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Música

Amílcar Nadal: “Uno hace política al llevar adelante la primera banda argentina de reggae de afrodescendientes”

El cantante, exintegrante de Lumumba junto a su hermano Fidel, presenta su libro biográfico. El exilio, la lucha antiracial de su padre, la infancia en una iglesia, los inicios en la música y su involuntaria “participación” en el atentado del ERP al dictador Somoza.
Publicado 29/07/2025 32 minutos para leer
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Por Leo Vázquez | A esta altura, Amílcar Nadal ya es un nombre reconocido para quienes gustan del reggae, los ritmos afro caribeños, el rap y el hip hop. Ha formado el inolvidable trío Lumumba, pilar de la música negra hecha por argentinos, junto a su hermano Fidel y el gran Pablito Molina, el otro cantante de Todos Tus Muertos, fallecido hace no mucho. Lo que tal vez no todos sepan es que además es compositor y cantante de una interesante carrera solista, es exiliado de la dictadura, exjugador casi profesional de handball, baterista de una iglesia, hijo de un padre guerrillero y preso político del terrorismo de Estado, da charlas motivacionales y es coach ontológico (se recomienda guglear para saber más) y escritor.

A esta última actividad se intenta arrimar esta nota, porque acaba de lanzar Donde el destino te lleve (Editorial Los Robles), su libro biográfico escrito junto a la destacada periodista chilena Ana Campos.   

Dice la contratapa: “Esta biografía vibrante narra la vida de un hombre que emergió desde un gueto en Estocolmo para conquistar el mundo al ritmo del reggae. A través de sus propias palabras, este hijo de un revolucionario argentino afrodescendiente relata con sinceridad y emoción sus primeros años, marcados por el abandono paterno, las carencias económicas y la discriminación en las frías calles suecas. Superando esas adversidades, Nadal encontró en la música su salvación y, con una determinación inquebrantable, comenzó a ahorrar cada centavo para hacer realidad su sueño: regresar a Argentina y reunirse con su hermano Fidel, un ícono del reggae y cofundador de la mítica banda Todos Tus Muertos. Juntos formaron Lumumba, con la que se lanzaron a una vida de giras internacionales, conciertos multitudinarios y un sinfín de experiencias que desvelan lo que realmente ocurre tras los escenarios”.

“Esta obra no es solo una biografía, sino un testimonio de tenacidad, optimismo y resiliencia. Es la historia de un hombre que, sin espacio para el resentimiento, ha transformado cada desafío en una nueva melodía, mostrando al mundo que, con valentía y perseverancia, cualquier obstáculo puede convertirse en una oportunidad para crecer” agrega.

Desde Chile, donde vive junto a su familia, Amílcar conversa con el programa TDK de Somos Radio y con Canal Abierto, recordando su infancia, los primeros pasos en la música, el reencuentro con su hermano, la grabación iniciática de Lumumba, la lucha de su familia contra la discriminación y de su platea preferencial para ser observador privilegiado en una de las fases de un hecho medular de la lucha armada latinoamericana en los 70.      

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Sos un ser que ha pasado por varios lugares del mundo

-Sí. Tocó eso. No creo que sea algo que uno elija, creo que es algo que viene con el karma.

¿Lo mismo pensás que pasó con la historia de tu papá y todo eso?

-No, yo creo que la historia sí uno va armándola, pero sí pienso que él nunca se imaginó que iba a terminar viviendo cinco años en Estocolmo. Yo creo que eso uno nunca lo tiene calculado. Así que los viajes, los países en los que uno va aterrizando son como parte de la aventura.

Fueron a parar a Estocolmo porque acá había una dictadura…

-Ni más ni menos. O sea, mi viejo primero estuvo preso en Devoto y después de ahí cuando salió tuvo un tiempo afuera y se lo llevaron a Sierra Chica. Ahí estuvo del 76 hasta noviembre del 77. Sierra Chica es una cárcel donde van delincuentes peligrosos.

Tu papá en realidad no era un delincuente, era un militante

-Claro, eso él lo explicaba después, me decía: “no creas que nosotros éramos capanga ahí, sino que éramos los de menor rango posible. Entonces para que no se abusen teníamos que ir todos juntos”. Entonces decía que iban todos juntos al baño, a comer, todos juntos a dormir.

