Redacción Canal Abierto | En los anuncios de medidas que derivaron en la cuarentena general obligatoria a fin de frenar el avance del COVID-19, el presidente Alberto Fernandez siempre hizo hincapié en el costo que esto tendría para la cascoteada economía de nuestro país. Paradojas de la realidad hicieron que quien fue elegido con la promesa y el mandato de prender la economía haya tenido que salir a anunciar su paralización momentánea.
Es por eso que los anuncios fueron siempre seguidos por otros por parte de integrantes de su gabinete mediante los cuales se buscara aliviar estos efectos: asignaciones únicas para beneficiarios de planes y AUH, para jubilados y pensionados; postergación de cancelaciones de obligaciones y excepciones en el cumplimiento total de la cuarentena para algunas ramas de la industria son algunos de los paliativos que el gobierno ha ido encontrando mientras el país se acostumbra a una situación absolutamente inédita en su historia.
Un sector que no ha recibido mayor atención sobre las consecuencias que tendrá es el de la cultura independiente. A lo largo del país, miles de trabajadores se desempeñan y llevan el pan a su mesa a través de la actividad cultural: ya sean los propios creadores, como el universo que se nuclea para que la obra artística tenga lugar como centros culturales, gestores y productores, agentes de prensa, y sigue la lista…
“La actividad se puede subdividir en tres eslabones: el artista, la producción y el local. Cada uno conforma distintos equipos de laburo, que pueden variar en base a la estructura del show. Hablamos de un circuito económico muy grande”, explica Alexis Turnes Amadeo, de la productora platense Caminar de Elefante. “Generalmente somos invisibilizados, pero somos un montón. Esto nos afecta muchísimo y es muy terrible no ser reconocidos como actividad laboral”, agrega.
Antes de que la medida fuera generalizada, la actividad cultural fue de las primeras afectadas. Incluso se contemplaba la continuidad del ciclo lectivo y la realización de eventos deportivos sin público, pero con la posibilidad para las instituciones de mantener los ingresos por televisación de los partidos. Restaurants, cines, teatros y bares fueron los primeros reductos en verse afectados: inicialmente con la indicación de funcionar a la mitad de su capacidad, finalmente con la indicación de cese de actividades.
“También nos generaba una controversia convocar a una reunión cuando desde otros ámbitos se convocaba a quedarse en casa. Porque nos exponíamos no solo los artistas y productores sino todos los que concurrían a esos espacios”, cuenta Anabella Checa, de El Barrio Cultural de Remedios de Escalada.
Esta medida parece ser un tiro de gracia para la actividad, ya que antes de su implementación se vio afectada primero por los dos años de fuerte debacle económica, siendo de los primeros gastos que la población suele restringir y luego, ya con el coronavirus en marquesina, por las precauciones que el público comenzó a tomar evitando concurrir a lugares con multitudes. Otro dato que tampoco ayuda es el alto nivel de informalidad que se maneja en el sector.
Ante la inminencia de esta situación, en los territorios comenzaron a nuclearse a fin de ver la manera de sobrellevar el momento y de realizar planteos colectivos ante el Estado. En muchos lugares se lanzaron empadronamientos de artistas y espacios culturales a fin de llegar al número real de personas afectadas por la situación.
Al problema de no poder garantizar la continuidad de las actividades, se suma la incertidumbre de la interrupción de los ingresos que estas generaban. “La mayoría de las activiaddes cultuales e independientes son a borderó. Los espacios culturales también. Obviamente no hay un ingreso fijo para la mayoría de artistas ni de productores y gestores, a menos que seas docente o trabajes además en alguna esfera estatal. Lo que está ocurriendo es que en las redes y grupos de whattsapp culturales están circulando comunicados donde se están empadronando para poder generar alguna solicitud al ministerio de Cultura para que sean tenidos en cuenta con respecto a subsidios o medidas para monotributistas o para el pago de impuestos y servicios. También se han hecho presentaciones ante organismos como el INAMU o el Instituto Nacional del Teatro para que nos puedan dar prórrogas”, cuenta Paola Vasquez, de Sea Gestión Cultural.
