos parecía importante empezar con la experiencia muy fresca a comprender como evaluaban su paso por el gobierno. Una de las riquezas del libro es que hace cuatro años que empezamos esas entrevistas y fuimos siguiendo un arco en el que los hechos quedaban más atrás y se tomaba más distancia y también se modificaba la realidad.
No era lo mismo hablar con un dirigente de Juntos por el Cambio cuando recién terminaban el gobierno y que estaban los radicales muy enojados con Macri y con la idea de que hay que dar vuelta la relación de fuerzas internas, mientras que los del PRO estaban un poco defraudados, desilusionados o tristes. Cuatro años más tarde, sus miradas son diferentes y en el libro está captado ese arco histórico
Mariana Gené: Incluso realizamos entrevistas antes de que terminaran el gobierno. Hemos hecho entrevistas ahí, en la Casa Rosada, una semana antes de que salieran del poder, cuando habían perdido las elecciones pero todavía no se habían ido de poder. Desde el vamos la pregunta el libro era hacer el balance de estos años de gobierno y ver cómo había funcionado la coalición, cómo había funcionado el armado entre esos socios políticos y también la relación con otros actores sociales que nosotros decimos de veto o actores que podían acompañar a esa coalición, que podían formar parte de su coalición de apoyo también, cuáles fueron los aprendizajes en esa relación con esos actores que a veces hacían más difícil las hipótesis de máxima que tenía Cambiemos al llegar al poder. Y después, cómo fueron viendo todos estos años, cómo fueron rearmándose y consolidándose como coalición en las elecciones de medio término y ahora, de cara a las elecciones de 2023, cómo se imaginan ese nuevo tiempo con esos actores sociales que funcionaron en algunos casos de forma descoordinada a la hora de apoyarlos y otros, en cambio, que funcionaron realmente bloqueando algunas iniciativas.
¿Ese 40% que lograron en las generales de 2019 y mantuvieron en 2023 implica la adhesión a un nuevo espacio político o este espacio es el lugar que encontró el histórico voto antiperonista?
GV: Algo de la respuesta está implícita en la pregunta que nos hacés. Que un gobierno termine su mandato con resultados tan flacos en todas las areas, pero con un 40% de los votos y con un sector dispuesto a movilizarse, a defender sus logros, es llamativo. Si se compara con la movilización del 9 de diciembre de 2015 con el final del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, el ciclo kichnerista no termina con esos mismos resultados con los que termina el ciclo macrista. Uno puede pensar qué había en el final de ciclo kirchnerista en que la gente defendía la conquista de nuevos derechos. La conquista principal que defendieron los que se movilizaban a fines de 2019 era la de por fin tener una organización propia, unificada y competitiva.
Hay una segunda cuestión que es que si uno junta todo el voto peronista y todo el voto no peronista desde el 83 para acá se mantiene estable. Es cierto que hay que ver como se hace esa suma. Si uno piensa en el Frepaso en su momento ¿qué era? ¿Era peronista o no peronista? Pero creemos que el hecho de que exista una coalición no peronista unificada y además con una orientación de centroderecha es bastante novedoso por la magnitud de sus apoyos y por su competitividad electoral. Y eso sí que es algo nuevo en la historia argentina reciente.
¿Qué amenaza implica para Juntos por el Cambio la aparición de espacios políticos que disputan con discursos más a la derecha?
MG: Esa emergencia de la derecha más radical sin dudas tensiona a Juntos por el Cambio. Por un lado, hace que los que se llaman halcones o los más duros en sus electores, pero también en sus dirigentes como Mauricio Macri o Patricia Bullrich, puedan tener un discurso más ideológico, más fuerte, mucho más explícito en términos programáticos, pero también mucho más agresivo en términos de la estrategia política que piensan. Aunque también es un riesgo en tanto que sin duda les disputa una parte electorado y tensiona con una parte de esta coalición que es la parte más moderada a la que van a llamar “tibios” o “kirchneristas de buenos modales”.
En distintos países de América Latina la irrupción de derechas radicales hace que las derechas mainstream o más tradicionales dejen de ser una novedad o tan atractivas para una parte de los votantes que se vieron desilusionados con el mandato previo. Lo cierto es que Cambiemos ya pasó por el poder y ya tuvo una performance fallida con lo cual hay parte de esos electores que se fueron más hacia la derecha todavía.