Todo por una idea una idea política, unos principios, una forma de de pensar…

-Sí, tal cual. Mi vieja fue la que se movió para poder sacarlo y la historia empieza con que mi papá se llamaba Elías de segundo nombre. Entonces, a través de un cura, mi mamá logró armar una historia para decirles a los militares que mi viejo era judío. Nada que ver.

Los militares le decían “esto no te lo cree ni Magoya, pero vamos a darle tres días para que ustedes desaparezcan de acá y si no desaparecen en tres días, lo vamos a ir a buscar y ya no lo vas a ver más”. Así que cuando salió nos fuimos a primero a Brasil y de ahí un avión de la Cruz Roja a Estocolmo, Suecia.

¡Enrique Nadal era tu papá!

-Sí. Fue actor en una época que nosotros no recordamos porque ni habíamos nacido.

También hizo mucho por la cultura negra

-Claro, después de estar en Suecia, cuando volvió vino la democracia con Alfonsín y él empezó a trabajar con el tema de los afrodescendientes argentinos, de los afroargentinos.

Trabajaba en el Congreso, ¿no?

-Sí. Y el tema era que él no era reconocido como argentino por ser negro.

Pero ¿dónde había nacido?

-En Buenos Aires.

¿Y por qué no era reconocido como argentino?

-Y porque en Argentina a los que son negros no se los identifica como argentinos y no se les reconoce la historia de esclavitud que tiene Argentina, porque supuestamente en Argentina no hubo esclavitud.

Entonces, mi viejo empezó todo este tema, a sacar evidencias de que, por ejemplo, si vos te fijás en los diarios del 1800, en la parte de atrás, en casi todos los diarios dice “Se vende esclava… huesos de tal grosor, buenos dientes…” y eso está en los diarios, lo puede buscar cualquiera.

Entonces, con eso empezó todo un movimiento de afrodescendientes que lograron identificar una parte de la historia de Argentina que estaba siendo callada o no visualizada.

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Tengo entendido que Nadal en realidad no es el apellido de tu papá, sino que tomaban el apellido de lo que sería el patrón.

-Exactamente. El primer Nadal de nuestro linaje llegó a Buenos Aires en 1590, por esa época. Y el que lo compró a él se llamaba Nadal. Entonces, de ahí viene toda la descendencia hasta el día de hoy, que yo también me llamo Nadal.

Falta contar un eslabón de la historia de tu padre. ¿Por qué llegó a estar preso? ¿Qué militancia traía desde antes? Él estaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo, ¿no?

-Exactamente. Ese era su partido, su ideología, sus compañeros, esa era su vida.

¿Y dónde y por qué lo detuvieron?

-Yo la verdad que no creo que existan razones por las cuales lo hayan detenido. Si ustedes se fijan no existía una explicación de por qué vas detenido, sino que te llevaban nomas, como pasó con un montón de de detenidos. No hubo una explicación, solo por ser miembro del ERP lo detuvieron.

Por ejemplo, ahora que está a full El Eternauta, Oesterheld, al final cada uno tiene el derecho de tener su ideología. Me emociona que hoy la serie la rompa y cuánto perdura una ideología, que pase lo que pase triunfa a través de los tiempos.

Cuando parecía que iba para otro lado la idea política, de repente aparece El Eternauta y se abre una puerta de memoria…

-Sí, de una reivindicación. Me encantó la serie, está muy bien hecha.

Tu niñez fue en Suecia, por el exilio…

-Mi nacimiento es en Buenos Aires y a los 3 años llegué a Estocolmo. Así que la infancia y adolescencia fue en Estocolmo.

¿Qué lazo tenés con Suecia?

-La verdad es que cuando uno cuando se cría en un lugar, le tomás afecto a la niñez, la nostalgia de la niñez, de la adolescencia, sobre todo de la adolescencia que es algo fuerte, y la mía fue espectacular. Yo la pasé muy bien. Empecé a jugar al handball desde chiquito. Ahora, Suecia no es mi país. La niñez pasa rápido, la adolescencia más aún, son etapas que uno no ve mucho más allá de tu casa y de tus amigos. Y cuando te toca ver ya de adulto la sociedad, cómo está compuesta, qué tipo de ideología hay en general en el país, hacia dónde va ese país, cuáles son sus intereses, yo me sentí muy desidentificado con lo que era Suecia y no volví más.

