Por Revista Ignorantes | ¿Qué mirada tenés sobre el origen de los incendios? ¿En qué medida los vinculás con la historia reciente de los incendios, la disputa por la tierra, intereses que involucran a privados y al propio Estado?
Mauro Millán: No es lo mismo lo que puede informar un funcionario de turno nacional o provincial, que lo que puede decir un poblador que vivió ahí toda su vida y habita el lugar, para quien el tiempo y los movimientos se vuelven naturales. A nosotros nos parece muy difícil que tantos focos de incendio se enciendan al unísono, por eso pensamos que no fue una casualidad. Cada incendio tiene un cierto trasfondo, que va de la desidia estatal, es decir, un Estado abandónico que debe necesariamente conocer las consecuencias de abandonar una línea de alta tensión o de media tensión (sin mantenimiento). Los funcionarios que administran circunstancialmente el Estado son conscientes de lo que significa para la población en general la desidia. Por otro lado, hay un escenario en toda la Patagonia de conflictividad que incluye a multinacionales, a privados y empresas estatales: es la disputa por el territorio, la lucha que también lleva adelante el pueblo mapuche.
Por ejemplo, en el caso del Lof Cañiu, logramos paralizar, producto de la lucha que dimos, un emprendimiento que tenía que ver con la construcción de diecinueve pistas de ski en el cerro León, marketineramente conocido como cerro Azul. Todos sabemos que esa es la antesala de negocios inmobiliarios. Entonces, en ese intento de usurpación de territorio ancestral están involucrados el Estado y los privados. ¡Cómo no vamos a pensar que cada incendio tiene un trasfondo político!
RI: Los pobladores se organizaron, combatieron los incendios y establecieron redes de solidaridad y contención, desarrollando una mirada política propia. ¿Cómo percibís esa condición de la organización y sus efectos políticos?
MM: Para nosotros como pueblo mapuche, pueblo milenario, que respondemos a una forma de organización ancestral, y que estamos en proceso de recuperar cada norma, cada código, que nos permitieron existir en escenarios de muerte, persecución y usurpación territorial –somos un pueblo ocupado por los Estados chileno y argentino–, eso no pudo quebrantar nuestra forma de organización, nuestra reciprocidad en nuestros actos, nuestra conducta de solidaridad… Todo eso nos permite tener una acción casi inmediata, instantánea, a la altura de la magnitud de lo que está pasando.
Por otro lado, nuestro principio fundacional, filosófico e ideológico como pueblo mapuche es nuestra alianza con el territorio, con todas las fuerzas que conforman el territorio. Nosotros llamamos “pu newen, pu ñen”, fuerzas que controlan el territorio. A su vez, son fuerzas que establecen una armonía con las personas, lo que se traduce a través de nuestra manifestación espiritual. En muchos casos esas fuerzas son aliadas frente a la desgracia. Sentimos, palpamos y se materializa la ayuda, por ejemplo, con lo que ha pasado en Lof Cañiu, donde se defendió físicamente el control del territorio, pero también las fuerzas fueron aliadas y no permitieron la devastación sobre el territorio.
Por otro lado, vimos la reacción de la sociedad civil no mapuche, que no es casualidad, sino producto de una trayectoria de lucha. No se solidarizaron con cualquiera, vinieron a un lof conformado por mujeres y hombres (donde vinieron también de otros lof), donde estamos permanentemente en lucha, no solo interpelando al Estado, sino materializando esa interpelación. Nosotros estamos dejando la vida defendiendo este territorio… defendiendo la vida contra el extractivismo capitalista, el avance de las multinacionales, del propio Estado. Su idea de lo que implica el progreso para nosotros es sinónimo de devastación y continuidad de los privilegios perpetuos de ciertos sectores en desmedro de un buen vivir de la mayoría. Y en esa mayoría no está solo el pueblo mapuche, claro. Esa consciencia que se viene masticando hace muchos años se materializó en los reflejos de la gente que inmediatamente salió a combatir el fuego.
RI: ¿Cómo leen la reiteración de acusaciones por parte de sectores opositores al gobierno y oficialistas que integran el Frente de Todos? Nuevamente se pretende asociar al pueblo mapuche a una suerte de violencia inexplicable, y esta vez con un argumento por demás perverso, sugiriendo que ustedes son capaces de incendiar su propio lugar…
MM: Vemos que los lazos entre la propia sociedad mapuche se fortalecen ante la calumnia, ante la canallada que plantean sectores políticos reaccionarios, como el caso del PRO. De la derecha jamás vamos a esperar un discurso melodioso, la derecha es una expresión política supremacista, racista, intolerante y son los que finalmente causan la destrucción. Escuchar el discurso de Pichetto, de Bullrich, del intendente de la comarca (Bruno Pogliano), del propio presidente de Bomberos del Bolsón, un tal Martínez, acusando de manera descarada y sin pruebas para involucrar al pueblo mapuche, nos parece tremendo en un contexto democrático. Nos hacen ver que le faltan varias patas a este Estado para convertirse en un Estado que plantee libertad y democracia.
Nos calumnian, nos persiguen y eso provoca desde causas judiciales, la cárcel y hasta la muerte. Sin embargo, me quedo con la solidaridad y la entrega de la gente que nos ayuda y se suma a la lucha por el territorio, porque en definitiva se lucha por la vida, por el territorio, por sus aguas, por sus bosques, por sus fuerzas. Esa es una coincidencia importante con la sociedad civil.
RI: ¿Cómo ves la reacción del Estado, tanto desde lo medioambiental, como desde el INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas)? ¿Cómo es la interlocución?
MM: Por ejemplo, con lo que venía pasando en Mascardi vimos un intento de establecer condiciones de entendimiento, donde intervino la ministra de Seguridad (Sabina Frederic), el lof Huincul me pidió que participe en esa discusión… Por eso me sorprenden las declaraciones que sacan ahora en los medios, diciendo cualquier otra cosa. Poco les importa o les interesa construir una situación de discusión política, que es hacia donde nosotros queríamos ir. Yo siempre les advierto que esta discusión con el pueblo mapuche es perpetua y les explico por qué. Nosotros no pertenecemos a una discusión de clase social, salarial, ni siquiera es una discusión de pobres con ricos. Es una discusión profunda de un pueblo que ve su territorio invadido, en el saliente por el Estado argentino y en el poniente por el Estado chileno. Estamos demandando derechos y estamos en una situación de recuperación de nuestra fortaleza colectiva en todos los aspectos: político, espiritual, ideológico. ¿Es una nueva realidad, un nuevo contexto? Sí, pero seguimos siendo mapuche. Entonces, cualquier intención del Estado de dialogar se ve frustrada porque no toman en cuenta el principio básico de que está discutiendo con un pueblo, no con una comunidad. Hasta que no haya un diálogo político que respete la forma de organización ancestral que tiene el pueblo mapuche… Nosotros no tenemos ni un rey, ni un hijo del sol, ni un cacique manda más; somos pu lof, comunidades autónomas, cada uno con su lonko, con su machi, con sus propias autoridades, como marco de la organización del pueblo mapuche. Les digo a los funcionarios que deberían aprovechar el tiempo que les toca gobernar ejercitando la capacidad de arribar a algún tipo de diálogo político con el pueblo mapuche. De lo contrario, se van a suceder siempre situaciones coyunturales de conflicto. Hasta ahora no veo que se haya avanzado en un diálogo capaz de establecer una agenda recíproca con el pueblo mapuche.