Por Revista Cítrica | Una fábrica sin habilitación de Sigma Agro.
Una explosión de tanques con agroquímicos.
El incendio más grande del que se tenga recuerdo en la zona.
Bomberos que hacen un milagro.
Un muerto.
Agua contaminada.
Un bombero con una pierna quemada por los agrotóxicos.
Una empresa a la que le exigieron el cierre y sigue construyendo y comercializando.
Productos químicos vencidos que se comercializan y se expanden por aire,, tierra y agua.
Una escuela a 300 metros de la fábrica explosiva.
Bidones enteros de glifosato e imazetapir que se arrojan directo al agua
Una planta de Sigma que gana 25 millones de pesos diarios en venta de paraquat y más de 12 millones de pesos en venta de glifosato: más de 1,1 billones de pesos mensuales. Y eso sin contar el resto de los productos que comercializa la firma.
Vecinos que no pueden permanecer más de 20 minutos fuera de sus casas porque el aire los enferma.
Explotación laboral.
Narices que sangran todos los días.
Albañiles durmiendo en containers.
El casero de la escuela internado por intoxicación.
Empleados de la fábrica internados por intoxicación.
Sueldos de 4 mil pesos por diez horas de trabajo semi esclavo
Empleados de Sigma quemados con agroquímicos por falta de condiciones de seguridad en la planta
Empleados de Sigma que perdieron sus ojos.
Ojos que no ven.
Sigma, la empresa que produce el 40% del Paracuat en Argentina, Sigma una empresa que crece, una empresa que mata, aunque no esté en los medios de comunicación.
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Mercedes. Cuartel de bomberos voluntarios. Un hombre de aproximadamente 40 años pasea entre los autobombos.
– ¡Buenas tardes! ¿Cómo está? Somos de Revista Cítrica, queríamos ver si podíamos conversar sobre el incendio de Sigma donde murió una persona.
– Murió porque fue a buscar su máquina en el medio del incendio.
– ¿Fue muy grande el incendio?
– No, normal. Vi muchos más grandes.
– ¿Y les dijeron por qué?
– Todavía no se sabe. Cualquier cosa pudo haber pasado.
– Los empleados dicen que había muy poca seguridad y que el alcohol estaba al lado de los agrotóxicos, que lo raro fue que no explotó antes.
– No son agrotóxicos, son químicos. Es lo que necesitamos para poder comer.
– Queríamos hablar con quien estuvo a cargo del operativo ese día.
– No estoy autorizado a pasarte el teléfono, pero pueden volver más tarde y lo encuentran acá, si es que él viene.
– Bueno, después probamos. También estábamos buscando a los bomberos que quedaron heridos. ¿Son dos, no?
– No. No hubo. Lo que pasa es que después del incendio hubo una persona que se fue a pescar a la laguna de Chascomús y se puso protector solar. Entonces, una lastimadura pequeña se complicó y se le quemó la pierna.
– ¿O sea que no se quemó por los agroquímicos que estaban en la planta?
– No, son químicos.
– ¿Pero no dijiste que no eran agrotóxicos sino agroquímicos? ¿Si no son químicos qué son?
– Sí, no. Bueno, todo tiene químicos, no son químicos que dañen.
– El chico que se quemó la pierna, ¿Cómo se llama? ¿Podremos encontrarlo en algún lado?
– Iván, te pasó el teléfono y hablas con él.
– Dale.
Ojos que no ven
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Una nota publicada el 26 de septiembre en el portal agrolatam.com, un día antes de la explosión: “SIGMA, una empresa nacional con el foco puesto en ofrecer soluciones.
Sigma Agro es una empresa 100% nacional, destinada a la provisión de fitoterápicos para la protección de los cultivos, que permiten controlar las principales malezas, insectos y enfermedades que los afectan. Ofrece una de las paletas más completa del país.
La empresa cuenta con una planta ubicada sobre la Ruta 42 en el partido de Mercedes, Buenos Aires, con 9.000 m2 de superficie cubierta, donde apunta a formular este 2019 más de 12.000.000 lts, entre su producción propia y los servicios otorgados a otras empresas similares, convirtiéndose en una de las principales plantas formuladoras del país”
La planta se hizo fuego. ¿Por qué? No hay respuestas. Ni del municipio, ni de la OPDS (Organismo Provincial para el Desarrollo Sustentable), ni mucho menos de Sigma, la “empresa que ofrece soluciones”.
Ojos que ven lo que quieren.
