Por Inés Hayes | “En los últimos meses se han registrado diferentes anomalías climáticas que marcan nuevos records históricos en la trágica progresión del cambio del clima a nivel global. Así, en junio, la temperatura de superficie en el Atlántico Norte alcanzó el incremento máximo de 1,3 °C respecto de los valores preindustriales y en similar dirección –aunque en valores menores- aumentó la temperatura promedio de los mares a nivel global”, explica el sociólogo y doctor en Ciencias Sociales, José Seoane en esta entrevista.
Por otra parte, explica el especialista, la retracción del hielo antártico alcanzó un nuevo límite, alcanzando la disminución histórica del 2016, pero varios meses antes, en plena temporada fría.
“La combinación de estos registros ha motivado que los científicos que siguen estos procesos alertaran ante el peligro de estar frente a un cambio profundo de las corrientes que regulan la temperatura y la vida en los océanos y a nivel global. Las olas de calor registradas en las últimas semanas en las costas de buena parte del mundo (Irlanda, México, Ecuador, Japón, Mauritania, Islandia, etc.) pueden a su vez ser muestra de ello”, dice Seoane.
Estos fenómenos, claro está, no se limitan a los mares. “El 4 de julio la temperatura mundial del aire alcanzó (Global 2m temperatura, medida a 2 metros del suelo) por primera vez en la historia de los últimos siglos los 17,18 °C. Mientras tanto, la temperatura en los continentes, particularmente en el Norte, batió también records: 40 ºC en Siberia, 50 ºC en México, el junio más caluroso en Inglaterra en la serie histórica iniciada en 1884. Y su contracara, las sequías, como la que azota a Uruguay donde la escasez de agua dulce desde mayo obligó a utilizar de manera creciente fuentes salobres volviendo imbebible el agua de grifo para los habitantes del área metropolitana de Montevideo donde se concentra el 60% de la población del país. Una sequía que de continuar podría dejar directamente sin agua potable a esa región del país, convirtiéndola en la primera ciudad del mundo en sufrir esa catástrofe”, detalla el sociólogo.
Seoane explica que todo está relacionado: “el calor sofocante y las sequías traen aparejados también incendios voraces como el del bosque boreal que recorre desde hace semanas Canadá con más de 500 focos dispersos por diferentes regiones del país muchos de ellos incontrolables, y las difundidas imágenes de una apocalíptica Nueva York oscurecida y teñida de rojo bajo un manto de cenizas. Este cúmulo de evidencias trágicas, contra todas las narrativas negacionistas, vuelve innegable que la crisis climática ya está aquí, entre nosotros. Asimismo, indica el fracaso absoluto de las políticas e iniciativas adoptadas para reducir la emisión o presencia de los gases de efecto invernadero en la atmósfera”.
En esta dirección, explica, en mayo de este año los niveles de dióxido de carbono (CO2) medidos en el observatorio de referencia global de la NOAA en Hawai alcanzaron un máximo histórico de 424 partes por millón (ppm) llegando a ser más de un 50% más alta que antes del inicio de la era industrial y, las del periodo enero – mayo de 2023, un 0,3% mayores que las de igual periodo del 2022 y 1,6% respecto del de 2019 (Carbon Monitor, 2023). Según el último informe del 2023 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC, por su nombre en inglés) la temperatura de la superficie global ha aumentado más rápido desde 1970 que en cualquier otro período de 50 años durante al menos los últimos 2000 años, el mismo periodo en el que se desplegaron los acuerdos internacionales y las iniciativas nacionales para combatir las causas del cambio climático (IPCC, 2023). “El fracaso de estas políticas aparece también reflejado, en nuestro presente, en la persistencia y fuerza de un capitalismo fósil y de su saqueo y destrucción socioambiental; signado por una guerra regional global y los avances de un extractivismo extremo, principales dimensiones de la crisis civilizatoria del capital que amenaza hoy a la vida en el planeta con su sexta extinción” (Seoane, 2023).
“No solo han fracasado estas políticas llamadas de mitigación sino también resultan débiles o directamente ausentes las bautizadas como de adaptación, que tienen por objetivo minimizar los impactos previsibles del cambio climático”, dice Seoane.
El problema mayor son “sus consecuencias descargadas principalmente sobre los sectores populares, que plantean no sólo la urgencia de una transición socio-ecológica sino también de elaborar, desde estos sectores, planes de adaptación social propios. Las banderas de un cambio inspirado en la justicia social y climática y los caminos efectivos de esta transición socio-ecológica planteados por los movimientos populares se tornan hoy más imperiosos y apremiantes. Es posible plantear un plan de mitigación y adaptación popular de emergencia”.
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Ilustración: Marcelo Spotti