Por Violeta Moraga / Equipo de Comunicación Popular Al Margen | Una herida oscura atraviesa la Comarca Andina, donde los árboles quemados que se estiran desnudos hacia el cielo ya son parte del paisaje; en algunos sectores de manera más reciente, en otros, transformados en bosques blancos que trepan por la montaña como un mal recuerdo. En el medio, lo nuevo: brotes que se esfuerzan en recubrir esa cicatriz que taladra en la memoria de los pobladores.
Empieza el otoño. Las hojas se amarillean y el aire cambia, casi puede palparse el espesor. La huella de los incendios se esparce por todo el camino que serpentea hasta Epuyén. Las casas que quedaron erguidas son la postal de un milagro.
Desde el mediodía, una hilera de autos se arrima al Predio de los Artesanos donde fue convocado el Festival Solidario organizado por el Centro Cultural Antu Quillen. La lista de artistas es memorable y, en la previa, parece imposible que todo eso vaya a ocurrir en un mismo día. Pero ocurre: hay un sol brillante y el lugar del encuentro es un colchón mullido que se salvó del fuego que lamió sus bordes.
Hay venta de plantas, de comida, artesanías. Hay muestras de arte, esculturas que dejan hierros retorcidos a la vista. Restos de bicicletas quemadas que un niño sigue tironeando para jugar.
Las personas van llegando y transitan por los puestos, acomodan las reposeas con calma, almuerzan, se descalzan, extienden mantas en el suelo. Los niños y niñas juegan. Parece una escena de La Belle Verte, un renacimiento.

Desde un costado del predio un grupo de brigadistas observa de lejos el ir y venir de la gente como si todavía tuvieran que resguardar la vida desde las alturas. “Nunca habíamos visto un incendio de esta magnitud”, recuerdan con la mirada hacia donde inició el fuego. Los ojos brillan como si todavía el humo los nublara. Llevan puesto el uniforme, chaquetas rojas que se distinguen a la distancia. Gregorio, José Luis, Roberto, Nahuel y Luis pertenecen a la Brigada de Incendios Forestales de Epuyén y cuentan a su turno imágenes similares de los incendios de enero que lo consumieron todo: “Fueron minutos muy desesperantes, sobre todo para la gente que iba perdiendo su casa. Nos superó en todo sentido, había muchísimo fuego, estábamos rodeados. Ayudábamos con una casa y se nos quemaba otra”.
En 25 años de servicio, dicen, nunca habían visto algo así. “Le dije a mi hermana que se lleve a las nenas para que no vean lo que estaba pasando. El fuego era incontrolable. Hicimos todo lo que pudimos, pero la situación nos desbordó -detalla Roberto y habla de cómo caló la experiencia en sus vidas-. Fue un incendio diferente, estamos acostumbrados a trabajar en la montaña, en el bosque, pero ahora había casas, vecinos, familiares; no solo teníamos la preocupación de apagar el fuego, sino varias situaciones más, como luchar para que las llamas no lleguen al pueblo”.
La vida en el día a día cambió desde entonces, aunque por momentos parezca que todo fue un mal sueño. Sin embargo, lejos de caer en el olvido, como suele suceder al ritmo del frenesí mediático que levanta héroes para olvidarlos a la vuelta de la esquina, esperan que algo se transforme para cambiar un sistema que necesita cada vez más prevención, reconocimiento de tareas, herramientas de trabajo y lazos con la comunidad: “Hoy muchos viven con miedo, porque lo que pasó fue sorprendente, no solo para nosotros que combatimos incendios. Esperamos que con la fuerza de los vecinos Epuyén salga adelante, la gente es muy solidaria”.
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Magdalena Fleitas abre el concierto y de ahí en más todo será una fiesta, una onda expansiva que barre la tristeza de los sucesos recientes y recuerda el poder de lo colectivo. Parte de las familias afectadas subirán más tarde al escenario para visibilizar la delicada situación en la que se encuentran, con subsidios insuficientes, que no llegan a todos, que solo duran cuatro meses y los dejan a la intemperie en el momento más crudo del invierno.
“Desde el primer momento hicieron campaña con esta tragedia. Las ayudas que se ofrecen no solo son insuficientes, sino que tampoco está garantizado el acceso a lo poco que se ofrece. Los subsidios de alquiler y subsistencia no están siendo depositados a todas las personas que lo tienen aprobado”, detallan desde el escenario y dejan saber que la solución habitacional prometida para los inquilinos es un voto de fe, más que un hecho concreto. “Hoy hay muchas familias viviendo en carpas o hacinados en lo de amigos y vecinos que nos abren sus puertas de corazón. No se han contemplado medidas que reparen el daño o ayuden a recuperar lo perdido, apenas repartieron algunos rollos de alambre”, aseguran.