¿Había atisbos de música? ¿Hacías algo de pibe, de adolescente?

-Sí, mi vieja se aferró un poco a la religión. Entonces empezamos a ir a una iglesia de ahí con latinoamericanos, una especie de iglesia evangélica y yo aprendí a tocar la batería ahí.

Entonces me empezó a gustar, no era muy técnico tocando la batería. Había bateros que eran muy virtuosos, pero lo que yo entendí rápido fue las diferentes dinámicas de las reuniones. Por ejemplo, los lunes, que era estudio bíblico, era muy poco lo que se necesitaba de la batería. Era como acompañar. Los miércoles, que era reunión de oración, era más acompañar a la gente en su petición de lo que querían orar o lo que estaban contando que les había pasado y ahí ya las canciones se ponían más profundas. Y el domingo era la fiesta. Ahí ya la cosa se ponía más efervescente,  ahí se podía meterle más fuerza, a los golpes. Entonces cuando llegó Lumumba lo que entendí rápido fueron los climas en la canción para componer.

Lumumba llegó cuando volví a Buenos Aires y con mi hermano nos fuimos a Jamaica. Ahí nació.

¿Cómo es encontrarse con un hermano 15 años después?

-Nosotros tenemos diferentes madres, entonces yo soy el mayor de mi mamá y él es el mayor de su mamá. Pero yo soy menor que él. Como hermano menor uno siempre tiene esta admiración al hermano mayor. Cuento esto porque por ejemplo cuando él estaba en Suecia el viejo no nos dejaba tocar nada que sea bajo el sello capitalista, Coca-Cola, revistas, nada. Y entonces Fidel se compraba unas revistas de música, las escondía, como dormíamos juntos a la noche él sacaba la revista y la leía escondida. Yo le decía “papá te va a matar, nos va a matar”. Yo era más chico y no entendía nada, eran punk las revistas. Me decía “mirá los pelos”.

Entonces él se quedó allá como tres meses más o menos. Y cuando volvió a Buenos Aires, Jorge Serrano, el guitarrista de los Auténticos Decadentes, volvía de Estados Unidos y ambos llegaban con la misma información y en ese entonces Jorge, que era el guitarrista de Todos Tus Muertos, los dos se hicieron punks, coincidieron mucho en “esto es lo que se viene”. Y cuento esto porque, no sé, dos años después que se fue mi hermano, mi viejo entra a la pieza y me tira una revista en la cama y me dice, “mira tu hermano, mira el ejemplo”. Y Fidel salía en la tapa con otros, todos punks y decía “la nueva Argentina” o algo así, la tapa.

Como que para mi viejo era un golpe durísimo. Lo que él no entendió es que él nos crió para seguir nuestra ideología, justamente eso era lo que él nos estaba enseñando.

Así que cuando lo volví a ver, era toda esta historia de rebeldía que yo sabía que había y la admiración, obviamente. Yo nunca fui punk tampoco, esa no me pegó, no agarré esa onda.

Pero a pesar de la sorpresa de tu padre, algo de su legado quedó en el mensaje de las letras, de la composición y del arte de Fidel, ¿no?

-Claro, los hijos que fuimos exiliados, de los revolucionarios, o los hijos de los que fueron detenidos por tener ideología -yo después cuando volví a Buenos Aires me junté con los hijos de un grupo que se llama Hijos del Exilio-, y claro, lo que coincide es que la mayoría no sigue la ideología del padre, pero sí siguen el fundamento de la ideología que es que vos tenés derecho de pensar lo que carajo querés y dale para adelante con tu propia ideología. Eso quedó inculcado, digamos. ¿Por qué no podemos pensar lo que carajo queremos pensar? Ese es el mensaje que yo rescato.

