Por Gladys Stagno | En Cachorro, la biografía del genocida Luciano Benjamín Menéndez, el periodista Camilo Ratti desarrolla una hipótesis: la Córdoba insurrecta del Cordobazo se vuelve la provincia conservadora de hoy como consecuencia de la feroz represión y el terror impartidos por la última dictadura. “La represión fue muy profunda, directamente proporcional a la fortaleza de la organización popular de una provincia que era la cabeza de la revolución, la capital política de Argentina, con referentes y luchadores sociales del nivel político y personal de Agustín Tosco, Atilio López, Ricardo Obregón Cano y René Salamanca”, sostiene Ratti. Hoy, a 50 años del Cordobazo, sus hijas coinciden a medias.
Patricia López es hija de Atilio, el líder de la UTA que llegó de colectivero a vicegobernador cordobés empujado por su militancia y sus compañeros. Malvina Tosco es la hija de Agustín, el histórico dirigente de Luz y Fuerza que se inmortalizó en mameluco y trazó para siempre una clara línea entre verdaderos referentes sindicales y burócratas.
¿Coinciden con esta idea? ¿Córdoba fue disciplinada?
Malvina: —Córdoba siempre fue conservadora, desde los inicios de su fundación. Fuera de la Reforma Universitaria, que también fue un acto revolucionario, y del Cordobazo, el resto del tiempo los cordobeses estamos atravesados por el conservadurismo. Sin embargo, esos dos hitos fueron tan importantes que trascendieron a Córdoba, a nivel nacional e internacional. Y es posible que Córdoba haya sido como un laboratorio en la dictadura. La represión que sufrieron los dirigentes sindicales como mi padre y el papá de Patricia fueron brutales. Hubo una decisión de disciplinar esa línea revolucionaria que venía gestándose no solamente en Córdoba, sino que había un estado de ebullición en todo el país.
Pero en el centro de la ciudad de Córdoba hay monumentos que recuerdan a López y a Tosco. No hay muchos lugares donde las sociedades reivindiquen así a sus líderes sindicales…
Patricia: —Es que recuerdan su honestidad. Mi papá llegó a ser vicegobernador. De colectivero llegó a vicegobernador. Cuando iba a ser candidato dijo que no, que qué iban a decir los obreros. Pero fueron sus mismos compañeros los que le dijeron: «Negro, uno de nosotros tiene que estar». Después de que lo mataron, en el 74’, quedamos con muchísimas deudas, y todos los empleados públicos se juntaron y le pagaron las deudas a mi mamá, en agradecimiento por lo que Atilio había hecho por ellos. Eso es lo que valora la gente.
M: —Es muy alta la consideración que la ciudadanía tiene por ambos. En Córdoba, hay muchas paredes con la cara de mi padre pintada, con frases de él, y sin embargo, existe la contradicción de que los cordobeses que lo reivindican después votan a Mauricio Macri, que está en la vereda de enfrente del proyecto de país que pensaban mi padre y el de Patricia.
“Ya nadie sale de la provincia y muchos sindicalistas están sentados cómodos en sus escritorios y no se quieren ir, ni dejar lugar a los más jóvenes. Cuando me preguntan cómo deberíamos recordar los 50 años del Cordobazo, yo digo que deberíamos madurar un poco y hacer un acto conjunto, sin divisiones. Y en las calles, donde sucedió”.
¿Cuál era ese proyecto de país?
M: —Era un país con industria nacional propia, con las pymes reforzadas. Mi padre pretendía que los trabajadores fueran parte de las ganancias de las empresas, que hubiera una redistribución de la riqueza de forma equitativa, con soberanía nacional, económica, política, social, territorial. Las mujeres estaban incluidas también en aquella época, aunque no con la potencia que tenemos ahora.
¿Y por qué esos mismos cordobeses votaron a Macri?
M: —Lo que ocurre es que la ciudadanía valoriza algunas cosas y desconoce otras. Porque en nuestros padres la sociedad cordobesa destaca la honestidad, el compromiso con los trabajadores, el nunca haber utilizado el sindicato para intereses personales. Pero ellos no fueron honestos solamente desde su vida económica, fueron honestos con su compromiso ideológico, no traicionaron lo que predicaron. Con los ideales más profundos de Tosco y López hay, por parte de los poderes políticos, una tendencia a la invisibilización. El papá de Patricia pertenecía a un peronismo que representaba a los trabajadores, y de hecho a él lo mata el otro peronismo, el de la Triple A. Muchos años yo he sentido que el papá de Patricia ha sido invisibilizado por el peronismo de Córdoba.
¿Hay algo de los principios de aquel movimiento obrero cordobés que encarnaban Tosco, López, Elpídio Torres (SMATA) que continúe en el actual?
P: —Es difícil. Ya nadie sale de la provincia y muchos están sentados cómodos en sus escritorios y no se quieren ir, ni dejar lugar a los más jóvenes. Cuando me preguntan cómo deberíamos recordar los 50 años del Cordobazo, yo digo que deberíamos madurar un poco y hacer un acto conjunto, sin divisiones. Y en las calles, donde sucedió.
