Por Gladys Stagno | “¿Hay otros canales de distribución, otras maneras de distribuir las búsquedas? Sí. ¿Son tan poderosas como lo que viene instalado por defecto? No. El mejor testimonio de esto, de la importancia de lo que viene por defecto, su Señoría, es la cuenta bancaria de Google”.
Las palabras de Kenneth Dintzer, uno de los abogados del Departamento de Justicia, dan cuenta de la premisa sobre la que gira el juicio al gigante tecnológico: que Google llegó a la posición dominante del mercado de búsquedas a través de prácticas anticompetitivas y excluyentes.
Con pocos precedentes en la historia —el de la corporación telefónica AT&T en 1974 y el de Microsoft en 1998—, el proceso que probablemente dure semanas podría provocar un fallo adverso a la corporación que concentra cerca del 90% de las búsquedas en la web y cambiar la forma en que usamos Internet.
“De lo que se acusa a Google es de hacer abuso de su posición dominante. El abuso se basa en que Google, por ejemplo, tiene un acuerdo con Apple para ser el buscador por defecto en sus dispositivos (iPod, iPad, etc.). El nivel de absurdo es que mantienen reserva hasta del monto que pagan por eso. Es muy importante ese buscador por defecto porque la mayoría de las personas no se molesta en cambiarlo”, detalla Sebastián Waisbrot, programador y miembro del Observatorio de Derecho Informático Argentino (O.D.I.A).
En efecto, el gobierno de Estados Unidos acusa a Alphabet (firma matriz de Google) de pagar más de US$ 10.000 millones al año a rivales del sector —entre ellos fabricantes de celulares, como Apple— para asegurarse de que su motor de búsqueda sea la opción predeterminada en sus distintos dispositivos (smartphones, computadoras, celulares o tablets) y navegadores web.
La práctica violaría las normas de ese país. Sobre todo, la Ley Sherman Antitrust, de 1890, que abriga el fin de prevenir la formación de monopolios. En ella se prohíbe que las empresas realicen acuerdos que limiten la competencia o restrinjan el libre comercio, y los intentos de monopolizar cualquier parte del mismo. También declara ilegales los monopolios que se formen con prácticas anticompetitivas.
El negocio de la publicidad
Dueña del sistema operativo Android y del navegador Chrome, el acuerdo que estableció con Apple en 2005 le permitió a Google ser el buscador predeterminado del navegador Safari, instalado por defecto en iOS, sistema operativo de la empresa fundada por Steve Jobs. No es casualidad.
“Google se dio cuenta hace décadas de que su negocio no es la búsqueda sino las publicidades, y la búsqueda es una herramienta para conocer mejor a su público. Entonces, empezó a hacer esta integración de las distintas plataformas para conocer a sus usuarios y darles mejores publicidades. El 83% de los ingresos de Google son por publicidad”, detalla Waisbrot.
Gracias a los datos de sus usuarios que recopila valiéndose de su buscador –pero también de los múltiples servicios que ofrece: Chrome, Maps, YouTube, y el propio sistema operativo Android–, Google puede saber qué estudiamos, dónde vivimos, qué nos gusta y, a partir de esa información, ajustar sus búsquedas y publicidades a nuestros gustos y preferencias. Esto no pareciera resultar en perjuicio para los usuarios, pero…
“Hay una mirada tradicional sobre abuso de posición dominante de los monopolios que viene de la época de Rockefeller. En ella, para que haya abuso, la empresa tiene que perjudicar a su competencia y a los usuarios. Pero hay formas en que Google perjudica a los usuarios que no tienen que ver con el costo. Una es que comenzó a mostrar cada vez más publicidad en las búsquedas —explica el especialista de O.D.I.A—. Ahí empieza a explotar su posición dominante: cada vez es más la plata que entra en Google y son peores los resultados que vos recibís. Porque no son los resultados orgánicos que responden a tu búsqueda, sino los que las empresas están pagando para que veas”.