Los vecinos también hicieron hincapié en la responsabilidad de la empresa forestal Bosques de Epuyén por sus décadas de abandono: sus forestaciones de pino sin control no ofrecen más que riesgo de incendios, ratadas y desequilibrio en el ecosistema. “Sabemos que la velocidad e intensidad de la propagación del fuego fue responsabilidad de este total desmanejo. Rápidamente, esta empresa post incendio se dedicó a pedir excepciones para vender lotes, hacen negocios inmobiliarios con nuestro dolor”, cuentan.
El gobierno nacional tampoco quedó desligado de responsabilidad de las catástrofes ígneas que se sucedieron y volvió a escucharse el reclamo por el desmantelamiento del Plan de Manejo del Fuego y la modificación del uso de las tierras quemadas, hoy totalmente libres de ser rematadas al mejor postor sin que nadie las proteja. “Nos dejó en un punto de extrema vulnerabilidad frente a proyectos extractivistas que anulan nuestra forma de vida”, dicen los vecinos.
“A pesar del sentimiento de desidia y abandono estatal, nos sentimos enormemente abrazados por nuestra comunidad. Estamos agradecidos, no solo con amigos y familiares, sino con la masiva organización comunitaria que se dedicó desde el primer momento a sostenernos y hoy nos acompañan en la reconstrucción de nuestro hogar. Agradecemos a las asociaciones, fundaciones, escuelas, iglesias, brigadas, bomberos, empleados municipales, vialidad, asambleas, juntas vecinales, centros comunitarios, vecinos autogestionados por todo el acompañamiento y contención brindados, sin ellos nuestra situación sería doblemente crítica. Agradecemos este hermoso evento, esta enorme ayuda y la revitalización de nuestro lugar con este encuentro de pura cultura: el incendio ya no tiene llamas, pero dejó mucho por reparar y prevenir. No nos dejaremos caer, a pesar de que nos usan para criminalizar a un pueblo originario que cuida su lugar -durante el evento también se demandó la liberación de Victoria Núñez Fernández, única detenida en los allanamientos a comunidades mapuche en Chubut realizados este martes 11 de febrero-. Gracias a nuestro querido pueblo, gracias a esta tierra que nos brinda vida, seguiremos unidos y nos vamos a levantar”, concluyeron.
La necesidad de repensar la relación con el territorio, el cuidado de los bosques nativos, el ordenamiento territorial y otras cuentas pendientes fueron también postales de este día. Desde el escenario Lucas Chiappe, quien vive en Epuyén desde el 76 y ha llevado adelante luchas ambientales con tenacidad quijotesca alienta a seguir empujando desde donde reside la verdadera fuerza: la comunidad.
Es que, el incendio dejó en evidencia la precariedad de los servicios de emergencia y la falta de preparación, pero también demostró que la solidaridad de la comunidad fue lo que fortaleció a todos de manera inmediata, algo que se destacó desde Bomberos Epuyén: “Fue muy gratificante ver acercarse a vecinos con botellas de agua, frutas, barritas de cereal para los bomberos y brigadistas; conformarse las brigadas autogestivas que apoyaron el trabajo -señalaron y se alentaron a estar mejor preparados-. Es muy importante que en este periodo de otoño, invierno y primavera hagamos los trabajos preventivos en nuestras viviendas, que las autoridades fortalezcan a las instituciones que ya existen y apoyen a los grupos de vecinos que se están organizando para poder paliar los incendios forestales que temporada tras temporada nos ponen en jaque”.
Así también fue señalado por la referente de la Secretaría de Bosques de Epuyén: “Es necesario que cada uno desde el lugar que nos toque -empleados del Estado o pobladores en general- sigamos haciéndonos cargo de cuidar los recursos, comprometiéndonos”, culminó y alentó a seguir acompañando en el cuidado del bosque nativo. “Revaloricemos y tomemos conciencia de los recursos naturales que nos rodean. Hay actividad que persisten sin medir consecuencias. No se dimensiona que estas áreas son nuestros pulmones. Es momento de replantearnos qué perfil de Epuyén queremos, entendiendo que elegimos vivir y convivir con el bosque”.

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El sol se oculta en un último destello y sube al escenario Perotá Chingó. Le sigue Loli Molina, Lisandro Aristimuño, Raly Barrionuevo, Chango Spasiuk, León Gieco y Eruca Sativa, todos venidos a estas tierras para brindarse y ofrecer desinteresadamente su arte, dando cuenta una vez más de lo indestructible de la cultura, sonrisa de los pueblos.
Lo colectivo también se expresa en el escenario, donde los artistas comparten repertorio, se suman, se completan. Las canciones de hoy y de siempre resuenan en todo el predio y se cantan a viva voz. El ida y vuelta con el público construye un hilo que une a los miles que presencian este evento de dimensión conmovedora.
Hacia el final, todos suben a cantar con León Gieco “Solo le pido a Dios” y parece que la canción hubiera sido escrita para hoy. Los versos de siempre llaman a no mirar para otro lado, mientras sopla un viento sur que también se esboza como una plegaria: Campo de colores se cubre en tu luz /Deja la lluvia caer/ Riega los suelos del sur/
Moja la nueva cosecha que vendrá.