“Están ahí. Aunque no los veamos, están ahí. Mejor dicho, tal vez estén todavía ahí justamente por eso: porque son invisibles. Porque ni siquiera sabemos que están. Sin embargo, nos acompañan cada día de nuestras vidas. Están en la yerba y el té de la mañana. En el cultivo de la caña que termina adentro de nuestra azucarera. Están en las frutas que comemos con el desayuno para sentirnos “saludables”, y en cada papilla que le damos a un bebé. En cada bocadito de verdura que les ofrecemos a sus hermanos mayores, pensando que les dará fuerza y energía. Y es verdad: muy probablemente se las den. Pero junto con ellas también vendrá –subrepticiamente- una carga química tan ignorada como potencialmente peligrosa, y de la que ni siquiera los organismos de control parecerían tener demasiado control”.
Fernanda Sández – La Argentina fumigada
Por Silvia Juárez |“Antes, había pocas escuelas para discapacitados. Hoy hay 48 en el sector público, más todas las del privado, que son muchas. Hace 20 años, en la localidad de Sáenz Peña, había cien niños inscriptos en estas escuelas. Actualmente, la matricula aumentó un 1.000%. Los niños de nuestra población tienen en mayor número alguna discapacidad. No todos tienen una malformación física o trastorno cognitivo demasiado evidente. Algunos son chicos que se consideran ‘normales’, pero no aprenden”. De esta manera, María del Carmen Seveso, quien fue jefa de Terapia Intensiva del Hospital 4 de Junio de Presidencia Roque Sáenz Peña, Chaco, describe la situación en una provincia donde la mayoría de los pueblos son fumigados con glifosato.
Los herbicidas a base de este compuesto –comercializados en su mayoría por Monsanto Bayer– han sido objeto de estudio de la comunidad médica y científica durante muchos años por los efectos que produce en la salud humana.
De los 500 millones de kilos/litros de agrotóxicos que se utilizan en Argentina por año, el glifosato significa las dos terceras partes. Es decir que más de 300 millones de kilos/litros de este veneno son liberados en los campos sembrados, donde lo que llega es un porcentaje muy bajo: el resto queda en el ambiente, en el aire, en el agua, en la tierra. Cuando es tanta la cantidad esparcida, los mecanismos que la naturaleza tiene para que algo se degrade se ven limitados porque se intoxica, no lo puede manejar, entonces se queda ahí.
El uso del glifosato está muy extendido desde hace ya varias décadas, aún cuando existe controversia sobre su seguridad y se discute su impacto negativo para la salud humana, sobre todo por su efecto cancerígeno.
Las diferentes agencias nacionales e internacionales encargadas de regular el empleo de herbicidas no ven en esto motivo suficiente de alarma como para prohibir su uso porque sostienen que los resultados de las diferentes investigaciones llevadas a cabo al respecto, en ocasiones, resultan contradictorios.
Sin embargo, de acuerdo al estudio estadounidense publicado por los doctores Anthony Samsel y Stephanie Seneff, RoundUp –el agrotóxico más vendido del mundo- está asociado a distintas enfermedades cada vez más frecuentes.
El glifosato tiene varios mecanismos de acción. Entra al organismo por distintas vías, pero tiene un impacto importante en la digestiva. Está presente en los alimentos, ya sean los que se reciben directamente de los campos como los que se encuentran en las góndolas, por lo cual la gente ingiere glifosato al comer y sin saberlo.
Sobre la base de sus descubrimientos, los investigadores dicen que una persona sobre veinte en América del Norte y en Europa occidental padece de celiaquía, que es esencialmente intolerancia al gluten. “La intolerancia al gluten es una creciente epidemia en los Estados Unidos y, cada vez más, en todo el mundo”, afirman los investigadores en su artículo.
“Todos los conocidos efectos biológicos del glifosato –inhibición del citocromo P450, interrupción de la síntesis de ácidos aromáticos aminoácidos, quelación de metales de transición y acción antibacteriana– contribuyen al surgimiento de la patología de la enfermedad celíaca“, asevera el documento.
