Redacción Canal Abierto | “En el último siglo se produjo un descenso en las precipitaciones de aproximadamente el 40%. Estos campos estaban llenos de nieve y hoy prácticamente ya no hay lluvias, muchas aguadas y manantiales se están secando. Antes alcanzaba para la huerta, ahora solo para tomar”. Era febrero de 2020 y Lino Pizzolón, biólogo e integrante del Observatorio del Agua de la Universidad Nacional de la Patagonia, advertía sobre la sequía que por entonces afectaba a buena parte de la cordillera patagónica y que a principios de este año se convertiría en un factor clave para la expansión de los recientes incendios forestales.
Además del calentamiento global como efecto visible y global de la destrucción de nuestros ecosistemas, el especialista reconoce otra causa estructural y de larga data.
En Argentina, más de 700 mil hectáreas – el equivalente a unas 980 mil canchas de fútbol como la del estadio de River Plate – están cubiertas por plantaciones de pinos, una especie que tiene gran rendimiento industrial para la producción de papel y de madera. Sin embargo, pocos conocen el impacto ambiental de esta práctica en territorios de gran biodiversidad.
Los pinos invaden y reemplazan al bosque nativo de forma prácticamente irreversible (inhiben el crecimiento de otras plantas), por la cantidad de semillas que esparcen y por la velocidad con la que crecen. “El problema es múltiple: esteriliza el suelo, propaga el fuego cinco veces más rápido y esconde un negociado con los Bonos Verdes que sólo favorece a unos pocos, entre ellos la compañía Tierras del Sur (Benneton)”, detalla el biólogo.
Los bonos verdes son un producto financiero con rentabilidad, vencimiento y calificación de riesgo. Los recursos recolectados por estos bonos son usados exclusivamente para financiar o refinanciar proyectos elegibles como ‘verdes’. Estos requieren una certificación especial que acredite el total del uso de recursos en actividades sustentables. “Los países más industrializados producen mucha contaminación y necesitan que otros países absorban el carbono y el pino captura mucho”, explica Pizzolón. “Es una máscara ambiental que fomenta un riesgo oculto, sembrar futuros desastres, bombas de tiempo”, denuncia.
En el Día Internacional del Agua, una de las problemáticas menos difundidas en torno al ambiente, los recursos naturales y la modificación del ambiente a manos del ser humano.