Entre los criterios de búsqueda que utiliza el gigante de Silicon Valley también está si se trata de una empresa propia o no. Es decir que, lejos de ser un buscador neutral, prioriza sus productos en los resultados.
“Cuando hace veinte años buscabas algo en Google, aparecían links a otras páginas. Con el correr del tiempo, Google fue adquiriendo empresas o haciendo convenios para que te aparezca directamente la información ahí –señala Waisbrot–. Esa decisión de mantener la posición dominante a través de información perjudica tu experiencia de usuario y, por otro lado, también perjudica a las empresas, porque muchas se basan en aparecer en Google para subsistir. Si el día de mañana Google las eliminase, no podrían competir. Hay un perjuicio ahí a la libre competencia del mercado, que tanto le gusta a la economía liberal”.
Según la Justicia norteamericana, otros recursos que utilizó fueron dejar de pagar a quienes intentaban desarrollar un buscador propio o negociaban con otros, y manipular las subastas de anuncios en Internet para incrementar los precios que le cobra a sus anunciantes. Así, bloquea el paso de sus competidores y distorsiona el libre juego de la oferta y la demanda.
Ser el más grande o ser el mejor
Con todo lo dicho, no falta quienes aseguren que la posición ganada por Google en el mercado –pese a las consecuencias nocivas que genera para otras empresas, para los usuarios y para los preceptos mismos del capitalismo– es meritoria. En otras palabras: que concentra la inmensa mayoría de las búsquedas porque es el mejor buscador que existe. Es posible.
Pero este gigante ya no es aquel humilde pero revolucionario algoritmo de búsqueda creado por Serguei Brin y Larry Page en 1998 al que llamaron PageRank, que se mejoraba a sí mismo gracias a las decisiones de los usuarios y que se volvió hegemónico en pocos años. Hoy en día, es difícil asegurar que Google continúa siendo el mejor buscador sólo porque es el más utilizado, ya que ser la opción por defecto en la inmensa mayoría de los dispositivos condiciona las decisiones de los usuarios.
“No siempre te ponés a investigar cuál es la opción óptima para tus necesidades, sino que a veces te dejás llevar. Uno de los supuestos que se dan en microeconomía es el de información perfecta, que es un absurdo, que no existe en el mundo real y sobre el que se basa el razonamiento de que la gente está eligiendo libremente. Pero en realidad no está informada, no le interesa estar informada y solamente quiere solucionar un problema”, detalla el experto de O.D.I.A.
Y agrega: “Por otro lado, hay características en el mercado de búsqueda que llevan a que quien tiene ventaja, tenga más ventaja en el futuro, que la ventaja se retroalimente. Es lo que se llama un ‘monopolio natural’. Los usuarios, al buscar y elegir los resultados, ayudan a priorizar los resultados a futuro. Le dan información que van a mejorar las futuras búsquedas y lo hacen más eficiente. Es muy difícil romper con la inercia de que el buscador principal hoy no lo sea mañana”.
Lo mismo opina el abogado Dintzer: “Este caso es sobre el futuro de Internet y sobre si el buscador de Google se enfrentará a la posibilidad de competencia real algún día”.
La empresa arrastra otra demanda, también por supuesto abuso de posición dominante, pero esta vez en el mercado de la publicidad digital. La misma fue efectuada en enero de este año por el fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, pero el juicio aún no comenzó.
En la Unión Europea, Google ya recibió las tres multas más altas de la historia por prácticas anticompetitivas.
En este caso, el juicio tendrá que probar que Alphabet en efecto tiene una posición monopólica, y luego buscar posibles soluciones a la situación. Si el fallo es adverso, la compañía podría verse obligada a desacoplar el buscador de otros servicios que ofrece –como el sistema operativo Android o Google Maps–, similar a lo que le ocurrió a la telefónica AT&T en 1984, que fue obligada a dividirse por la Justicia norteamericana.