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El bombero
“¿Quién te dijo eso? Mentira”, dice Iván. Mirá lo que es mi pierna. “¿Cómo van a decir que esto me pasó por protector solar? ¿Cómo te van a decir que fue un incendio común? Nunca habíamos visto algo así. Era una manzana entera prendida fuego. Vinieron de todos lados a ayudarnos porque era mucho fuego. El incendio arrancó a las 5 de la mañana, fue un incendio de una planta de una fábrica, cuando fuimos no teníamos muchos datos de lo que era. La fábrica estaba totalmente prendida fuego, tuvieron que llegaron bomberos de San Andrés de Giles, de Navarro, de Luján, de toda la zona y empezamos a sofocarlo. Recién a las 9 de la mañana nos dijeron que eran productos químicos peligrosos, así que tomamos prudencia pero igual siempre inhalás humo. Mi accidente fue así: me arrodillé para tirar con la manguera en un lugar donde el piso estaba liso. Tiraba el agua y volvía hacia mi lado. Estuve quince, veinte minutos hasta que me di cuenta de que el pantalón estaba lleno de barro, lo limpie y no le di importancia. Seguí trabajando. Tres horas después sentí ardor en las piernas pero pensé que era el roce con la bota. Me fui del incendio a las cuatro y media de la tarde. Cuando llego al cuartel, me saco el pantalón y tenía paspadas las piernas. Me dieron decradón y me pusieron oxígeno. Oxigeno nos pusieron a todos. Nos fuimos del cuartel a la una de la mañana.
El día siguiente, el sábado, fui a trabajar, soy empleado en un comercio, y me sentía muy cansado, y muy descompuesto. Aguanté como pude. El domingo ya tenía las piernas muy inflamadas. El lunes temprano vinimos a la guardia en Buenos Aires, era una quemadura de segundo grado por el roce con químicos: glifosato y paraquat. Ahora voy todos los lunes a Buenos Aires, al Hospital del Quemado. Estuve muy complicado. Apenas podía caminar. Todavía me hago tres curaciones al día”.
“No teníamos ni la menor idea de qué había en esa fábrica. Yo me acuerdo que ahí había una fábrica de pastillas de cloro”, recuerda Iván, el bombero. “Fue todo muy raro. La empresa tenía un desagüe que largaba todos desechos químicos. El agua era de color verde y los vecinos no estaban ni enterados. Todo incendio es complicado pero imagínate uno con sustancias químicas. Hay que trabajar lo más alejado al fuego posible y que el humo te dé en la espalda. Eran los productos que tiran los aviones cuando fumigan pero en mucha más cantidad”.
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“Si perdiste un ojo fue culpa tuya, mogólico”, le dijo a Camilo uno de sus superiores en Sigma.
“Me dijeron que fuiste a buscar a tu hija al colegio. Si vas a buscar a tu hija es porque ya ves, tenés que volver a trabajar”, amenazó a Camilo el superior.
Camilo no trabaja más en Sigma. Lo despidieron y le dieron una indemnización mínima.
Camilo perdió un ojo cuando rebalsó un bidón de glifosato mal cerrado. Le tiraron agua. El superior lo llevó a una guardia. Le dejó mil pesos y lo dejó ahí tirado. Solo volvió a comunicarse con él para reclamarle que volviera a trabajar. Los mil pesos le alcanzaron solo para el primer remedio.
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El che pibe
Enzo llegaba todas las noches a la casa con sangre en la nariz. «Enzo, no vayas más a trabajar ahí. No te cagues la vida por dos mangos», le repetía la madre todas las noches. 16 mil pesos por mes ganaba Enzo. Trabajaba desde las 5 de la mañana hasta las 7 de la tarde. Estaba contratado como operario. Le pagaban en negro. Sus funciones fijas eran embalar, producir, formular y envasar glifosato y paraquat. Aunque también lo mandaban a techar y a limpiar los containers.
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La escuela
¿Estaba habilitada Sigma para producir agrotóxicos? ¿Hubo un municipio y una provincia que habilitaron a una empresa productora de agrotóxicos a funcionar a 300 metros de una escuela?¿O hubo una empresa que engañó a una provincia y a un municipio?
Un millón de pesos a la basura. Un millón de pesos se gastaron en arreglar la escuela. La escuela no va a funcionar nunca. Una escuela no puede funcionar al lado de una fábrica de “fitosanitarios”. Se tiene que ir o la escuela o la fábrica. El municipio invirtió en la escuela un millón de pesos. Sigma invirtió millones de dólares en la planta. La que se va a ir es la escuela. Un millón de pesos del Estado a la basura.
