Por Gladys Stagno | “Vine a Buenos Aires a los 16 para progresar. Progresar para mí era comer todos los días. El progreso es sólo una puta ilusión”. Así comienza Sonia Sánchez a contar su historia. Esa, que la llevó desde Villa Ángela, Chaco, a trabajar como personal doméstico en el barrio porteño de Floresta, donde se encontró con la primera cara de la explotación, que la dejó en la calle cuando se negó a trabajar por monedas. De ahí a la prostitución hubo un paso, que en rigor fueron tres estaciones de tren y un sinfín de humillaciones. Y un derrotero irónico: queriendo escapar de esa vida, cayó en una red de trata en Río Gallegos, Santa Cruz, que multiplicó los vejámenes y el dolor a lo largo de cinco años.
Esta historia, que interpela e incomoda, quedó plasmada en Nuestra venganza es ser felices, el documental de Malena Villarino que estrena este jueves 27 en el Cine Gaumont (Av. Rivadavia 1635, Ciudad de Buenos Aires), en el marco de la Semana Internacional de Lucha contra la Trata de personas.
“No es una película fácil, pero pensamos que es una película necesaria”, sostiene su directora.
A lo largo de todo el film, Villarino mezcla las imágenes de Sonia con otras de archivo, familiares para el espectador, que evidencian cómo la cultura ha ido naturalizando que los cuerpos de las mujeres sean convertidos en mercancía. Todas enmarcadas por la voz de la protagonista, quien se encargará de marcar posición a cada paso con la elección de las palabras. A lo que otros llaman “trabajo sexual”, ella le dirá “explotación”. Al supuesto “cliente”, Sonia lo nombrará como “torturador prostituyente”. A la “libertad de elección”, ella la considerará una farsa.
“Esta película nació desde la desobediencia”, resume. Y es que, luego de una brutal golpiza propinada por un “cliente”, Sonia tocó fondo, se preguntó “¿quién soy?” y comenzó un camino de reconstrucción personal que incluyó la literatura, el activismo por los derechos humanos y por el abolicionismo de la prostitución. Un camino que la llevó a ser una referente mundial en la lucha contra la trata. La frase que da nombre a la película es esa con la que su protagonista suele cerrar sus charlas.
Esa pregunta frente el espejo incluyó respuestas que fueron mucho más allá de su historia personal y llegan hasta los cimientos del sistema capitalista: ¿es que todo se puede vender y comprar?
“Mi objetivo es, a través de la lucidez y la mirada de Sonia Sánchez, lograr conmover e instalar el tema de la trata de personas, que miles de mujeres siguen desapareciendo hoy en día, en democracia. Instalar el tema del uso y abuso de los cuerpos de las mujeres, de la elección en un sistema neoliberal y explotador. Que se instale el debate y la reflexión de hasta dónde todo es comprable o vendible. ¿La libertad tiene precio? ¿Todo tiene un precio?”, reflexiona Villarino, quien, junto con la protagonista, formará parte de la performance de inauguración titulada Proxeno, a las 19 en Plaza Congreso, frente al cine.
Proyecciones
La película –que fue presentada en el III Foro Internacional de Derechos Humanos de la UNESCO, que se realizó en la Ex Esma, Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti en marzo, y más tarde formó parte de la edición 24° del BAFICI, en la sección Políticas– tendrá funciones diarias en el Gaumont a las 20:15 hasta el 2 de agosto. El domingo 30 de julio, Día Mundial contra la Trata de Personas, habrá una actividad especial.
Gracias al apoyo del Museo de la Mujer, de la organización Gafas Violetas y del INCAA, el sábado 29 de julio, martes 1 y miércoles 2 de agosto se proyectará también en el Cine Select (Espacio INCAA, Pasaje Dardo Rocha, calle 50 entre 6 y 7, La Plata) y se esperan futuras proyecciones en Gualeguaychú y Diamante (Entre Ríos), y Neuquén, y en escuelas secundarias de todo el país.