Redacción Canal Abierto | El 27 de septiembre de 1984, pocas semanas antes de la presentación del informe Nunca Más, sobrevivientes del centro clandestino de detención “Club Atlético” realizaron una conferencia de prensa en la sede de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) para relatar los horrores que habían vivido durante su cautiverio y denunciar los crímenes de la dictadura.
Se trató de la primera exposición pública de un grupo de víctimas del terrorismo de Estado para revelar con sus propias experiencias delitos de lesa humanidad.
Ayer, organizada por la CTA Autónoma, el Espacio Memoria y la Red Federal por la defensa de los Derechos Humanos y la Democracia, los y las sobrevivientes del campo de exterminio y concentración “el Atlético” volvieron a dar sus testimonios, acompañados por la fiscal de los juicios Gabriela Sosti y coordinados por Anita Fernández, hija de Ana María Careaga, una de las secuestradas en ese centro clandestino y nieta de Esther Ballestrino de Careaga, una de las Madres de Plaza de Mayo desaparecida por la dictadura tras la infiltración de genocida Alfredo Astiz.
Estuvo presente Elia Espen, Madre de Plaza de Mayo Línea Fundadora, cuyo hijo, Hugo Orlando Miedan, estuvo secuestrado en el Atlético y permanece desaparecido.
Ricardo Peidro, secretario General Adjunto de la CTA, dirigente del sindicato de visitadores médicos y ex detenido desaparecido en ese campo de extermino de la ciudad de Buenos Aires fue quien dio la bienvenida: “La red abarca a más de 100 organizaciones por los derechos humanos y para dar respuestas en esta época estamos todos juntos y juntas. Nos llegaron saludos de Adolfo Pérez Esquivel, Stella Caloni, Lita Stantic y muchos otros y otras. Tenemos la voluntad de seguir adelante por la memoria, la verdad y la justicia y rescatando a los compañeros y compañeras detenidas desaparecidas y sus sueños. Nos llena de emoción que Elia Espen se encuentre acá y agradecemos además a la Mesa Ejecutiva Nacional de la central”. El dirigente también celebró la presencia de Graciela Daleo (sobreviviente de la ESMA), Víctor de Gennaro (fundador de la CTA), Fernando Vaca Narvaja (exjefe de Montoneros), María José Cano (del área de DDHH de la CTA), Matías Fachal (Red x DDHH), Marcelo Paredes (Cultura CTA-A) y a todos y todas las presencias.
Anita Fernández fue la encargada de coordinar el acto. Luego de ver dos videos sobre testimonios de los sobrevivientes y de la reconstrucción de lo que fue el claustro de detención y exterminio, Ana agradeció también a todos y todas las presentes, especialmente a los ex detenidos desaparecidos del Club Atlético y a sus familiares y leyó el documento preparado por ellos: “El 23 de agosto de 1984 tuvo lugar en la CONADEP una conferencia de prensa que tenía como objetivo dar los testimonios de quienes habíamos estado detenidos y detenidas en el Club Atlético”.
El primer testimonio que se compartió fue el de Luis Allega, que mandó un saludo desde Italia: “Desde que llegué en los años 90 a Italia fui dando testimonio en los diferentes pueblos y ciudades, pero es tan actual que la lucha sigue. Deseo que actividades como estas sirvan como aportes para encontrar soluciones para Argentina y para todo el mundo”.
Delia Barrera, otra de las sobrevivientes, leyó: “, fuimos secuestrados junto a mi esposo en febrero de 1977, él permanece desaparecido. Fui a dar testimonio a la CONADEP y nos encontramos con otros compañeros, pudimos recordar lugares, ruidos, voces, poner nombre y apellido a los represores. Pudimos ser la voz de nuestros queridos ausentes, después de haber podido hablar me di cuenta que podía volver a aparecer y romper el pacto de silencio. Sus palabras: ‘se fuerte y no me abandones’. Sigo dando testimonio y sigo adelante por la memoria, verdad y justicia. En este tiempo nuestra lucha debe ser más fuerte, seguimos diciendo con mucha más fuerza: Nunca Más”.