“En nuestro espacio en particular hay una cooperativa en la que cuatro trabajadores sacamos nuestro sueldo de ahí por la recaudación de la barra. Desde fin de año se venía un parate y ahora tener que cerrar nos mata económicamente porque pagamos un alquiler y sacamos los sueldos de les compañeres que trabajan acá. Somos un espacio autogestivo y cooperativo y la verdad es alarmante, porque no sabemos cómo vamos a manejar esto. Además no tenemos resto, porque los meses anteriores tampoco fueron de bonanza”, manifiesta Esteban Etcheverry, del Centro Cultual Victor Jara, del barrio porteño de Parque Patricios.
Sin embargo, Vasquez arriesga posibilidades que, gracias al servicio de la tecnología y la conectividad, permita la subsistencia para el rubro artístico que si bien difícilmente equipare la situación normal, permite mantener la actividad mientras el COVID-19 se mantenga en el país. “Una de las cosas interesantes que están empezando a suceder es esto de los conciertos en casas. Está el caso de un músico de acá que se llama Pedro Bellora que hace años da clases virtuales. Entonces la idea es poder generar ideas y recursos para que se puedan dar clases y conciertos virtuales y que se pueda seguir en esta rueda de poder generar recursos al no tener espacios ni la posibilidad de realizar conciertos. Lo que falta ahí es el reconocimiento a ese tiempo que el o la artista se está tomando para generar un concierto o un contenido cultural para que pueda disfrutarlo. Falta la cultura de pagar el tiempo que se está tomando”, sugiere.
Llegará el 31 de marzo, quizá sea un poco más tarde, pero un día escucharemos al presidente o a alguno de sus ministros anunciando que el coronavirus es un recuerdo y que nuestras vidas pueden volver a ser lo que eran hasta hace apenas unas semanas. ¿Cómo encontrará ese momento a la actividad de la cultura emergente?¿Cuáles serán las estrategias que habrán encontrado para mantener a sus actores de pie, planteándose como volver a encender su motor?
“En mi caso particular, tengo una estructura de trabajo, pero tenía programado de ahora a agosto. Supongamos que para junio o julio podamos empezar a hablar de retomar las actividades. Ahí viene la parte de la reprogramación de los shows en toda Argentina, con artistas nacionales, internacionales y locales. Cuando llegue ese momento nos va a matar. Va a ser muy complejo porque se modifica toda la agenda, muchos shows no los van a poder reestructurar porque ya hay otros artistas en los lugares y los espacios van a tener la grilla más comprimida. Los espacios van a ser afectados sólo a corto plazo, lo que implica solamente los meses que no trabajamos, pero también les va a costar mucho recuperar”, plantea Turnes Amadeo.
“Somos espacios muy chicos que no movemos la aguja de la macroeconomía, entonces me parece que vamos a quedar en el segundo plano. Así que lo vamos a tener que resolver entre nosotres”, sostiene Etcheverry.
Desde Bariloche, Vasquez plantea que “somos una ciudad bastante resciliente. Nos ha pasado con el hantavirus, nos ha pasado con el volcán, así que Patagonia está hiper acostumbrada a renacer de estas cosas. Entonces cuando nos dicen quedate en casa, una gran mayoría sabemos que tenemos que cuidarnos. Estamos acostumbrados y acostumbradas a esto de poder generar actividades dentro de casa porque nos han pasado muchas cosas. Así que para nosotros es volver a reinventarnos. Sabemos que vamos a poder salir. Lo más importante ahora es poder cuidarnos. Somos un área turística por excelencia. Tuvimos una excelente temporada, así que ahora tenemos ese resto. Pero de acá a un par de meses vamos a ver realmente como afecta económicamente esta situación”.