Después, en términos de lo que significa para el campo político argentino, también vemos una novedad importante que alcanza la performance electoral que le dan ahora las encuestas. La visibilidad que tiene en este momento en la esfera pública es incontestable. Hay que ver cuál es su resultado electoral y cómo se mantiene o no eso en el tiempo.
GV: Pensemos comparativamente en cómo se configuraron los escenarios electorales. En 2015 la tercera fuerza entre el kirchnerismo y Cambiemos era Massa que era el que hablaba de la avenida del medio. Massa quería engordar el centro político. Eso no prosperó y probablemente enflaqueció con el tiempo. Cuando esa polarización entre las dos coaliciones se agudizó en el año 2019, hubo muy poco espacio para esa avenida del medio. Pero cuatro años más tarde esa tercera fuerza que tensiona y tracciona votos de las dos coaliciones está a la derecha de la derecha. Eso te habla de un escenario un poco diferente que sin duda impacta en cómo la propia coalición de Juntos por el Cambio se posiciona.
Sin embargo, en más de una entrevista Emilio Monzó ha planteado que el discurso de centro lo sostenía Cambiemos. A modo de ejemplo, recuerda que quien hablaba de barrer con los ñoquis de La Cámpora era Massa, no Macri, que sostenía que las cosas del kirchnerismo que estaban bien las iba a mantener, como la estatización de Aerolíneas Argentinas.
GV: Es cierto que Macri en la segunda mitad de 2015 hace un giro claramente conciliador y un discurso poco confrontativo que también se alineaba con todo el trabajo que hizo Macri y su partido en construir una fuerza con contenidos poco ideológicos y con pocos signos conservadores en su discurso y en su programa público. Pero lo cierto es que la virulencia del discurso de Massa tenía que ver en buena parte con una disputa a la interna del propio peronismo. Siempre fueron más virulentas las disputas adentro del peronismo que las disputas entre peronistas y no peronistas. Yo lo atribuiría más a esos estilos de confrontación internas que a otra cosa.
En el libro se reflejan las internas que hubo primero entre la UCR y el PRO para la conformación de Cambiemos y, una vez en el gobierno, las que se dieron al interior del PRO entre los grupos más vinculados a la negociación política y los recién llegados. ¿Cuánto de esto tenía que ver con concepciones previas de cada grupo y cuánto con cuestiones que se encontraron a la hora de gobernar?
MG: Lo que queda claro es que después de la convención de Gualeguaychú en que se terminó de sellar Cambiemos, al día siguiente Macri avisó que el que ganara las internas iba a ser el que condujera, que no iba a ser un gobierno de coalición, que no iba a estar consultando sino que iba a ser un gobierno que comandara el que ganara. El modo en que el radicalismo imaginaba esa coalición y el modo en que el PRO imaginaba esa coalición eran bastante distintos y finalmente el PRO fue el que se impuso con creces. Y se impuso después en muchos tableros: en la definición de la campaña electoral, de la estética y después sin duda en la definición de la agenda una vez en el gobierno.
No había una idea de una mesa de coordinación o de consulta con los socios políticos sino que había un gobierno que era claramente comandado por el PRO. Y podríamos incluso decir por el propio círculo íntimo de Mauricio Macri, en el cual quedaban fuera a por ejemplo los armadores políticos que habían llegado del peronismo.
Paradójicamente estos armadores políticos de origen peronista tenían un lugar muy importante en términos institucionales, como el ministro del Interior y el presidente de la Cámara de Diputados, pero tenían un lugar muy menor en la definición de la estrategia, en la discusión política. Por supuesto no era porque ellos así lo quisieran, porque querían tener un lugar más preponderante pero, tal como había sido moldeado el PRO a su imagen y semejanza, también la toma de decisiones en el gobierno giró en torno a la figura de Macri de modo muy centralizado.
Hubo distintos momentos en los que los radicales o la Coalición Cívica intentaron imponer o mostrar parte de sus condiciones con la Ley de Blanqueo de capitales y si podían entrar o no familiares, con los tarifazos o la reforma previsional. Pero aún con todos esos ruidos internos, lo cierto es que la conducción del gobierno estuvo muy centralizada en la figura de Macri y en su círculo íntimo. Quizá también por eso vemos ahora los movimientos que vemos en Juntos por el Cambio a cuatro años de haber dejado el poder.
