Por Melissa Zenobi | Desde hace semanas las stories del perfil de Instagam @mujeresquenofuerontapa muestran un sin número de panzas liberadas: abultadas, lisas, blancas, bronceadas, con estrías, con celulitis, con marcas de cesáreas, con lunares, sin marcas, con rollos o sin ellos.
Algunas imágenes vienen acompañadas de mensajes que muestran cómo está impactando esta campaña en la vida de las mujeres y disidencias: “Años sin disfrutar lo que me ponía, entrando panza y sufriendo por los rollos. Mi primera victoria: mirarme con ternura. Gracias por esta campaña”; “Chicaaaaas hoy salí a la calle con un toop y short! ¡Estrías al aire libre y sonrisa en la cara! Sin la movida que armaron no hubiese sucedido”; “Me animé a coger con la luz prendida, totalmente desnuda y sin taparme”.
Esta es la verdadera grieta entre quienes aman el invierno y quiénes no. Se trata de todos esos cuerpos –que son la mayoría- que por no ser hegemónicos no disfrutan de la vestimenta del verano; quienes no pueden relajarse en una tarde de pileta con amigues; o que se les dificulta horrores la sexualidad.
En diálogo con Canal Abierto, Lala Pasquinelli habla de cómo las publicidades condicionan el disfrute y el ejercicio del deseo. También se refiera a esta campaña pública que viene a poner de cabeza todos esos mandatos de belleza hegemónica y se atreve a proponer opciones para salir de la trampa.
¿Cómo pensaron la campaña “Hermana soltá la panza”?
-El hashtag #HermanaSoltáLaPanza es una consigna que empecé a usar hace unos años a partir de un poema que escribí, y pensando en esto de la operación bikini, las exigencias por “llegar al verano”. Entonces pensé que una forma de hackear eso podía ser usar la operación Hermana soltá la panza.
¿En un principio pensaron que tantas mujeres se iban a animar a subir imágenes de sus cuerpos?
-Yo sabía que iba a ser difícil que se animaran a subir imágenes, sobre todo de cuerpo entero, y de hecho costó mucho. Primero empezaron a mandar testimonios en lugar de fotos. La primera fue una socia de nuestro club que se animó, y cuando empiezan a aparecer y se empiezan a ver, otras se empiezan a animar, y ahí fue que empezaron a llegar las imágenes.
¿En qué medida y cómo el mundo del consumo y la publicidad impacta sobre los cuerpos y las vidas de las mujeres?
-Es algo que va modelando nuestro cuerpo, nuestro deseo, la mirada que tenemos sobre nosotras mismas. La educación que recibimos, -que no se acaba nunca, porque desde que nacemos hasta que nos morimos estamos siendo educadas en qué es ser mujeres-, lo primero que dice es que debemos agradar a la vista, tenemos que ser estas objetas del deseo, y para eso debemos encajar en ese modelo de cuerpo que cada vez es un modelo más descarnado.
Si comparamos las publicidades de ahora de trajes de baño hegemónicos con las de hace diez años, vamos a ver que ya no sólo se exige abdomen plano, si no que se exige costillas salidas y una especie de cavidad a la altura del abdomen. La incidencia de la publicidad y de la cultura a través de las imágenes nos muestran esta idea de que estamos rotas, que estamos falladas, que nuestros cuerpos -que son completamente normales y naturales- están mal. Nuestros cuerpos, con estas panzas, son como son los cuerpos. Los otros cuerpos son los que han tenido que ser expuestos a operaciones para aparecer de esa manera que no es para nada natural.
¿Cuál es el interés de los medios de comunicación de sostener una imagen poco realista de los cuerpos de las mujeres?
-Yo creo que es total. Es decir, no hay ningún medio hegemónico y masivo que tenga un interés real en poner en tela de juicio estos modelos de hambre, de desvitalización, de sufrimiento, de opresión. Justamente lo que van a mostrar todo el tiempo es “cómo llegar al verano”, las dietas, los cuerpos hegemónicos, las publicidades que insisten en esto. Ahí no hay cambios, y sobre todo hay insistencia en este modelo de alineamiento, de cosificación. Son discursos cosificadores que nosotras internalizando y nos terminamos autocosificando a nosotras mismas.
El acceso a las redes sociales se produce cada vez a más temprana edad ¿Cómo impacta la imagen de los cuerpos que allí aparecen en las pibas más jóvenes, en las niñas y en las adolescentes?
-El impacto en las infancias y en las adolescencias es tremendo. Por ahí a veces nosotras como feministas, como personas que viven en grandes centros urbanos, por ahí vivimos un poquito en un tupper pensando que por ahí las cosas que hacemos, o ciertas cosas que vemos, o algunos movimientos, expresan lo que es la mayoría de las personas.
Pero si miramos los números, hay trastornos como bulimia y anorexia en niñas de cuatro o cinco años. Las niñas que lloran por tener panza. En las publicidades de ropa para niñas vamos a ver que los cuerpos de las niñas que nos muestran son súper delgados. El bullying que están recibiendo las niñas porque sus cuerpos son delegados o no tiene tal forma, o porque su piel es más oscura, aparece cada vez a más temprana edad. Esto está incidiendo de una manera mucho más nociva que antes porque la exposición a las imágenes hoy es 24/7.
Entonces si bien hay avances en nuestra autonomía e independencia, y en relación al trabajo doméstico, al trabajo reproductivo; esta captura de los cuerpos que hace el mandato de belleza, y -a través del modelado de esos cuerpos- de nuestra identidad, el deseo y la potencia, es algo de lo que todavía no se habla como un tema importante. Y eso es justamente lo que está generando más captura, porque es lo que les está pasando a las nuevas generaciones, y todavía no hay un rebelarse más teórico y más político respecto de esto.
¿Cómo resistimos? ¿Crees que es posible pensar políticas públicas que atiendan y regulen esto? ¿Cómo sería?
-Si creo que es posible pensar políticas públicas. Regular las imágenes que se nos muestran debería ser algo de lo que ya nos tendríamos que estar ocupando. Regular y tener más transparencia en cuanto a lo que los algoritmos muestran, por qué solamente muestran cuerpos hegemónicos -que además son los que reciben publicidad, y por los que las empresas ponen plata para publicitar-.
También forma parte de la Ley de Educación Sexual Integral educar en esto, y sin embargo no es en lo que se suele poner más énfasis. La violencia simbólica está regulada en la Ley de Violencia de Género, pero no se aplica. Necesitamos cambiar la cultura, y puede cambiarse regulando los medios, regulando las redes sociales y todo esto que hoy por hoy no sucede.
Foto: Telam