Que nadie pierda el rumbo, actúen con responsabilidad y entereza. No caigan en el enamoramiento fugaz, en el abrazo ciego. En pocos meses se decidirá el futuro del país. No sean papanatas. Quemen sus documentos de identidad y reemplácelos con tarjetas de crédito, de débito, con tarjetas de supermercados. País de vidrieras y anaqueles y maniquíes. Ya lo ha dicho en alguna oportunidad Durito, ese concienzudo escarabajo zapatista que inventó el subcomandante Marcos:
“Y entonces los políticos se hacen tenderos, o sea son los que se encargan de la tienda que antes era un país, o sea una casa de una gente. Y los políticos de antes ya no sirven para atender la tienda y es mejor poner otros que sí estudian y aprenden a ser encargados de las tiendas. Y éstos son los nuevos políticos, o sea que son tenderos. Y no importa pues si no saben nada de gobierno, sino lo que importa es que sepan atender la tienda y den buenas cuentas a su patrón que es el dinero mundial. Entonces en los gobiernos de los países destruidos por la globalización del poder pues ya no hay políticos, sino que hay tenderos. Y ahí, en las tiendas que antes eran países, las elecciones no son para poner un gobierno, sino para poner un tendero. Y entonces ponen a competir, o sea a pelearse entre sí, a gordos, flacos, altos, chaparros, de diferentes colores que empiezan a hablar y a hablar y pura habladora, pero nada que dicen lo más importante, o sea que todos son diferentes en su cara, pero todos son iguales en que van a ser tenderos”.
Sí, gordos, flacos, altos, chaparros, todos pura habladuría, metidos, sin rodeo ni escrúpulo, en una ciénaga que llaman elecciones y cuyo lugar común es el deseo vehemente de administrar la gran tienda.