Redacción Canal Abierto | Brasil es la mayor economía de la región y la segunda a nivel continental en cuanto a PBI. A su vez, es el tercer país con mayor desigualdad de Latinoamérica, donde el 10% más rico de la población posee 55% del ingreso nacional y sólo seis multimillonarios poseen más que los 100 millones de brasileños más pobres.
Con cinco campeonatos mundiales en su haber y una la selección nacional potencia, el fútbol es el deporte más popular en Brasil. De hecho, un estudio realizado por la Fundación Getulio Vargas, estima que en ese país este deporte mueve alrededor de 16 mil millones dólares por año, lo practican aproximadamente treinta millones de personas (aproximadamente el 16% de la población total del país), cuenta con 800 clubes y más de 11 mil futbolistas federados.
Así y todo, la 46º edición de la Copa América que se lleva a cabo en Brasil por estas semanas viene dejando imágenes desoladoras, con tribunas despobladas incluso en los partidos de la verdeamarela. Según informa el pulpo mediático brasileño O Globo, hasta el momento el torneo cosecha la peor tasa de ocupación en una primera ronda (41,7%) en las últimas cuatro ediciones.
Al encuentro inaugural -Brasil vs. Bolivia- asistieron 46.000 personas, 20.000 menos que la capacidad general del estadio. Al enfrentamiento entre Argentina contra Colombia asistieron tan sólo 35.000 espectadores. El empate entre Perú y Venezuela contó con 11.000 personas en el estadio, mientras que 20.000 personas presenciaron el empate entre Qatar y Paraguay en el Maracaná (con una capacidad de 67.000 asientos). Otro encuentro que resultaba atractivo en la previa fue la goleada de Uruguay sobre Ecuador, por el que se vendieron 13.611 entradas.
Además del fastidioso proceso burocrático que incluye largas colas para recoger las entradas y la obligación de un registro fotográfico, hay otra razón que explica las imágenes de los estadios vacíos. Varios medios brasileros adjudican el elevado costo de las entradas, con un promedio de 125 dólares por ticket (la mitad del salario mínimo en Brasil) como principal factor que atenta contra un marco colorido en las tribunas.
El propio Dani Alves, capitán del “Scratch” se refirió a la situación en una conferencia de prensa días atrás: «Soy del pueblo, siempre voy a predicar por el pueblo, para que esté en los estadios. Pero se sale de nuestras manos, no controlamos los valores del ingreso».
La crisis económica, una política de recortes y el desmantelamiento de programas sociales heredados de la gestión del Partido de los Trabajadores vienen registrando un incremento de los niveles de pobreza. Según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, la indigencia aumentó un 11% en 2017, mientras que la desigualdad también volvió a aumentar (el índice de Gini pasó de 0,555 a 0,567).
La selección local es una de las favoritas a ganar esta Copa América. En caso de que suceda, seguramente las calles de Rio de Janeiro, San Pablo y demás urbes se convertirán en una fiesta. Mientras tanto, el pueblo de Brasil seguirá sin pan ni circo.