Redacción Canal Abierto | “El agua vale más que el oro” es un slogan que popularizó el movimiento ciudadano ambiental patagónico, gestado en la lucha contra la instalación de la megaminería en la región. En esta suerte de distopía que vive la humanidad y en un año atravesado por una pandemia histórica, el pasado lunes 7 de diciembre el agua comenzó a cotizarse en el Mercado de Futuros de Wall Street como lo hacen el petróleo, los cereales o el oro. Para la Bolsa de Nueva York el agua es un comoddity más.
En muchos países, el agua es considerada un bien común. Y desde el 28 de julio de 2010, un derecho humano reconocido a través de la Resolución 64/292 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, la cual explicitó que el agua potable limpia y el saneamiento son esenciales para la realización de todos los derechos humanos.
Todos sabemos que el agotamiento del petróleo acarrearía grandes dificultades, y que una carestía en los cereales podría ser devastadora para una nación, región o el globo. No obstante, sin agua no es posible la vida. El avance de la mercantilización de los bienes comunes es progresivo y cada vez más profundo y amenaza la vitalidad de nuestro planeta.
El índice Nasdaq Veles California Water (sus siglas son NQH2O) que al día de hoy cotizó en U$S 489,11 acre/pie (1233 metros cúbicos), está basado en indicadores de precios de los futuros del agua en California, un estado con problemas de escasez de este recurso.
“No es un tema nuevo, hace mucho que se viene anunciando. Se ha intentado y de hecho existe, el modelo chileno es un ejemplo. Es quizás el único en el mundo: allí el agua se intercambia en mercados de valores y hay propietarios privados de derechos al agua”, sostiene el sociólogo José Esteban Castro, investigador principal del CONICET. “El chileno es un sistema en grave crisis. El último gobierno de Bachelet intentó alguna tímida reforma y no lo consiguió, pero ahora el gobierno promercado de Piñera se está viendo obligado a promover cambios, si es que la reforma constitucional no llega antes”.
“Esto se viene preparando desde hace mucho tiempo, no es tan novedoso. Lo primero que hay que aclarar es que tiene que ver con las concepciones que existen sobre lo que es el agua. Hay intereses y valores en confrontación. El agua como bien común es defendida por las comunidades indígenas, por movimientos ambientalistas. Pero, cada vez más, el agua está pasando ser considerada un bien privado o un bien público, esto último en caso de que el Estado decida administrarla como servicio esencial”, desdramatiza Castro.
“Más que mercados, lo que predomina a nivel planetario es la apropiación privada directa, a veces consentida por el Estado, de las fuentes de agua”, señala el sociólogo. Otro hecho constatable es el reparto desigual de su uso y el acceso insuficiente que afecta a millones de personas.
En los países centrales el consumo diario promedio de agua es de 200 a 300 litros por persona frente a menos de 10 litros en países como Mozambique. Cerca de 900 millones de seres humanos viven a más de 1 kilómetro de una fuente de agua, lo que deviene en un consumo diario de menos de 5 litros. Gran parte de los problemas de salud de los habitantes en los países en vías de desarrollo son provocados por servicios de agua y saneamiento deficientes.
Mercados del agua
“Obviamente, no estoy de acuerdo con la mercantilización del agua, aunque uno podría decir –como provocación– que sería muy bueno que hubiera un mercado de agua: si las grandes trasnacionales que producen bebidas tuvieran que pagar el precio de mercado del agua o, por lo menos, el precio que incluya el costo ambiental de extraer el agua, seguramente el negocio y el control social sobre las fuentes de agua serían diferentes. Pero no ocurre, extraen el agua y la venden a precios formidables sin pagar mucho o sin pagar nada por ella”, explica Castro.
“Esto de que flote en los mercados es un proyecto de largo plazo, elitista y monopolista: ¿quién puede invertir en agua en los mercados internacionales? No cualquiera puede hacerlo”.
El Acuífero Guaraní en peligro
“Yo estoy más preocupado por otras cosas, por ejemplo, el Acuífero Guaraní, del que Brasil tiene gran parte, pero también Paraguay, Uruguay y nuestro país”, señala Castro. Alrededor de 30.000 kilómetros cúbicos de agua dulce se almacenan en este reservorio que se extiende a lo largo de 1,2 millones de kilómetros cuadrados por debajo de la superficie de estos países. “Hace mucho que se han ido comprando tierras que están sobre el acuífero, y muchos de quienes compran esas tierras son empresas que usan el agua y tienen derecho directo, no hay mercados, son dueños y extraen y se les permite. Sería bueno preguntar ¿quién les cobra? Eso es mucho más preocupante para mí que esta noticia de la cotización en los mercados”.
“Por suerte mercantilizar el agua no les ha sido fácil ni les será fácil. El agua embotellada es uno de los ejemplos más acabados de mercantilización del agua, pero es uno de los pocos ejemplos de un verdadero mercado del agua. Hay muchos obstáculos al proceso de mercantilización”.
“Tomemos como ejemplo nuestra empresa, aquí en Buenos Aires, Aguas Argentinas. Si tuviera que comprar el agua que luego nos distribuye, en un mercado, para muchísima gente sería imposible pagar el costo que supondría. Si la empresa pagara el verdadero costo del agua –que implica la extracción, procesamiento y devolución al ambiente, y las cuestiones ambientales implicadas– no la podríamos pagar”, concluye Castro.
En una conferencia del ciclo “Agua y metrópolis”, en noviembre de 2017 en Barcelona, Castro expuso que América Latina, con el 70% de las exportaciones constituidas por materias primas, es un continente en el que impera el extractivismo, lo que genera un gran impacto ambiental y muchos conflictos socioeconómicos. El experto argentino destacó explotaciones como las de la minería o el cultivo de soja, actividades centrales en el desarrollo económico de los países latinoamericanos que permitieron mitigar, levemente, los números de la pobreza pero a costa de crear graves problemas hídricos: “La minería es uno de los grandes problemas de contaminación del agua en Latinoamérica, ya que no hay una legislación efectiva que la contenga. También la soja aboca al monocultivo y contamina los acuíferos con pesticidas”. El modelo extractivista es el problema, “No es la falta de agua, es la crisis política la que no permite que todos tengan agua y un sistema de saneamiento”.
Futuro de los mercados
Las naranjas, el arroz, el cacao, el cobre o el oro ya se encuentran cotizando en el mercado de futuros. ¿Qué implica? Que quienes compran en este mercado no adquieren un producto físico en el momento de la transacción, sino que compran derechos sobre una cantidad, de agua u otro bien, en un futuro a un precio fijo. De esta forma, los compradores se garantizan un lote de ese bien a un costo fijo sin importar las variaciones estacionales de costo de estas mercaderías que son escasas. Obviamente, como cualquier otro bono que cotiza en bolsa éstos son transables, sujetos a compra-venta y variación de la cotización.
“Creo que puede ser un gran engaño y un gran negocio para quienes están promoviendo estas inversiones en agua. Pero hay formas más peligrosas en que se está especulando con el agua. Por ejemplo, las millones de hectáreas que en la Patagonia están en poder de privados o de empresas en áreas con mucho agua. Eso es mucho más grave”, concluye el investigador del CONICET y Profesor Emérito de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido.
*Agradecemos la colaboración de la producción del programa Al dorso y de Facundo Gutiérrez Galeno para la realización de esta nota.
Fotos: World Bank Photo Collection