Muchos no quieren estar en un partido político, pero por ahí lo hacemos desde las letras de una canción, esa es la evolución de lo que nos dejaron. De que lo puedes hacer a través de arte, del  deporte, la ciencia, lo que sea.

¿Algo de toda esta memoria que estabas comentando o de esta transmisión de la memoria que también salió cuando hablábamos de El Eternauta, está reflejado en tu libro?

-No porque yo solamente conté mi historia, lo que me pasó, lo que nos pasó y después cómo formamos la banda Lumumba, cómo fue el éxito y el fracaso, más que nada el fracaso, cómo fue y cómo es ser músico, cómo es tener una vida como padre, como pareja…

¿Por qué hablas de fracaso?

-Porque, por ejemplo, te cuento una anécdota: Fuimos a tocar a Colombia y para mí fue un exitazo y estábamos todos chochos. Y después nos pagan con dólares falsos. Entonces teníamos que sobrevivir. Me río ahora pero teníamos que sobrevivir con plata falsa, no teníamos ni para comer.

Entonces, el golpe de pasar de que tengas un montón de público cantando tus canciones y al otro día que no puedes ni ir al quiosco a comprarte un caramelo, de eso también se trata mucho el alto y bajo, el día y noche de ser músico, ¿no?.

¿Lo primero que hiciste fue Lumumba?

-Sí, sí. Eso fue lo primero. Fidel me había dicho “vení conmigo a Jamaica que voy a grabar un disco” Y mientras él estaba ahí en Jamaica, estábamos Pablito y yo al pedo. Y Pablito fue a cantar, no sé, a apoyar un poco y yo nada, de vacaciones. Y en un momento Fidel entra y me dice “tomá, te toca grabar”. Y ahí fue cuando yo dije, “yo no he hecho nada en mi vida” y él me responde “bueno, en algún momento tenés que empezar, o qué vas a hacer”.

Y ahí fue el gran desafío. Grabé la primera canción, el ingeniero paró todo y dijo, “este no puede cantar, no puede hacer nada”. Entonces me acordé de una rapeada que yo había hecho con mis amigos en el barrio en Estocolmo.

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O sea, vos con tus amigos jugabas a cantar, a rapear…

–Sí, pero muy en joda, nada serio. Sin presión. Y en el momento me acordé que escribí la letra en una servilleta, en un bar y rapeaba sobre esa servilleta y mi amigo me decía “qué buena que está, esa sí está buena, tenemos que hacer una banda”. Esto todo bajo la influencia de varios tragos.

Y cuando estaba en Jamaica, cuando arrancó la base  yo no sabía qué grabar y de repente me acordé de esa y le dije “dame una oportunidad más”. Pone REC y ahí pum, largo el rapeado ese que me acordé de esa vez y encajó justo. Y de ahí quedó eso como el tema que le terminamos haciendo un video y el tema fuerte del disco fue ese.

Más allá de la sorpresa ¿no era un plan tuyo dedicarte a la música?

-No. Cuando estábamos en Estocolmo mi vieja me dice “yo te conozco, vos te vas a meter en problemas, así que te anotas en la universidad para estudiar o algo, pero no vas a ir así solo porque vas a terminar muy mal”. Entonces me anoté en la universidad con un préstamo de estudios en Suecia  y entré a la carrera de Kinesiología. Empecé a estudiar y también a ensayar y a grabar canciones y todo. Me pasaba promedio siete u ocho horas estudiando en el día y a la noche jodiendo con las canciones, escuchando discos viejos.

Hasta que se puso muy complicada la convivencia de ambas cosas y opté por la música.

Yo jugué al handball de los 10 años hasta los 21. Llegué a ser como una especie de cadete profesional. Jugué en serio, entonces todo el tema de lo que son las lesiones, el deporte, me encanta. Sigo entrenando y el deporte fue el salvavidas que me lo voy a llevar hasta la tumba.

La política siempre está metida en tu vida…

-El participar en un partido no se me ocurriría, pero yo creo que política uno hace sí o sí en la ideología que llevás, todo el tiempo, en cada cosa que hacemos, en la manera que escribí las letras, en la ideología de llevar a una banda para adelante y ser la primera banda argentina de reggae de afrodescendientes que realmente agarra todo el género reggae, ska, dancehall, que se va a Jamaica y graba un video en la calle, estábamos haciendo cosas que no las había hecho nadie.