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La teoría
Ni la empresa ni el Estado pueden identificar las causas del incendio. Solo trabajadores y pobladores de zonas cercanas arriesgan una teoría. No fue un cigarrillo mal apagado, no fue un error de un operario. A la hora de la explosión no había gente trabajando. En videos se ven tanques de mil litros de biodiesel chorreando por todos lados y cables al descubierto. Dicen quienes trabajaron ahí que cualquier chispita podía caer en los tanques. La única pregunta sin respuesta de esta teoría es por qué no pasó antes. La única respuesta posible es: un milagro. Un vecino lo ejemplifica con claridad: “Es como decir manejo borracho una vez no pasa nada, manejo borracho dos veces no pasa nada, pero la quinta vez que manejas borracho te la ponés”. Fin de los milagros.
Cuentan también que en los tambos hay un sistema que los inunda por completo para limpiarlos de la bosta y la leche. Ese mismo sistema se puede poner en los galpones y accionarse ante la detección de humo. En dos minutos se inunda el galpón. “¿Si lo tienen los tambos por qué Sigma no?”, se preguntan. Aunque saben la respuesta: “Les resulta más barato pagar sus cagadas que hacerlo bien”.
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El casero
“Fue tipo cuatro y media. Me avisó mi mujer, yo estaba trabajando, me vengo del trabajo y no me dejan pasar a la zona. Finalmente pude sacar de ahí a mí mujer y a mi hijo. Sino esta historia no la contaba”, señala la hora fatal del viernes 27 de septiembre Sebastián, el casero de la escuela.
A esa misma hora Rubén Ponce tuvo un acto desesperado. Quiso salvar su máquina, su elemento de trabajo que estaba dentro de la fábrica. Una máquina que sale medio millón de dólares. Perderla, en este contexto económico, era la ruina. En las noticias salió que el 40% de su cuerpo se quemó. Estuvo internado una semana y murió. No podía sobrevivir con la exposición que sufrió a los químicos. Fue otra víctima fatal de los agrotóxicos.
“Nos fuimos 2 km más delante de la planta, como para poder respirar. Después hice limpieza y ventilé la casa. Como consecuencia quedé internado. Como siempre en el hospital no hay registro de que mi ingreso fue por los agrotóxicos”. Su ingreso es por gripe y alergia. Sus síntomas: fuerte dolor de cabeza, náuseas, vómitos, dolor en el pecho y en la espalda al respirar. La recomendación médica: realizarse un chequeo médico una vez al mes. ¿La realidad? Sebastián es otra víctima de los agrotóxicos. Sebastián no sabía que vivía al lado de una fábrica donde producían y envasaban glifosato y paraquat.
“Me enteré por medio de un empleado que fue despedido lo que pasaba en la planta. Me pasó los videos donde se tiran los agroquímicos al suelo. Yo no sabía nada y eso que estoy a 300 metros. La empresa figuraba como que fabricaba cloro. Tengo entendido que nunca la habilitaron como agroquímica. La empresa creció mucho de 2018 a 2019, se veía que pasaban muchos camiones, era algo llamativo y por eso investigué, porque tengo un hijo chiquito y quiero que crezca bien”.
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Enzo le pasó los videos a Sebastián. Y a las organizaciones ambientales. Era el mismo Enzo a quien obligaban a tirar los químicos al suelo y a los ríos que llevan agua a la zona. Era también Enzo a quien obligaban a cambiar las fechas de vencimiento de los bidones para poder venderlos.
“Truchábamos la fecha de vencimiento de los bidones. Solo si estaban podridos los tirábamos. El sistema era pasarlos de un bidón a otro. Así me quemé yo la pierna también”, explica Enzo en el comedor de su casa y ofrece una Coca-Cola. “No se podía volver a incorporar al mercado el producto si no le cambiábamos la fecha. El día que me lastimé hicimos como 60 pallets todos vencidos. Supongamos que esta Coca venció, bueno pasémosla a otra envase, le tiramos un poquito de otro líquido para disimular y la devolvemos al mercado. Eso hacía Sigma”. La Coca-Cola queda cerrada. Sus componentes son un interrogante que lleva más de ciento veinticinco años. Su fecha de vencimiento puede ser verdadera o falsa. Preferimos un vaso de agua. El agua debe tener glifosato. Ya no tenemos cómo tomar una bebida sin veneno. Algo de Chernobyl acá hay.
Autor: Pablo Bruetman