Mónica Córdoba, otra de las integrantes del panel, dijo: “Después de unos meses de que me largaron, fui a Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas en 1977 y ahí ya me quedé porque empecé a hacer los hábeas corpus. Llevábamos a nuestros hijos e hijas, jugaban debajo de la mesa mientras nosotros y nosotras trabajábamos en la reconstrucción de la memoria y seguimos hablando, no nos callamos más”, sumó su voz.
Gabriela Funes agregó: “el 10 de mayo del 77 fuimos secuestrados con mi marido Ricardo Peidro y fuimos llevados al Club Atlético, cuando llegué vi a dos o tres compañeras con embarazos muy notorios. A partir de ahí me dijeron que ya no era más quien era sino que era un número y una letra. Nos torturaron, si no comíamos nos torturaban. Mi marido nos cuidaba a todos adentro, como lo hacía afuera. El país era un gran campo de concentración, pero la solidaridad fue muy grande y emocionaba mucho. No creo que el pueblo haya dejado de ser solidario, creo que está adormecido, pero se puede despertar con más participación en todos los espacios. Me siento orgullosa de mi militancia y espero que cuando no estemos otros tomen la posta para construir la patria socialista por la cual estábamos dispuestos a dar la vida”.
Ricardo Peidro retomó la palabra: “Excepto en los juicios es difícil contar las torturas, pero seguimos dando testimonio como los dimos y derrotamos a estos tipos, entramos a las cárceles militantes y salimos de los campos de concentración, militantes. Ningún video puede describir un campo de concentración, te deshumanizan, te sacan el nombre, la identidad. Un compañero me dijo, yo soy oficial montonero, no voy a salir pero si vos salís, da testimonio. Que no nos tome por arrebato la desesperanza, este pueblo salió de momentos tremendos y los derrotamos, esta vez no va a ser la excepción, la victoria será nuestra”.
Miguel Dagostino, sobreviviente del Club Atlético contó que cuando lo secuestraron tenía 18 años y estaba en el último año de la escuela secundaria técnica: “Me secuestraron de mi casa en Castelar. Teníamos una militancia política previa al secuestro. Permanecí 91 días en ese lugar, pasamos a ser un bulto, nos torturaban, nos interrogaban, engrillados, sin poder ver, sin poder hablar, escuchando las torturas de nuestros compañeros y compañeras. Me dejaron en la vereda del hospital Borda, que contara hasta 100 y que me fuera. Llegué a la casa de mis padres, por suerte los encontré con vida, mi hermana se fue al exilio con su pareja. Al otro día di mi primer testimonio. Empecé a dar testimonios a los familiares de los y las compañeras que había visto con vida. Luego me exilié a Suecia y cuando volví me contacté con los organismos de derechos humanos. Realmente no pensamos que iba a haber tanta crueldad con este gobierno, pero seguimos luchando”.
Ana María Careaga, la hija de Esther Ballestrini de Careaga, Madre de Plaza de Mayo que fue víctima de los vuelos de la muerte junto con Azucena Villaflor, dijo: “Es saludable seguir conmocionándonos con lo que es conmocionante. Esta fue una iniciativa de Miguel, de hacer algo a 40 años de la conferencia de prensa de la CONADEP”.
“Yo fui secuestrada a los 16 años, embarazada de menos de tres meses, cuando me empezaron a torturar no dije que estaba embarazada porque era una forma de proteger a mi bebé. En un lugar donde había tortura, aislamiento, tener a mi bebe conmigo fue una victoria porque yo pensé que se había muerto producto de la tortura, fue crear vida dentro de la muerte”, contó.
