Por Federico Chechele | Días atrás el presidente Javier Milei subió a sus redes sociales el cuadro de Rembrandt “La tormenta en el mar de Galilea” y a tono con su mirada de la realidad escribió que “En el claroscuro de la vida algunos ríen y otros lloran. Hoy los buenos en un día de gloria y los enemigos del cambio y el progreso en un eterno mar de lágrimas. VIVA LA LIBERTAD CARAJO…!!!”. Irremediablemente, la respuesta se puede encontrar en aquella frase de Antonio Gramsci que tanto se utiliza para ejemplificar momentos oscuros de la humanidad: “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Y así estamos, en el debate de lo que fue, lo que es, lo que puede llegar a ser, y mientras tanto la crueldad.
En el goce de la bestialidad, donde las mentiras y el deterioro se florean con intensidad, ya nadie cree en nada. Se genera desconfianza y una descomposición tal que se naturaliza la verborragia presidencial y nos atrapa en la necesidad de la respuesta. Y así seguimos, enredados.
Pero cómo se hace para no darle entidad al dibujo del bufón de Nik, con un Milei saludando a una Plaza de Mayo que lo ovaciona, suceso que hasta ahora nunca ocurrió; o escuchar a los Granaderos de San Martín entonando el “Feliz Cumpleaños” al Presidente. La derecha además de ineficiente, es bruta y brutal.
Todo este disparate está sustentado por las milicias digitales de las redes que justifican barbaridades y noticias falsas con insultos y exposiciones al límite, como un grupo de tareas en la era de la Inteligencia Artificial, donde poco a poco, nada es lo que se supone que debería ser. Ahí están, fanáticos de la obviedad que se aburren en el medio de un prólogo y repiten con lo que a simple vista están de acuerdo. Esta descomposición social, promovida por el Gobierno, toma una envergadura preocupante cuando las diferencias se trasladan a la vida real con más represión en las calles. Dato histórico para la administración actual: En general, a los gobiernos que no reprimen les va mejor que a los que sí lo hacen.
En este recorrido, donde todo el tiempo se mezcla lo cruel con lo banal, lo que sobrevuela es la incógnita sobre si estamos inmersos en una de las tantas crisis por las que hemos atravesado a lo largo de la historia o si es el principio de una decadencia hasta ahora desconocida. De la crisis se sale, en el ocaso del túnel hay que aferrarse de las paredes.
Por eso hay que reconciliarse con el sentido común, pero antes hay que hacer el intento de perforar el odio y la indignación, los sentimientos más básicos que tenemos los seres humanos, porque paralizan y se resguardan en la queja. Hay que despegarse de lo irreal, de lo que no se ve, de lo que no importa, y confrontar ideas para vencer a quienes trabajan para una minoría de alta gama en detrimento de millones y millones de pobres. Es cierto que no podemos escapar de lo que somos, pero además de los principios, verdades y razones que se ponen arriba de la mesa, para fortalecerse hay que saber elegir una contradicción y convivir con ella. Tarea para nada sencilla.
Todo está ahí cerca. En “Macbeth”, tres brujas le dijeron al protagonista que nadie nacido de una mujer podía dañarlo. Él se creía inmortal, pero hasta las profecías engañan. Macduff, quien finalmente termina asesinándolo, había nacido por cesárea ya que su madre falleció minutos antes. Nada es imposible, por más irreal que parezca.
X: @fedechechele
Imagen principal: “La tormenta en el mar de Galilea”. Internet