Por Emiliano Guido* | El votante promedio de Javier Milei reside en un distrito gobernado por un dirigente “provincial”; cree en la libertad como su último refugio ante un Estado que, considera, solo hace una mímica de contención pública; es mayormente joven, masculino, sus ingresos son medios o bajos y ha encontrado en el ecosistema de Internet un lugar para minar las narrativas de sus rivales políticos. Los especialistas que abordan el fenómeno violeta cincelan de esa manera a la base electoral de La Libertad Avanza (LLA).
A poco más de un mes de las elecciones presidenciales la lengua rabiosa de Milei fagocita la conversación pública. Desorientados y sorprendidos por su pedigrí electoral robusto, las y los analistas tratan de capturar el alma de su votante para comprender a un sujeto político emergente, atrevido, que atenaza en su cabeza un book de ideas irascibles contra todo el canon político argentino, ya sea de izquierda, de centro, peronista, o de derecha clásica.
El periodista Esteban Schmidt realizó un interesante bosquejo de la masa libertaria en su recomendable newsletter: “Milei inventó algo, su personaje, y entonces fue lo fresco, lo descarnado y lo verdadero. Un romántico peculiar que interpretó la oscuridad que hay en el corazón de los adolescentes varones. Así como la saga de vampiros atrapa a las niñas pacatas; el virgen a los cincuenta de Milei, popular, exitoso, hace pensar que sin el embrollo amoroso, ni las consecuencias penales de desear, sin el sufrimiento de los vínculos, se puede llegar a algo, y que en la virginidad hay una oportunidad, que apichonarte con tu hermana, como un emo solitario, o como en el bosque de Hansel y Gretel, es posible y tolerable”.
En el campo de la ciencia política, los especialistas Andrés Malamud y María Esperanza Casullo -que comparten un podcast quincenal en la plataforma Diario Ar– advirtieron un dato que ha pasado desapercibido al momento de mapear al votante de LLA: Milei ha obtenido, al contrario de lo que suele señalarse, su mayor caudal de votos en las provincias no gobernadas por el oficialismo ni por el peronismo. De alguna manera, el dirigente que dedicó el primer párrafo de su victoria electoral a sus mascotas perrunas está cumpliendo el sueño húmedo del peronismo antikirchnerista: construir una fuerza política enfrentada geográficamente al obelisco y al conurbano.
De forma irónica, el escritor Hernán Vanoli epigrafeó en sus redes sociales un mapa electoral -donde prima el color violeta, salvo las cinco provincias “celestes” donde ganó Unión por la Patria y los dos distritos “amarillos” favorables al macrismo-, con un texto que refuerza con mucho ingenio lo mencionado en el párrafo anterior: “Me tomo la libertad de recordar este mapa a mis queridos amigues cosplayers de Güemes y a su rabioso, infundado, aburrido y reiterativo frenesí antiporteño”.
Es decir, el votante de Milei no vive en Recoleta. Su mayor flujo de votantes reside en el interior, se siente harto de la casta política “ambeña”, considera que el Estado le ha dado en las últimas décadas un pésimo servicio de políticas públicas, tiene su corazón político inflado de ingeniosos memes libertarios, y a su vez cree o adhiere a la plataforma violeta.
En foco
La revista Malas Palabras dialogó con el antropólogo y sociólogo Pablo Semán, pionero en el análisis del fenómeno libertario. Semán focaliza sus estudios en “culturas populares y religión”, es investigador del Conicet, además profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM). “Cualquier generalización del voto de Milei es problemática, además se trata de un fenómeno relativamente nuevo. No hay un único modo del votante Milei, además tiene votantes que no sabíamos que tenía. Pero, sí podría decirse que en su voto prevalece la juventud socializada en medios digitales y que responde al estereotipo de lo que la gente que no quiere a Milei identifica como virgo, incel o nerd”, considera.
“Después, hay otros votantes, que pertenecen a la amplísima gama de capas medias y que se identifican con los motivos de la libertad por una experiencia propia en la cual se sienten obstaculizados o estafados por el Estado. Se trata de gente que siente que tiene que salvarse sola y, por lo tanto, tiene un contacto muy fuerte con la autonomía. Otro modo aparece en la masificación reciente de su electorado, dónde hay gente que dice, o seguimos así, o cambiamos. Es gente que rechaza lo actual, y prefiere algo nuevo. Muchas veces a estos tres modos de votantes se los concibe negativamente. Me parece incorrecto pensar que en el votante de Milei solo hay un sentimiento de rechazo, en todo voto siempre hay elementos de propositividad”, agrega el docente de la UNSAM.
¿En qué manera el ecosistema de internet y sus implicancias político-culturales (la cultura del meme, los hates en redes sociales) facilita y potencia la narrativa de Milei?, pregunta Malas Palabras. Con su habitual tono sosegado Semán responde por teléfono: “El ecosistema de internet es la chispa, ahí radica la usina de motivos y de ideas que utiliza la militancia de Milei para influir en otros electores; de esa manera logran incidir en algunos espacios de la conversación pública donde los libertarios llevan la ventaja porque logran erosionar los lugares comunes establecidos de la izquierda. Ellos contestan desde la innovación y descolocan permanentemente con desafíos a sus interlocutores y en esa militancia virtual surge una parte de la tropa mileista. Pero, insisto, el contingente de votantes es amplísimo”.
Consultado sobre qué implica su figura analítica “mímica del Estado”, que a su criterio es una imagen muy fuerte en el paisaje político libertario, Semán precisa lo siguiente: “En el votante de Milei hay cuotas de emoción y racionalidad, como en cualquier voto del planeta. Entonces hay una voluntad de cambio, donde residen el valor de la libertad y la crítica del Estado, o del estado actual del Estado. La mímica del Estado implica que hay una serie de afirmaciones acerca de la presencia del Estado que son vistas por el votante de Milei como muy discutibles. Para sus electores, la presencia del Estado está vista como una muestra gratis, una mímica, puramente declarativa. El Estado no está presente para ellos si la salud y la educación públicas no funcionan”.
*Publicado originalmente en Malas Palabras