Redacción Canal Abierto | Natalia Gulino tiene 38 años, es no vidente, y tiene además una discapacidad visceral, provocada por una trisomía del par 9. Trabaja desde 2008 en la Comisión para la Plena Inclusión de las Personas con Discapacidad (COPIDIS) del Gobierno de la Ciudad, y denuncia que le niegan el pase a planta permanente y equidad salarial.
“Siento mucha impotencia, angustia y desesperanza. Necesito poder progresar y que alguien me escuche y atienda mi denuncia”, dice Natalia. El suyo es un caso testigo de la precarización del trabajo en el Estado, una situación que se ve acentuada por su condición y porque denuncia maltratos precisamente en el organismo que vela por las personas que, como ella, viven con una discapacidad.
Además, cuenta que sufrió represalias por no participar de actividades partidarias de Cambiemos. “Como tareas, me han obligado a llamar telefónicamente a personas sordas, y sabiendo de mi discapacidad visual, me daban material inaccesible para leer. En el año 2011, el Jefe de Personal de ese entonces, Marcelo Cano, con la remera amarilla en el respaldo de mi silla, me invitó elegantemente a ir a pintar las paredes, para la puesta en valor que estaban haciendo de un edificio de la Ciudad de Buenos Aires, así como también a repartir globos y volantes, pretendiendo que me instale bajo las sombrillas de colores para la campaña política de ese año”.
“Son hipócritas. No hay mejor palabra para definirlos. Macri, Michetti, Triaca, Rodríguez Larreta y todos los presidentes que fueron pasando por COPIDIS desde el 2008 son realmente unos mentirosos. No les importa la inclusión. Hablan de la Convención Internacional de los Derechos de la Persona con Discapacidad, pero es todo un show. No hay nada detrás”, agrega Natalia.
Cansada de estas precarias condiciones laborales y el bajo sueldo con el que debe convivir desde hace años, Natalia exige el pase a planta permanente y pide a los legisladores porteños y al defensor del pueblo que hagan pedidos de informes y citen a las autoridades de COPIDIS “para que expliquen en qué gastan el presupuesto”.
“Meten a familiares y amigos con sueldazos a trabajar en organismos públicos, y los que necesitamos progresar, no podemos tener un sueldo digno y acorde para poder lograr la famosa ‘vida independiente’, de la que esta gente se llena la boca hablando en jornadas que ellos mismos se dan el lujo de organizar”, dice la mujer.
Natalia debió adaptar su espacio de trabajo con lectores de pantalla y auriculares para “no molestar” a sus compañeros con la voz robótica del programa, y todo eso salió de su bolsillo. “Jamás cobré pensión ni subsidio alguno. Lo poco que conseguí hasta ahora, fue por mi tenacidad e insistencia. Mi familia solamente me ayuda con lo básico, mínimo e indispensable, como lo es tener un techo y comida, por lo que soy muy agradecida. Pero el resto –y ahora al ser ellos mayores- depende pura y exclusivamente de mí y cada vez se me está haciendo todo más duro e insostenible de llevar adelante, lo que perjudica y deteriora notoriamente mi calidad de vida”.
Natalia se encuentra sumida en una depresión, producto de estos maltratos y desigualdades. “Se dice que tengo los mismos derechos que los demás pero a la hora de ejercerlos es piedra tras piedra. No me quiero pelear más con la gente de COPIDIS. Quiero que me valoren como trabajadora y me paguen como corresponde para poder independizarme y concretar mis sueños. No me alcanza con este sueldo”, finaliza.