En Colombia, el doctor Jaime Altamar Ríos realizó un estudio bioquímico del glifosato y encontró que éste actúa a nivel de la mitocondria celular, disminuyendo la generación de moléculas energéticas de Adenosín Trifosfato (ATP), con ruptura del equilibrio funcional del tejido, debilitando el sistema inmunitario del mismo, y desplazando del Ciclo de Krebs la vitamina B2. Esto reduce la generación de energía que va a ser reemplazada por los radicales libres, generadores de las enfermedades no transmisibles (ENT), como el cáncer.
De esta manera, se logra comprobar práctica y bioquímicamente que el glifosato da lugar al síndrome metabólico, de donde surgen las ENT, por lo que “en caso de duda debe acudirse, responsablemente, al principio de precaución”.
El caso argentino
“Este producto que en algún momento fue usado como plaguicida (para matar bichos), ahora se utiliza como herbicida. Nosotros lo incluimos dentro de lo que llamamos biocidas, productos diseñados para matar lo que fuera. Mata bichos, perjudica a las abejas, las aves, peces, anfibios y a los mamíferos, entre los que nos encontramos los humanos”, explica Seveso.
La doctora es una de las cabezas de distintas investigaciones en el territorio sobre los efectos del glifosato, que arrojaron resultados preocupantes, como el aumento de discapacidades y malformaciones entre la población infantil.
La causa yace en la incorporación de estos venenos al organismo siendo fetos o niños pequeños. Se producen lesiones e incluso se transforman en enfermedades neurológicas progresivas, sobre todo si siguen expuestos a estos agrotóxicos.
Seveso comenzó su investigación cuando le llamó la atención la cantidad de mujeres que llegaban a su hospital con hipertensión inducida por el embarazo. “El 10%, que se estima que llegaban con estos síntomas hace unos años, se transformó en un 50% y está demostrado con investigaciones que muchos de los efectos que produce el glifosato son causantes de este tipo de embarazo patológico, además de pasar la barrera placentaria”, comenta.
Sumado a estos embarazos patológicos, asombraba también la cantidad de abortos, algunos con fetos polimalformados y muerte embrionaria (que se producen cuando los embriones son expuestos a químicos antes de los tres meses de gestación).
En una universidad de Rusia, se demostró con investigaciones que hicieron con hámsters durante dos años que los que comían maíz transgénico presentaban infertilidad en la segunda generación. Además, estas crías eran más chicas, predominantemente femeninas y en menos cantidad.
“Esto es similar a lo que pasa en nuestros pueblos. Hay que saber mirarlo, pero nadie lo hace, sobre todo los que tienen que hacerlo –señala Seveso-. Salud Pública no hace una buena atención primaria. Se asombran de la cantidad de enfermedades, pero no se preocupan por saber por qué es así. Hay más Parkinson, más Alzheimer, más autismo, más obesidad, más enfermedades inflamatorias intestinales, además de cánceres. Parece mentira, pero con todo esto a mano no logramos que presten atención y miren donde tienen que mirar”.
Mucho más que cáncer
Es muy común y llama la atención que en los últimos años el deterioro de la salud se presente en edades más tempranas, o que la aparición de enfermedades no tan comunes se acreciente. Saber mirar, como dice Seveso, es la clave para entender estos fenómenos.
“En un sistema sano todo está regulado. Cuando hay una disrupción, funciona mal. Es como cuando alterás algo en el sistema operativo de una computadora. Se para, se cuelga, o se mete un virus. En un sistema de equilibrio perfecto, este tipo de alteraciones que representan los biotóxicos logran romperlo, porque son disruptivas. Estos venenos, todos, son productos diseñados para matar la vida”, explica la médica.
Si el glifosato y otros herbicidas están presentes en los alimentos que consumimos, en el agua que tomamos, y hasta en el aire que respiramos, ¿es ilógico pensar que pueda ser el causante de las “fallas” en el cuerpo humano?
- Problemas intestinales: El mecanismo de acción del glifosato en las plantas es la disrupción de la vía shikimate, responsable de la síntesis de aminoácidos aromáticos esenciales como la fenilalanina, tirosina y triptófano. Esta vía está presente en la bacteria intestinal, que tiene un papel importante, en la fisiología humana, a través de una relación biosemiótica integrada con el anfitrión humano. Además de facilitar la digestión, la microflora intestinal sintetiza vitaminas, detoxifica los xenobióticos, y participa en la homeostasis del sistema inmune y la permeabilidad del tracto gastrointestinal.
