Redacción Canal Abierto | Javier Milei insiste con su mantra: el superávit fiscal sólo salvará a la Argentina. Para lograrlo, plantea, el Estado recortará todas las áreas que sean necesarias, no importa si ello implica menoscabar la seguridad social o el desarrollo de las capacidades científicas o productivas.
Este es el núcleo del Presupuesto 2025, cuya presentación no fue otra cosa que un show signado por los agravios y lugares comunes para la tribuna propia, pero donde los datos brillaron por su ausencia.
¿El objetivo central de este plan ultraliberal? Juntar los dólares para el pago de la deuda externa, único beneficiario del programa económico: “Cualquier otra cuestión puede resolverse a través del mercado, o es competencia de los gobiernos sub-nacionales”.
¿Qué pasa con derechos o servicios públicos, como la educación y la salud? Para Milei, estos y otros son exclusiva responsabilidad de provincias y municipios (a quienes el Presidente también conminó a reducir sus prestaciones: “ahora les toca a ustedes”).
De hecho, en uno de los pasajes confirmó el veto a la aprobada Ley de Financiamiento Universitario, como hizo la semana pasada con la norma que daba un aumento de poco menos de 16 mil pesos a las jubilaciones mínimas.
Sólo en materia de Defensa y recursos para las Fuerzas Armadas -según se desprendió del discurso de este domingo por la noche- parecieran salvarse de la motosierra.
Si un lector desprevenido sospecha de este resumido análisis, un fragmento del discurso bastaría para ilustrar la precariedad del mensaje: “No importa lo que suceda con la economía, no importa si nuestras estimaciones están bien o mal, el resultado fiscal estará siempre garantizado”.
Yendo a los números: el proyecto de presupuesto nacional para 2025 prevé un crecimiento económico del 5%, inflación del 18% y dólar oficial de $1207 a fin del próximo año.
Aún es pronto para evaluar dichas proyecciones, pero todos los especialistas coinciden en que todo dependerá de la posibilidad del Gobierno de hacerse con fondos frescos. No obstante, los primeros análisis relativizan el optimismo oficial.
Sin pan, el circo quedó vacío
Desde el regreso a la democracia, es responsabilidad del ministro de Economía llevar en persona el proyecto de ley a la comisión del Congreso encargada de un primer análisis.
En esta oportunidad, con la banda presidencial en el pecho, el bastón de mando en la mano y rodeado de sus ministros, pero con un recinto con menos de la mitad de los legisladores presentes, Milei intentó darle una dimensión épica al evento.
Relegado a un rol de espectador de lujo, Luis “Toto” Caputo sólo destacó por el momento viral en el que fue poncheado -por error o malicia del director de cámaras del acto- justo en el momento en que el mandatario se refiere a la fuga de capitales.
No es fácil medir el impacto del discurso en la sociedad. Lo cierto es que ni la expectativa por la presencia de su flamante novia, Yuyito González, o la postergación del inicio del ciclo televisivo de Susana Giménez lograron evitar un desplome en el rating: a las 20, una hora antes de la cadena nacional, promediaba 15,9 puntos, para luego desplomarse a 3,5 puntos.
Ni la expectativa presencia de Yuyito o la postergación de Susana salvaron el rating.
Las métricas en redes sociales, medio natural para los mileistas, tampoco tuvo los números esperados. Con malicia, hay quienes señalaron el hecho de que los principales trols oficialistas –muchos de ellos, con cargos en el Gobierno- estaban ocupados aplaudiendo en las gradas del hemiciclo parlamentario.
Pese a sus ataques, Milei deberá negociar esta y cualquier otra ley con los distintos y diversos sectores opositores, a los que volvió a calificar como “ratas miserables”. En este sentido, habrá que esperar la reacción de Mauricio Macri –uno de sus principales aliados parlamentarios- a la constante referencia en su discurso a quienes, como Macri, critican su “falta de gestión”.
Sus alfiles para la “rosca” ya demostraron talento y experiencia en el toma y daca con quienes acusan de “casta”. Quedó demostrado con el insólito -¿polémico, sospechoso, vergonzoso?- rechazo del radicalismo a insistir sobre el proyecto jubilatorio de su autoría y vetado por el Ejecutivo.