¿Qué fue lo primero que escribieron en el libro?

-Lo que sale en el libro. Es una anécdota en el jardín, que era segregado, para decirlo así. Todos los que éramos latinos estábamos en un sector y los suecos estaban en otro.

Entonces, un día viene Lolo y me dice, “¿vos sabes Amilcar que va a venir Drácula y te va a comer y te va a chupar toda la sangre?”. Creo que teníamos 5 años. Entonces llego a mi casa y le cuento a mi papá, y él me responde “Amílcar, nosotros somos comunistas, Drácula no nos puede hacer nada porque somos comunistas”. Al otro día volví al jardín y le digo, “Lolo, Drácula no me puede hacer nada porque somos comunistas”, y ella se quedó mirándome como que no entendió nada. A mí se me mezclaba todo.

Me costó volver a ciertos capítulos que yo no quería entrar y tuve que hacerlo. Te cuento una que es la que no me gusta. Nosotros teníamos un compañero, yo habré tenido 6 años y él tenía 8. Ese chico desapareció, se lo violaron, lo ahorcaron, lo metieron una bolsa y lo tiraron en el bosque. No fue algo que lo pudieron ocultar de nosotros los chicos. Además esto salió en todos los diarios de Suecia. Fue fuertísimo. Ahí fue la primera vez que de verdad sentí miedo, me sentí tan desprotegido, no entendí nada, nada.

Y en eso hasta el día de hoy me cuesta entrar, relacionarme con esa emoción, acordarme de lo que fue esa desprotección que sentí. Y mi viejo encima que tenía cero pedagogía y me explicó todo lo que había pasado y mi mamá decía, “pará, no le cuentes”, era fuertísimo.

¿Y tu madre?

-Mi mamá es una persona que se fue de casa a los 12 años, se unió a un evento de circo, de teatro callejero. Es argentina hija de italianos que llegaron en el 1800. Mi vieja viene de un entorno rebelde. Y claro, conoce a mi papá, que era más rebelde aún y que trabajaban juntos. Y mi viejo, imagínate, negro carbón, llamaba la atención. Entonces, cuando mi viejo no apareció más en el trabajo, ella preguntó dónde estaba y le dicen, “está detenido en Devoto”. Mi vieja va a verlo y él le pide que se haga cargo de Fidel.

En el libro contás, con tus ojos de niño obviamente, que tu viejo participó del atentado al dictador nicaragüense Anastasio Somoza

-Sí, yo entendí después que había sido algo fuerte, nunca lo entendí en el momento. Mi viejo me dice, “mirá Amílcar, va a venir un héroe a casa, se va a quedar unos días”. Yo dije, bueno, va a llegar un tipo con una capa, músculos.

Entonces llego un día del jardín y estaba él en el living, Enrique (Gorriarán Merlo, alto dirigente del PRT-ERP), me saluda y escucho a mi viejo decir, “este es el héroe del que te hablé”. No tenía pinta de héroe, pelado, no tenía ni un músculo, medio gordito,

“Hola, yo me llamo igual que tu papá”, dijo. Eso no me lo voy a olvidar más.

Yo pasaba por el living y no me dejaban entrar, pero de vez en cuando me metía y veía que había dibujos sobre la mesa. ¿Cómo que mi viejo dibujando?, jamás lo vi agarrar dibujar una flor, nada. Entonces yo decía: “Qué raro”. Y veía como dibujitos en un papel, un autito, esto y lo otro, qué sé yo.

Y mi vieja estaba nerviosa, nerviosa todos los días. Muy nerviosa. Entonces, el se va, me hace despedirme de él y me dice, “Él ahora se va a hacer algo muy heroico”. Yo no entendía ni siquiera lo que era la palabra heroico. Y pasan unos días y mi vieja me lleva al supermercado y antes en Estocolmo se vendía el diario dentro del supermercado.