Seveso lo resume así: “En la biota intestinal, el glifosato funciona como los antibióticos. Es decir, produce una disbacteriosis. Este herbicida afecta a las bacterias buenas, a las que sirven para todas estas funciones y permite que crezcan otras que son patógenas como los clostridium o pseudomonas. Entonces ese intestino va a estar afectado, va a producir inflamaciones e impedir que se cumplan estas otras funciones”.
- Afecciones en el estado de ánimo: Por otro lado, el triptófano es precursor de la serotonina. La serotonina es un neurotransmisor, un mediador químico que cumple funciones relacionadas al estímulo de los centros de saciedad, de los que regulan la violencia y los estados de ánimo. Con el glifosato, la serotonina no se puede sintetizar.
- Tumores: Además, el triptófano actúa sobre el ADN como reparador. Si el ADN se lesiona y queda así, puede desencadenar situaciones de crecimiento descontrolado, tumores, cáncer u otras enfermedades.
- Obesidad: Considerando que la serotonina es un potente supresor del apetito, se entiende que una deficiencia llevaría a la hiperfagia (aumento excesivo de la sensación de apetito) y obesidad. “Nos cansamos de escuchar que hay una epidemia de obesidad, sobre todo en los niños, y le echan la culpa a los alimentos chatarra. Chatarra con glifosato podríamos decir, con venenos. Además, estos alimentos que no tienen nutrientes, al estar contaminados con el herbicida, impiden la absorción de calcio, magnesio, hierro, manganeso, que son quelados por el glifosato. Es decir, los quita de las plantas y del intestino por igual”, explica Seveso.
- Embarazos de riesgo: El glifosato produce también la afectación de una gran familia de enzimas que se encuentran en el hígado, como el citocromo P450. Estas degradan el ácido retinoico que es necesario que esté bien regulado para que los fetos crezcan adecuadamente durante el embarazo. Impide que se sintetice y degrade la vitamina D, que se transforme la testosterona en estrógeno y que potencie el daño que producen otros agrotóxicos.
- Autismo: También impide la síntesis de la metionina, un aminoácido que introduce sulfato al organismo. Este déficit es una de las causas de la alta incidencia del autismo. Los niños con autismo también tienen cuadros de inflamación intestinal con predominio de bacterias patógenas.
- Parkinson, e hipotiroidismo: La síntesis de la fenilalalina, precursora de la dopamina, es imprescindible para evitar la aparición del Parkinson. La tirosina sintetiza la hormona tiroidea. “Por eso hay una gran población tomando la pastilla, porque son hipotiroideos. Ya se instaló. Antes teníamos el hipotiroidismo por falta de yodo y ahora es porque impedimos la síntesis del aminoácido que produce esta hormona”, comenta la médica.
- Infertilidad: El glifosato produce infertilidad, además de abortos, muertes embrionarias y malformaciones en los fetos. “Hay mujeres menores de 30 años en nuestros pueblos que no menstrúan, pero no porque estén embarazadas, sino porque son infértiles. Los hombres también tienen alta incidencia de infertilidad”, dice Seveso.
- Intolerancia: En Argentina, a la celiaquía no se la identifica como causada por el glifosato. Según la médica chaqueña, nuestra sociedad y nuestros profesionales de la salud se abocan a hacer estudios para prevenir el cáncer y la celiaquía queda dentro de esas cosas olvidadas.
“Lo que pasa es que es una intolerancia que desarrollan las personas, en este caso, al gluten. Pero también hay una gran intolerancia a la lactosa y a otros productos, que es una manera de manifestarse en una y otra persona. Pero ¿qué es lo que produce esa intolerancia? Dicen que podría ser genética, pero cambió la edad de aparición y la incidencia. Antes había un celíaco cada 2.000 personas. Hoy se diagnostica uno cada cien y hay además un subregistro. Entonces, también podemos atribuir estas enfermedades digestivas a este veneno que tenemos presente en nuestra vida. Ya causó daños irreversibles, pero si no lo paramos va a seguir acentuándolos”, concluye.
Y finaliza: “Es difícil frenar un monstruo como éste cuando hay una ciencia al servicio de las corporaciones o universidades que investigan financiadas por el mismo Monsanto y farmacéuticas. Porque, más allá de las enfermedades, con este envenenamiento también somos víctimas de la pérdida de soberanía alimentaria y de nuestros territorios”.
Fotos y video: Juan Alaimes