Redacción Canal Abierto | El 11 de marzo del 2020 la Organización Mundial de la Salud decretaba al COVID 19 como pandemia. Unos días más tarde, el 19 del mismo mes, Alberto Fernández anunciaba el ASPO (aislamiento social, preventivo y obligatorio) que empezó horas más tarde.
Aunque por entonces aún lo ignorábamos, aquellas primeras medidas no serían más que el inicio de una serie de profundos cambios que continúan hasta la actualidad. Quizás el hábito más visible y generalizado sea el uso de barbijos y tapabocas.
A dos años de declarada la pandemia, los restos de esas telas diseñadas para cubrir mentones, bocas y narices tapizan las calles, modificando el paisaje de ciudades como Buenos Aires. En este ensayo tan fotográfico como sociológico, el reportero gráfico Fabián Piedras invita a reflexionar sobre los cambios de hábitos y cómo el futuro observará los fósiles de la pandemia:
Siempre me cautivó el trabajo de los arqueólogos. Viajan en el tiempo a través de capas de terreno, buscando el registro que los humanos dejamos a lo largo de nuestra existencia como especie. La presencia significativa de ciertos materiales caracteriza ese momento en una capa y lugar determinados. Primitivos fogones, sitios de elaboración de herramientas de piedra, diferentes tipos de cerámicas, arrabio de las primeras fundiciones. Cada momento, progreso, cataclismo o destrucción generada por nuestra especie se caracteriza por un registro material específico.
Hace dos años, sobre todo en occidente, era muy extraño encontrar barbijos en los residuos, salvo en cercanías de centros de salud. Más difícil aún pensar en barbijos extraviados o desechados en las calles de las ciudades como ocurre con envases de bebidas, golosinas o puchos. El COVID-19 cambió eso de manera dramática.
Desde el día que vi el primer tapabocas extraviado en una vía de tren en el barrio de La Boca no pude dejar de pensar en que quienes estudien en el futuro el registro material de este momento no van a poder dejar de reparar en la aparición repentina de esta prenda de cuidado. Nuestra capa de tiempo va a estar caracterizada por ellos.
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Así, sin pretensiones técnicas ni estéticas, más bien con un afán coleccionista, comencé a registrar los barbijos abandonados o extraviados por allí. Los más comunes que se repiten hasta el hartazgo, los caros, los caseros, de variados materiales, tamaños y diseños. Cualquiera que se me cruce me llama a retratarlo haciendo que abandone charlas durante caminatas, poniendo a veces en situación incómoda a mis circunstanciales acompañantes que me encuentran agachado torpemente registrando algo tan común, hoy, como nuestros inseparables barbijos.