“A los 16 años, en ese lugar, encadenada y con los ojos vendados, enjutos, lastimados, con olor, mugrientos, me pregunté cómo puede ser que existan estos lugares, que haya personas capaces de agujerear el cuerpo de otros, de asesinar. En medio de la tortura, un represor le dijo a otro, ‘tomá seguí vos con la picana, porque yo tengo que ir a buscar a mi hija a la escuela’. Tenemos que tomar conciencia del estatuto de la crueldad”, dijo Ana y agregó: “Hoy el 52% de la población está bajo la línea de la pobreza, eso también es crueldad. El 1% de la población mundial es dueña de la riqueza y para poder llevar adelante la apropiación de la riqueza usan la represión, a los jubilados, a los niñes, a los despedides, a les que no llegan a fin de mes, el hambre es un crimen, el hambre es una tortura”.
Con la emoción en la voz, Gabriela Sosti, fiscal de los juicios por delitos de lesa humanidad, señaló: “es imprescindible habitar el pasado y la memoria. Esta patria, desde que cambia pañales, tienen dos visiones de países: el popular y el pensado para unos pocos, que quieren vivir afuera. Como abogada y como funcionaria judicial que me tocó ser, imposible no acordarme de estar sentada en Comodoro Py y darme cuenta que tengo grabado en la memoria y en la piel cada relato de lo que les hicieron a todos ustedes y a tantísimos compañeros y compañeras que soñaban con una patria con la que yo sigo soñando”.
“Rompieron todo, me pegaron una trompada que hizo que perdiera la audición de uno de mis oídos. Tenía mi nena de 11 años y mi otra hija un poco más grande. Fui a los juzgados y en todos nos maltrataban. Cuando nos juntamos con las otras Madres decidimos usar los pañales de nuestros hijos como pañuelos. Seguimos luchando por la Memoria, la Verdad y la Justicia”, dijo Elia Espen al terminar el homenaje, sumándose como una testimoniante más con su relato del día en que le cambió la vida.
Al Club Atlético
El Club Atlético fue uno de los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio (CCDTyE) que funcionaron durante la dictadura cívico-militar en la ciudad de Buenos Aires. Dependía operacionalmente del Primer Cuerpo de Ejército (zona I, subzona Capital Federal) y funcionó desde principios de 1977 hasta el 28 de diciembre de ese año en el sótano del edificio del Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la División Administrativa de la Policía Federal. En 1978 el edificio fue demolido para construir la autopista 25 de Mayo.
Ubicado en plena Avenida Paseo Colón, entre Cochabamba y Avenida San Juan, como la mayoría de estos espacios, cumplía con la lógica de funcionar de forma clandestina pero en paralelo situarse en lugares céntricos para evitar pasar desapercibidos. El Club Atlético formó parte del circuito represivo conocido como “ABO” (Atlético-Banco-Olimpo). Este centro clandestino junto a El Banco, ubicado en La Matanza, y Olimpo, situado en el barrio porteño de Floresta, operaron de modo sucesivo a cargo de los mismos grupos de tareas, tal como quedó probado en las causas judiciales. El día que dejó de funcionar el Club Atlético los represores llevaron a las personas que aún permanecían secuestradas al CCD El Banco que funcionó hasta el 16 de agosto de 1978, día en que comenzó a funcionar el Olimpo, centro clandestino acondicionado con parte de la estructura desmantelada del Club Atlético.
En la actualidad, el equipo de trabajo interdisciplinario del Espacio para la memoria ex Club Atlético lleva adelante diversas líneas de trabajo organizadas en las áreas de investigación histórica, investigación arqueológica y conservación, archivo, educación-pedagogía de la memoria (visitas al espacio y talleres) y mantenimiento. Además, hay capacitaciones pedagógicas y acompañamiento en prácticas profesionales de formación docente en el marco de distintos convenios con instituciones educativas. También se realizan actividades culturales y conmemorativas en la plaza 30.000 compañeros, ubicada en la manzana de enfrente al sitio arqueológico.
Funciona como Espacio de Memoria desde 2014. El gobierno de Javier Milei produjo despidos de profesionales y trabajadores y el desfinanciamiento de este y otros ex centros clandestinos, lo que pone en serio riesgo la continuidad de su funcionamiento. En tanto, empleados, despedidos, organismos y activistas siguen realizando actividades para sostener el lugar.
La CTA-A transmisitó la actividad completa: