Por Cecilia Fernández Lisso* | El arsénico es una de las diez sustancias químicas que la OMS considera más preocupantes para la salud pública. Este organismo fijó en 2006 un límite recomendado para su concentración en el agua potable de 10 partes por billón (ppb). El consumo de agua con concentraciones mayores a estos valores produce una enfermedad llamada Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE) que se caracteriza por presentar lesiones en la piel que evolucionan hasta afectar el funcionamiento hepático, renal y respiratorio. “Está comprobado que el arsénico puede ser cancerígeno”, publicó en 2015 el CONICET, asegurando que en Argentina todo el centro del país desde el Río Paraná hasta la cordillera tiene niveles elevados de arsénico en agua y por consecuencia en alimentos, “Hay que eliminar el arsénico”, afirmaron.
Informe al 2018
3 años más tarde publicaron desde la Red de Seguridad Alimentaria de CONICET, el informe “Arsénico en Agua” que en su punto 9 de conclusiones y recomendaciones expresa:
“La zona más afectada por el As en Argentina es la llanura Chaco-pampeana, en el centro del país, que cubre una superficie de alrededor de 10 millones de km2, y es una de las regiones más densamente pobladas del país. Las provincias más afectadas son Córdoba, Santiago del Estero, Chaco, Salta, Tucumán, Santa Fe y La Pampa, siendo las tres primeras las provincias con las más altas concentraciones de As. Se pone énfasis en la importancia sanitaria de la presencia de As en el agua de consumo humano a través de la descripción de los efectos sobre la salud humana”
“La exposición crónica al As ha sido asociada con una variedad de problemas de la salud, conocidos en Argentina como HACRE, incluyendo varios tipos de cáncer (piel, pulmón, vejiga, hígado, riñón y próstata), enfermedades o efectos neurológicos, gastrointestinales, hematológicos, patologías perinatales y otras manifestaciones clínicas, inmunológicas, efectos vasculares, incluyendo infarto de miocardio, hipertensión, diabetes, aborto, bajo peso al nacer, hiperqueratosis e hiperpigmentación. El engrosamiento palmoplantar, la hiperqueratosis, el aumento de la pigmentación de la piel y el desarrollo de cáncer de piel, pulmón y vejiga son los problemas de salud más frecuentemente reportados”, agrega el estudio.
“Es urgente la selección de los métodos más apropiados para la remoción de As –advierte el texto-, pero debe destacarse que en el país existen varios ejemplos de tratamientos exitosos y grupos de investigación y desarrollo con experiencia trabajando en el tema”
“Este grupo ad-hoc opina que, en Argentina, debido a la gran cantidad de personas que pueden estar afectadas, las acciones a tomar con relación a la problemática del As deberán constituir una política de Estado”, alertan.
Informe al 2024
La reciente investigación dirigida por Alejandro Oliva, director del programa de Salud y Medio Ambiente del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario, que utiliza información publicada y suministrada por 12 provincias (que actualmente representan el 70 por ciento de la población total de Argentina) y se basa en el parámetro límite estipulado por la OMS, expresa que actualmente más de 17 millones de personas en Argentina están siendo afectadas por el consumo de agua y alimentos con arsénico.
Por la dimensión del conflicto sanitario, Alejandro Oliva lo equipara a “una epidemia”. De hecho, se elaboran estudios que comprueban la conexión entre este contaminante y enfermedades como cáncer y alzheimer. Con la información recopilada de 12 provincias, elaboraron un mapa que podría servir a la población como alarma y a los gobiernos como base de políticas públicas orientadas a frenar su impacto.
“Con este tema todos miran para el costado. Ya lo hemos conversado con diferentes ministerios provinciales y lo único que les preocupa es que esto no salga a la luz, porque deberían dar respuestas”, indica Oliva; “Si no se monta una vigilancia y se garantiza una seguridad hídrica que controle obligatoriamente lo que sucede, esto se volverá mucho más serio que cualquier problema de salud pública”, alerta.
El arsénico es un contaminante de origen natural que proviene de la erosión de las rocas en los acuíferos. Sin embargo, también se reporta como el resultado de actividades humanas, vinculadas a procesos industriales como producción de cueros y maderas, minería, fundición de metales y uso de pesticidas.