GV: La lógica facciosa hasta 2015 implicaba básicamente que había grupos internos. Todos respondían a Macri, pero tenían que ver con los orígenes políticos o no políticos de sus miembros. Eso viró a una lógica de facciones detrás de líderes y referentes que se ordena por dos cuestiones: una es la competencia por la sucesión de Macri como líder del partido y lo que implica en términos de candidaturas y espacios de poder dentro del partido y otra es una competencia o diferenciación que tiene que ver con el diagnóstico sobre la política argentina, sobre el gobierno de Macri y sobre las estrategias a seguir a futuro y que tiene que ver con la idea de dónde se afinca cada uno de los grupos, si se afincaba en el centro político o si lo hacía más a la derecha.
Sobre el final del libro, citan a un entrevistado que dice “le ganamos al peronismo y nos encontramos con la Argentina”. Teniendo presentes que la foto del 2019 no es la misma que la de 2015, pero la de 2023 tampoco es la misma de 2019, ¿con qué Argentina ven que se encontrarían hoy y qué podrían aplicar de lo aprendido en lo que llaman el primer tiempo?
GV: Es una de las grandes preguntas que nos hacemos en el libro y no estamos seguros de tener todas las respuestas. En principio, se pueden decir dos cosas sobre eso. Una es que sigue siendo más difícil llevar a cabo un programa reformista promercado que lo que piensan algunos actores de Cambiemos, que creen que fueron demasiado lentos en su gobierno pero que ahora están dadas las condiciones para ir más rápido, para avanzar más abrupta y violentamente en una agenda reformista, conservadora y promercado. Es probable que se encuentren con más resistencias que las que creen. Sobre todo porque tienen una idea de la sociedad argentina en la que las mediaciones sociales están muy desdibujadas. Pero sabemos que las mediaciones sociales tienen un gran peso en Argentina.
Pero a favor de ellos, es cierto que la experiencia de cuatro años de un gobierno peronista por parte de una coalición que incluyó como en pocos momentos recientes a sindicatos y movimientos sociales y con tan poco para ofrecer a sus bases en términos de ingresos y bienestar, algún impacto va a tener sobre la capacidad de veto y de movilización de sus mediaciones que probablemente tengan algún tipo de influencia en un futuro. ¿Cuál? Cuesta decirlo.
MG: Esa es la gran pregunta que se hace el libro y que nos hacemos todos en este año electoral en el que pareciera haber tendencias o procesos que nos dan como indicios de las dos respuestas como posibles.
Hay algo del hartazgo y del cansancio con las crisis que se instala, que algunos piensan que puede permitir algo parecido a lo de Menem, de cirugía mayor sin anestesia. Sin embargo, también es bueno recordar que durante el menemismo las cosas no pasaron de buenas a primeras. Entre el 89 y el 91, cuando todavía no había ley de convertibilidad, todavía no había estabilidad y hubo dos picos hiperinflacionario lo que Menem sí logró hacer fue una coalición bastante robusta que acompañó esas reformas. En este caso lo que nosotros trabajamos el texto en cuanto a qué asidero tienen esas coaliciones pensadas por Juntos por el Cambios y cuánto este desdén por las mediaciones va en contra de construir coaliciones políticas y sociopolíticas de apoyo robustas.
Uno puede decir que desde 2019 a 2023 el escenario cambió. Es una situación en la que hay empleo, pero también hay una caída de poder adquisitivo importantísima. Entonces está la pregunta de cuánto están dadas las condiciones para seguir pidiendo más esfuerzos a grandes partes de la población que llegan con mucha dificultad a fin de mes. Así que quizás no sea tan fértil este terreno como se ilusionan algunos de los actores de Cambiemos que creen que la existencia misma de opciones más de derecha dan cuenta de que la sociedad en cierto sentido lo pide.
Nosotros en el libro decimos que hay que ir más despacio al pensar qué discursos públicos se traducen tan claramente en apoyos robustos más allá de las elecciones. Y ahí tenemos el ejemplo de las elecciones de 2017 en las que Cambiemos ganó, en la provincia de Buenos Aires Esteban Bullrich le ganó a Cristina Fernández Kirchner y sin embargo, al ir por la reforma previsional se encontraban con obstáculos muy contundentes. Parte de esos obstáculos, de esa Argentina con la que se encontraron al ganarle al peronismo probablemente, aún cuando muy castigados, aún cuando con el paso del tiempo eso haya hecho sufrir algunos cambios, siguen ahí.