M: —Córdoba es una provincia muy sindicalizada, pero los sindicatos hoy no reflejan aquel sindicalismo que bregaba por los intereses de los trabajadores y que excedía a los gremios a los cuales representaban. Porque el papá de Patricia en el transporte y mi papá en Luz y Fuerza pensaban en una sociedad incluida, y no en una parte con las bonanzas de las conquistas gremiales y el resto ajeno o excluido de eso. Yo le reclamo al sindicalismo de Córdoba ese compromiso. Porque se cumplen 50 años del Cordobazo pero ¿cuál es el homenaje? ¿Solamente el bronce? ¿Una foto estática y fría? ¿De qué nos sirve eso si no traemos la lucha de ellos al presente? Gran parte del sindicalismo de hoy no denuncia, no se posiciona, hablamos de una burocracia sindical que es la que denunciaban Atilio y mi viejo.
Cincuenta años después
Sentadas alrededor de una mesa en la sede del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren), Patricia y Malvina van y vienen en la historia. Recuerdan su infancia atravesada por la lucha obrera y las reuniones de trabajadores en sus casas familiares, y repasan su presente.
Patricia impulsa desde hace años una fundación donde trabaja por la inclusión laboral. Malvina milita en el radicalismo alfonsinista, porque siente que desde allí contribuye a impedir “que el pueblo pierda la memoria”.
“Es la transversalidad puesta sobre el territorio que nosotras podamos conversar en una mesa viniendo de distintas culturas ideológicas porque nos une el mismo objetivo. Eso es lo que históricamente nos permite unir a Yrigoyen con Perón y lo que permitió el Cordobazo. Espero que podamos volver nuevamente a esa línea para reivindicarnos como patria. Con la esperanza siempre al frente”.
“Es muy fuerte para mí estar acá con Patricia porque yo tengo en mi memoria cuando lo matan a Atilio, la profunda tristeza que tenía mi papá. Lo quería mucho”, dice Malvina. Tosco murió al año siguiente del asesinato de Atilio López, enfermo, en la clandestinidad. “Mi abuela, la mamá de Agustín, tenía 102 años cuando se murió; y mi abuelo, 90. En su familia eran longevos todos. Y mi papá murió a los 45 años. A Atilio lo mataron a balazos en Buenos Aires, y a mi papá también lo mataron. Porque toda la precariedad de su salud se debía a todas las veces que estuvo preso, al maltrato que sufrió en esa cárcel. Si hay dos personas que entregaron la vida por lo que pensaban fueron ellos dos. Y se murieron por la clase a la que sentían que pertenecían”, agrega.
¿Creen que alguno de los dos pensó en la envergadura de la movilización que estaban impulsando?
P: —Se pensaba en un paro general. En ese tiempo los estudiantes estaban sufriendo muchos problemas en la universidad y nuestros padres, con pensamientos totalmente distintos políticamente, pudieron unir. Tanto Tosco, que trajo a la juventud, a los estudiantes, como mi padre, que estaba en la CGT. Y a su vez llamaron a otros gremios. Fue la primera vez que estuvieron todos de acuerdo en tener que frenar esto. Pero yo calculo que ellos nunca se imaginaron en hacer un Cordobazo como el que fue. No pensaban que iba a tener semejante magnitud.
¿Cómo estamos hoy, como país, 50 años después?
M: —Las políticas económicas de Mauricio Macri hoy son las mismas de Krieger Vasena en 1969. Es triste cuando uno hace ese análisis. Yo tenía 8 años, hoy tengo 58 y estamos más o menos como estábamos. La sociedad en general busca vivir en paz, tener sus necesidades básicas satisfechas, no quiere tener violencia. Y el Cordobazo no fue pensado como un acto de violencia, sino que fue la violencia de haber matado a trabajadores y la que venía sucediendo la que generó una reacción popular. Y ahora la violencia se da de otra forma. No tenemos desaparecidos, pero tenemos los alimentos carísimos, los despidos, los presos políticos. Y hay toda una manipulación por la que hoy el oprimido piensa como el opresor, y cree que no puede ser que pague el gas barato. Eso, cuando se dio el Cordobazo, no ocurría, había más conciencia de clase. Es un volver a empezar.
P: —Es lo que lamentamos, tanta vida dada para volver a empezar
¿Hay esperanza?
M: —Sí. En que Patricia, hija de un peronista, y yo Malvina, hija de un sindicalista que milita en el radicalismo alfonsinista, podamos hablar y acordar como lo hacían nuestros padres. Es la transversalidad puesta sobre el territorio que nosotras podamos conversar en una mesa viniendo de distintas culturas ideológicas porque nos une el mismo objetivo. Eso es lo que históricamente nos permite unir a Yrigoyen con Perón y lo que permitió el Cordobazo. Espero que podamos volver nuevamente a esa línea para reivindicarnos como patria. Con la esperanza siempre al frente.
Foto: La Voz del Interior. De izquierda a derecha: Malvina Tosco, Silvia Di Toffino (hija del sindicalista Tomás Di Toffino) y Patricia López