Por Inés Hayes | Este miércoles 10 de diciembre a las 18 se presenta el libro El tráiler en el Museo Nacional de Bellas Artes. Será en la sala 36 del primer piso y contará con la presencia del escultor Omar Estela y del director del Museo, Andrés Duprat.
Se trata de la huella gráfica del proyecto emprendido por los integrantes de Museo Urbano: Omar Estela, Gustavo Goldfarb, Cristina Avalle, Mariano Abraham, Germán Gárgano, Cecilia Benítez, Mabel Benítez, Rosana Dillon y Ana Aldaburu.
“Sin la intervención de textos curatoriales ni críticos con conceptos previos a la obra y su artista, establece un vínculo directo, simple e inclusivo, desprovisto de todo artilugio museográfico”, se lee en la introducción.
El libro recoge las experiencias de los y las artistas cuando con sus obras de arte montadas en el carrito con ruedas recorrieron los barrios porteños de Constitución, Retiro, Barracas, Costanera Sur, Nueva Pompeya, Almagro Chacarita, Balvanera, Recoleta. Ellos llaman a la experiencia “museo a la intemperie”.

“Queremos ver qué pasa con lo que hacemos, qué represente nuestra problemática en el espacio y en el tiempo que vivimos. Si vos llegás a la obra como un trabajador -alguien que trabaja con las manos, como un albañil- construís un imaginario muy distinto al que puede tener alguien que trabaja en una mesa de dinero, o un estudiante de curaduría de la UADE. Según desde dónde se llega, eso nos modifica el imaginario. Y hay algo que no se dice: la importancia del lugar de origen de la mirada”, explica el escultor Omar Estela.
Sacar la obra de arte de los museos genera sorpresa y más si se ve al artista transportándola en un tráiler: “Funciona algo que te deja en la intemperie. Si está en una galería, en un circuito, es como que se le pone un manto de piedad, se lo atempera, se lo tranquiliza. Siento que los museos, las instituciones, se han convertido en casas de tolerancia. Entonces, acá es de pronto algo extraño que se aparece y el tráiler mismo también es una presencia”, agrega el pintor Germán Gárgano.
En palabras de Marcia Schvartz: “Este es mi sueño, me encanta. Siempre me gustó exponer en lugares que dan a la calle. Incluso cuando llevaba obra en un flete, la llevás por la calle y la gente se para a mirar. Eso siempre me pareció lo más interesante: confrontarte con el público con mayúscula, no sólo con el de las galerías, salir a la calle con la obra es genial porque el público de la calle no tiene el título ni el rótulo en la cabeza”.

Cuando se le pregunta a Estela por el origen del proyecto, el artista cuenta que durante el traslado y en la espera para la instalación de las obras, éstas estaban expuestas en la calle:
“En esos momentos suele darse un hecho casi mágico, aparece alguien que nos regala su presencia, entonces suele comenzar un diálogo curioso para ambas partes. Aunque parezca excesivo, tenemos la sensación de que tomamos contacto con el verdadero sujeto del hecho artístico: un pueblo, no un público que asiste a un espectáculo o a una muestra. Nos aproximamos a la zona de fricción, al tema de la ‘entidad cultural de una comunidad’, permanentemente arremetida por lo ajeno. Nada es gratuito en la existencia”.









