Redacción Canal Abierto | El informe del Observatorio de la Deuda Social de la Infancia de la UCA arrojó índices dolorosos: 1,5 millones de niños, niñas y adolescentes padecen hambre (inseguridad alimentaria severa) en Argentina.
El incremento de esta franja más acuciante resulta escandaloso: pasó de 9,6% (1.116.160) en 2017 a 13% (1.573.000) en la actualidad, o sea 456.840 más que en la medición de 12 meses atrás.
Para dar cuenta de los por qué de estas cifras, Víctor De Gennaro, referente del partido Unidad Popular, fundador de la CTA, impulsor del Frente Nacional contra la Pobreza (FreNaPo) y de campañas como “El hambre es un crímen”, dialogó con Canal Abierto.
En cierto punto, estos números eran de esperarse. El hambre creció mucho y en los hogares no hay seguridad alimentaria. ¿Cuál es la deficiencia política? ¿O se trata de una política deseada?
-Lo que se hizo fue mantener la herramienta de disciplinamiento social más brutal inventada por Martínez de Hoz en los primeros cuatro años de la dictadura genocida del 76. Él convirtió el 6% de la pobreza que existía en 1975 en un 24% en 1980. La cuadruplicó. La pobreza y la inmoralidad del hambre no fueron un designio divino, sino la planificación de los sectores de poder para someter las ansias de transformación que anidan en nuestro pueblo.
Esa herramienta, lamentablemente, no fue cambiada, transformada o erradicada. Por el contrario, todos los gobiernos a partir de ese entonces tuvieron una tasa de 24%, 32%, 28%, 26%. Siempre fluctuó, pero el 30% de la población argentina se mantenía en ese nivel, con el agravante de que empezaron a haber generaciones que se fueron educando dentro de la sobrevivencia. A esto se le fueron agregando las privatizaciones y la desestructuración del trabajo de los 90.
Hoy evidentemente se mantiene, y sólo por eso Macri debería ser repudiado. En su campaña electoral dijo que había que calificar su gobierno por cómo había resuelto la pobreza. Él quería llegar a “Pobreza Cero”, y lo que ha hecho con esta política es aumentar los niveles de vulnerabilidad de los sectores más sufrientes de la población, pero en especial, de los que son el futuro de la Argentina que son nuestros pibes.
En algún momento aseguraste que erradicar la pobreza era un proyecto a largo plazo y complejo, pero que si se podían emplear herramientas para erradicar el hambre…
– El hambre es una inmoralidad. Para terminar el hambre en un país que es súper productor de alimentos, exportador reconocido en el mundo, granero importante y que todavía hoy tiene esta capacidad, es una inmoralidad dura lo que tarda en organizarse el Gobierno nacional. Si se pone como prioridad al Estado se termina el hambre en el tiempo en el que se tarda en organizar la llegada de donde se produce la comida a la boca del hambriento. Eso puede llevar meses.
La pobreza implica otras cosas. Significa vivienda, cloaca, educación, trabajo, un proceso en el que, una vez comenzado, se ven las mejoras. Es planificación, prioridad. Es una política, y que si no se hace, es porque se está planificando lo contrario. Y se hace para llevarse el petróleo, la riqueza ictícola, agrícola, minera, y seguir aumentando la dependencia de la gran riqueza financiera que nos chupan todos los años con las políticas que han venido llevándose adelante.
Entonces, ¿la realidad es que mantienen un pueblo hambreado, desocupado y pobre para que –mientras intenta sobrevivir- puedan saquear el país?
-Sí, pero además es un intento que va chocando con resistencias permanentes de nuestro pueblo. Hasta ahora no hubo gobiernos que ahondaran en la solución de esto. Salvo pequeños períodos, que fueron los dos primeros años de Alfonsín y los dos primeros años de Néstor Kirchner, después no hubo cambios cualitativos importantes en la transformación de la política que abriera posibilidades de resolver esto.
Aquellos dos primeros años de Néstor Kirchner, ¿puede que haya tenido que ver con iniciativas como el FreNaPo que vos protagonizaste?
-El Frente Nacional contra la Pobreza fue una experiencia notable, donde planteamos que la solución para el problema del país era –en aquel momento, y hoy mucho más- un shock de distribución del ingreso. Ese shock priorizaba a los pibes con una asignación universal para todos, una jubilación digna del 82% para todos, y un seguro de empleo y formación.
Por supuesto que esto traería aparejado políticas de educación, de salud, de previsión e industrialización para recuperar el mercado interno. Paradójicamente todos estos señores, esquizofrénicamente nos mandan a pelear los mercados internacionales, y regalan el propio a las transnacionales, que cada vez se van quedando con toda nuestra riqueza.
Ese shock que el FreNaPo levantó fue siempre utilizado con algunos parches. Fue lo que en un primer momento se intentó dar con el Plan Trabajar, después fue la Asignación Universal que ni hoy llega a todos los chicos, y que a nuestros mayores se les hace perder el salario después de aportar toda una vida y a los que no pudieron hacerlo se les da la inmoralidad de un salario tan bajo que no permite vivir dignamente.
No sólo se produce un deterioro de la calidad de vida económica, sino que también se elige una cultura del “sálvese quien pueda”, que cada vez más pone en peligro la vida de nuestros pibes.
Entre el “sálvese quien pueda” y esas políticas de los poderosos planificando la pobreza ¿hay algún cambio en otro plano de la política que se dé desde las organizaciones o del campo popular? ¿Hay algún cambio del 2001 a esta parte?
-El 2001 fue el final de una década de resistencia. No se puede pensar lo que pasó después del 2001 si no se mide lo que fue el crecimiento de la resistencia latinoamericana y argentina en la década de los 90, donde decían que se había acabado la historia.
Ese salto abrió una compuerta a experiencias populares importantes que, lamentablemente, no consolidaron la transformación y hubo retrocesos como el de hoy en Argentina y Brasil. También, creo que la esperanza que nos marca hoy la aparición de la experiencia López Obrador y la mexicana, planteando que hay posibilidades para otra nueva época de aprender de nuestros errores y ser capaces de construir, ya no sólo una llegada al gobierno, sino un gobierno popular donde el poder esté en la gente.
Para esto sí creo que tenemos una diferencia importantísima con lo que fue el 2001. Para mí, hoy hay mucha más movilización popular masiva, resistencia. Es impresionante la capacidad de movilización de nuestro pueblo. Las grandes expresiones en las organizaciones de la economía popular, los sindicatos que pelean, las mujeres, los pueblos originarios, tienen un amanecer mucho más grande.