Y ella compró el diario, algo que no había hecho nunca en su vida. Y se lo lleva a casa, lo abre y dice, “Somoza asesinado”. Y ahí entendí un poco, me explicaron que habían logrado la misión. Todos esos dibujitos que había visto, era “cómo voy a salir de acá”, “el auto va a estar acá”, “son estos pasos”, esto y lo otro. Eso entendí después, obviamente.

Y pasaron los años, yo me acuerdo que un día Gorriarán Merlo saca su biografía. Y la abrí, la ojeé y empecé a buscar sobre el atentado. Y él en la biografía pone la historia y por suerte no nos nombró.

Yo creo que estuvo muy bien, no nos nombró con los nombres, pero si leen la biografía dice “una familia que me acogió en Estocolmo, Suecia para poder entrar a Paraguay y no levantar sospechas de un vuelo que nadie le iba a dar importancia”.

Cuando va pasando el tiempo yo también me doy cuenta que yo no comparto esa ideología, yo no pondría una bomba en mi puta vida a nadie.

Nota de autor: El exdictador de Nicaragua Anastasio Somoza Debayle se encontraba refugiado en el Paraguay de Alfredo Stroessner cuando el 17 de septiembre de 1980 un comando del PRT-ERP argentino lo ajustició disparando un cohete sobre el auto en el que viajaba.

El propio Enrique Gorriarán Merlo, quien diseñó y comandó el operativo, vació el cargador de su fusil M-19 sobre el parabrisas y su compañero, Hugo Irurzún, completó el plan con un disparo de bazuca que hizo explotar el vehículo. Gorriarán logró escapar. Irurzún fue capturado, torturado hasta la muerte y desaparecido.

El reggae tiene una ideología, ¿no? Lumumba, el nombre de tu banda, la religión… ¿te metiste porque viste que hay una cultura, una forma de vida?

-No mucho porque cuando arranqué con la música empecé a entender el mecanismo de las religiones en general.

Igual vos venías de chico con tu mamá en la religión

– Claro, yo claramente entendí la diferencia entre la religión y la espiritualidad. Eso lo entendí bastante temprano. Y que una cosa no tiene mucho que ver con la otra.

Cuando llegué a Jamaica pude más o menos verlo desde un lado más espiritual y ese lado me gustó mucho.

Era la primera vez que escuchaba los rastas hablar de que la comida estaba manipulada, de que metían venenos en los alimentos para enfermarnos, de que estaban conspiradas las farmacéuticas y empecé a ver cómo esa búsqueda de justicia de ellos tenía sentido.

Entonces me metí un poco, pero no desde el lado religioso, sino más del lado espiritual.

¿Y cuándo empezaste a componer?

-De una, fue muy loco eso también, me despertaba con las canciones en la cabeza.

Yo le decía, “Fidel, tengo esta canción”, y él me responda “bueno, vos sabes tocar la guitarra, componela”.  Y Pablito me decía, “Yo no sé escribir letras”,  entonces yo le decía “vos quedate tranquilo”.

Cuando Pablito venía a casa yo le decía “vos canta así” y yo después me acomodaba mi parte y después venía Fidel y cantaba la suya. Así fue como yo metía mis canciones y así fuimos armando el disco.

¿En que te inspirás, cuáles son tus influencias?

-Yo tengo mucha influencia de los vinilos que dejó mi papá cuando se separaron y el volvió a la Argentina, y era tan amplio todo que pasaba de Ray Charles, Jimmy Hendrix, del coro de la URSS a las flautas del altiplano peruano, era mucho y me gustaba todo, pero lo que me ayuda a pararme en un género especifico son el soul, el reggae y el hip-hop.

¿Qué recordás de Pablito Molina?

-La cantidad de queso que comía, lo amoroso que era con sus hijos, cómo le gustaba el chocloneo del fin de semana, lo simple que era, el talento enorme que tenía, hasta ahora no he escuchado a alguien con su voz, y también su lado oscuro que fue algo que me enseñó mucho, él fue un gran maestro mío desde la luz y la sombra.

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El libro se consigue en Mandíbula Producciones y en la web de Amílcar Nadal  

Entrevista realizada en Somos Radio AM 530 por Silvio Soler, productor y conductor del programa TDK, y por Leo Vázquez de Canal Abierto.

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