Redacción Canal Abierto | Las trabajadoras y trabajadores de Madygraf, la gráfica bajo gestión obrera -ex-Donnelley- ubicada en Pacheco, provincia de Buenos Aires, están produciendo barbijos, máscaras sanitarias y alcohol y lavandina en gel para hospitales públicos que sufren desfinanciamiento, faltantes y deficiencias estructurales históricas, y se preparan para situaciones de desborde cuando el coronavirus empiece a multiplicarse.
No lo hacen solos. La Comisión de Mujeres de Madygraf que reúne a trabajadoras y compañeras de trabajadores, a las que se sumaron vecinas del barrio, el Centro de Estudiantes de Ciencia y Tecnología de la UNSAM (Universidad de San Martín), investigadores, trabajadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y docentes de escuelas técnicas de la zona, se sumaron a la iniciativa.
la decisión es parte de una estrategia de reconversión productiva. En este sentido, en un comunicado informan: “Somos parte de las nueve fábricas recuperadas que se pusieron al servicio de la sociedad y reconvertimos un sector de la fábrica para producir alcohol en gel y sanitizantes para los sectores más afectados por el COVID-19”.
La cooperativa tiene como principal trabajo la impresión de las revistas del grupo Atlántida (Gente, Paparazzi y otras). Además, imprimen el tradicional periódico de ATE, El Trabajador del Estado. Hace tiempo vienen exigiendo a los estados una participación mayor como proveedores para aquellas cosas que las reparticiones estatales imprimen, que están sujetas a procesos licitatorios muchas veces sospechados.
“Vamos por la segunda tanda de la producción de sanitizantes a la que ahora sumamos la producción de barbijos. Esto surge producto de una donación de telas por parte de los tíos de un trabajador de la fábrica y a eso se suman las mujeres que hoy conforman nuestra familia, vecinas y conocidas que se sumaron solidariamente a la red para hacer la costura“, comenta, en diálogo con Canal Abierto, Laura Arévalo, trabajadora de la cooperativa, licenciada y profesora en enfermería, una de las encargadas de esta línea de producción.
“En primera instancia nos pidieron barbijos de los hospitales de la zona, el de Pacheco, el de Escobar, y también del Paroissien de La Matanza y de Berazategui. El lunes pasado pudimos entregar kits con alcohol en gel, barbijos y mascarillas de protección facial en el Hospital de Escobar”.
Hasta el momento estos materiales fueron donados y son fruto del aporte solidario de trabajadores y vecinas. Y con el alcohol en gel se proponen armar una línea de producción que les permita comercializarlo.
El proceso de producción de los barbijos incluye a la comunidad: “Nosotros cortamos las telas, se distribuyen en los hogares para la costura y confección y después eso se unifica con el resto del material ensamblado y producido en la fábrica, y se distribuye”, comenta Laura.
Las mascarillas de protección facial recogen el trabajo de otro grupo de aportantes solidarios. Se trata de estudiantes de escuelas técnicas de la zona y usuarios de impresoras 3D, que realizan la impresión de los soportes. El ensamblado final de las viseras con el acetato frontal se hace en la fábrica.
Sostener una empresa recuperada en tiempos de cuarentena
“Pudimos lograr que entre trabajo del Estado, de impresión de cuadernillos del material escolar para las tareas de los chicos en cuarentena. Esto es un parcial porque la licitación la ganó otra empresa, quedamos segundos en el concurso licitatorio. Seguimos exigiendo que impriman con nosotros”, sostiene Arévalo.
La empresa que ganó la licitación es Publiexpress, una subsidiaria de IPESA, que recientemente realizó despidos alegando una proceso de crisis y recibieron un REPRO (Programa de Recuperación Productiva, por medio del cual las empresas reciben asistencia estatal para el pago de salarios).
“Ellos ganan la licitación, ganan la REPRO, mientras que a nosotros como unidad productiva nos cuesta mucho sostenernos y garantizar el trabajo. Nosotros, más allá de esta acción de reconversión productiva, necesitamos el trabajo de papel impreso, es nuestro oficio fuerte”, argumenta la trabajadora.
“Queremos dar un ejemplo de cómo nosotros, con gestión obrera, podemos reconvertir y poner la producción al servicio de las necesidades de las grandes mayorías. Es una demostración en chiquito de cómo las grandes multinacionales o grupos grandes como Techint, que hace siderurgia y podría estar haciendo respiradores, camas, pies de suero, se ha dedicado a despedir y suspender gente”.
“Es un cuestionamiento muy fuerte que hacemos: ¿Por qué los trabajadores tenemos que pagar la crisis sanitaria con nuestras vidas y nuestras condiciones de salud y de alimentos?, si con un impuesto que se le puede cobrar a estas grandes empresas y fortunas hoy podríamos estar planificando de otra manera la cuarentena de un montón de trabajadores y de nuestros propios abuelos”, concluye Laura.
En el contexto de pandemia y distanciamiento social obligatorio se evidencian situaciones que en el día a día son ostensibles pero el diario trajín y los millones invertidos en la industria de la distracción informativa nos quitan del eje de nuestras miradas y de la posible reflexión. Así vemos como estos días proliferan los emprendimientos solidarios, las empresas recuperadas que a duras penas logran subsistir y se ponen a producir para la comunidad, y las organizaciones sociales y comunitarias que consiguen que algo parecido a una cuarentena sea posible en los barrios. Mientras tanto, estallan cacerolazos balconeros cuando se intima a los grandes capitales a no despedir trabajadores o se propone cobrar -al fin- algún impuesto extraordinario a las grandes riquezas y expertos fugadores.