Por Melissa Zenobi | La actriz que se hizo popular en 2001 cuando participó del reality show Gran Hermano falleció ayer tras una larga lucha contra una insuficiencia renal que contrajo como consecuencia de una mala praxis en una cirugía estética realizada por el cirujano Aníbal Lotocki.
“Silvina era feliz bailando el meneaito, mostrando la panza. En la casa de Gran Hermano aumentó 10 kilos y se reía de eso. Pero cuando salió, se encontró con una fama descomunal y ahí los productores y el medio en general empezaron a opinar y pedir sobre su cuerpo”, reconoció hoy el periodista Jorge Rial hablando con su colega Luciana Rubisnka al aire de C5N.
Es que la presión que hay sobre los cuerpos de las mujeres es innegable. Se opina, se exige, se mandata. Y esto ocurre en las casas, en los trabajos, en la tele, en las plataformas, en las publicidades, en las redes sociales.
En 2011 Silvina Luna se sometió a una cirugía que más tarde complicaría su salud. Desde entonces, la actriz se dedicó tanto a denunciar al cirujano Lotocki como a advertir a otras mujeres de no incurrir en estas prácticas por lo que le había pasado a ella.
Desde el colectivo Mujeres que no fueron tapa explican que este caso da cuenta de todas las mujeres que a diario mueren por pretender entrar en los cánones de belleza: bulimia, anorexia, suicidios por bullyng, cirugías estéticas mal hechas, dietas, liposucción en quirófanos clandestinos, insuficiencia renal o cardiopatía, entre otras causas.
“El certificado de defunción no dice que murió por cumplir con el ideal de belleza, pero la belleza mata, y no hay una decisión política para abordar estas problemáticas desde ningún lugar”, relató María Laura “Lala” Paquinelli en diálogo con Canal Abierto Radio.
Asimismo denunció los dispositivos culturales que refuerzan estos estereotipos de belleza y las implicancias que tienen a nivel identitario: “Estamos permanentemente bombardeadas por imágenes de cuerpos que no se nos parecen, y en definitiva son imágenes que no solamente muestran algo sino que están contando un cuento de lo que es la felicidad para las mujeres. Entonces la belleza se nos presenta como un camino para la felicidad de las mujeres: ser elegida por un varón, formar una pareja, acceder a los mejores trabajos, pasearte por lugares paradisíacos”, dice la abogada y activista.
“Esos cuerpos con los que se cuentan las historias, son perfectos y hegemónicos, y a diario los vemos en todos lados”, dice Lala que advierte también sobre la naturalización que hay de estos tratamientos en chicas cada vez más jóvenes: “Hasta hace unos años, estas intervenciones eran de las personas de la televisión o a determinada edad, pero de un tiempo a esta parte vemos a pibas cada vez más chicas, de 17 o 18 años incluso, interviniéndose los cuerpos con unos niveles de normalización y naturalización que realmente son muy problemáticos”.
A través de su cuenta de instagram, Mujeres que no fueron tapa propone un hackeo a los estereotipos hegemónicos: “buscamos problematizar el ideal de belleza, que es el mandato más pregnante en la construcción de la identidad de las mujeres en esta época. Realizamos campañas que pongan sobre la mesa de qué manera opera la presión sobre los cuerpos de las mujeres y que deriva en formas de control de los cuerpos cada vez más sutiles, y por esto mismo más eficientes”.
“Estas lógicas nos deshumanizan absoluta y completamente, siendo tratadas como cosas, poniendo todo nuestro valor en nuestra apariencia”, dice Pasquinelli en Canal Abierto.
Finalmente propone que este tema sea abordado desde un feminismo más masivo: “es indispensable, porque si no logramos liberarnos de este control sobre nuestro cuerpo, que es tan profundo y tan determinante para nuestra libertad, todo lo demás nos queda bastante lejos”.