“Hay que tener en cuenta que otras 12 jurisdicciones no manejan información. Por ejemplo, Ciudad Autónoma de Buenos Aires no aporta datos porque se supone que no hay arsénico en el agua que toman los porteños porque las bocas provienen del Río de La Plata. Sin embargo, no es tan así: hay zonas de la capital que están abastecidas de napas locales”, explica el especialista.
A principios de noviembre el Instituto Tecnológico de Buenos Aires también relanzó el Mapa del Arsénico en Argentina, una herramienta que se propone monitorear la presencia de arsénico en el agua de diversas regiones del país. Este relanzamiento estuvo acompañado con un llamado a la comunidad a contribuir con nuevas muestras.
En la página se puede leer: “La ingesta sostenida en el tiempo de aguas contaminadas con arsénico incrementa el riesgo de padecer un cuadro clínico tipificado como Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE). Su falta de tratamiento genera patologías como el cáncer de pulmón, cáncer de laringe, tos crónica y/o persistente y fibrosis pulmonar”
Afectaciones y posibles soluciones
En Argentina, las provincias más afectadas por la contaminación de agua con arsénico son: Córdoba, Santa Fe, Santiago del Estero, Chaco, Tucumán, La Pampa, Jujuy, el conurbano bonaerense, Provincia de Buenos Aires y Catamarca. El uso de agrotóxicos asociados a la agricultura ha profundizado la problemática y las mineras en Catamarca y San Juan contaminaron el agua con metales y metaloides como el arsénico:
-La minera Bajo La Alumbrera, en una zona donde escasea el agua, consumió hasta 100 millones de litros de agua al día.
-En el río Blanco, los análisis detectaron 0,33 mg de arsénico por litro, mientras que la OMS establece como límite máximo 0,01 mg por litro.
San Juan, debido a la actividad minera de las empresas Barrick Gold y Shandong Gold, que derraman residuos en ríos y napas, encontró mercurio, plomo, aluminio, manganeso, níquel y arsénico (entre otras sustancias muy perjudiciales para la salud humana y sus actividades agrícolas), con valores muy por encima de los parámetros aceptados para consumo humano.
La manera principal de prevenir la exposición al arsénico es tener acceso a un suministro de agua que no sea peligroso para beber, preparar alimentos e irrigar cultivos.
En nuestro país se han desarrollado diferentes tecnologías para eliminar el arsénico del agua, como el uso de hierro metálico, la coagulación y la ósmosis inversa y, si bien es utilizado en algunas plantas potabilizadoras no está implementado como una política de salud pública que garantice el agua saludable para toda la población. Según el informe de la UNR pronto a ser publicado, hay más de 17 millones de personas consumiendo agua con arsénico.
Hasta ahora la búsqueda de soluciones sigue siendo individual como parte del circuito de consumos, búsqueda de napas no contaminadas para realizar un pozo nuevo, compra de agua embotellada (que no siempre garantiza los estándares saludables), filtros domésticos para tomar agua y lavar alimentos -que no resuelve del todo porque por piel también se afecta el organismo-, y no hay información clara con respecto a qué hacer con los filtros domésticos usados que, al ser de uso limitado (duran entre nueve meses y un año), se convierten en un residuo contaminante abonando los circuitos aceleradores del cambio climático.
Estamos en un punto de crisis severo de los modos de producción y reproducción capitalista que requiere transformaciones profundas de reorganización económica y social. El ordenamiento hiperurbano ha intervenido de tal forma los ciclos vitales que los habitantes nos vemos sumidos en un modelo de absoluta dependencia y mucha ignorancia. Los territorios están siendo esquilmados para la megaindustria y sus poblaciones relegadas del acceso a su propia tierra. Nuestras organizaciones, presentes en toda la Argentina y la región, podrían cumplir un rol protagónico que motorice articulaciones para la recreación de los modos de habitar en diálogo con los pueblos, su producción y con la naturaleza.
Hasta hoy pareciera que la pulseada entre el capital económico y la vida humana sigue siendo incomprensiblemente desproporcionada.
*Cecilia Fernández Lisso es integrante del área Salud del Instituto de Estado y Participación de ATE Argentina (IDEP-Salud)
Publicado originalmente en IDEP-Salud