Por Melissa Zenobi | Director, dramaturgo, actor y docente, Francisco Lumerman se convirtió en una referencia del teatro independiente de la Ciudad de Buenos Aires: “Mucho tiempo me inspiró la inconformidad con las cosas que veo. Cierto lugar de rabio o enojo que de pronto me disparaba la escritura. Y ahora también, y ahí un poco la pandemia vino a moverme esas cuestiones, y me inspira la vitalidad de la cosas. Digamos que si antes estaba más ligado a lo conflictivo, ahora estoy más ligado a lo vital, aunque todavía no se bien cómo definirlo”, dice.
“Una vez que escribo un texto y siento que está cerrado, difícilmente vuelva a abrirlo. Pero siento que hay un ciclo interno que tiene que ver con la escritura de las obras y otro más ligado a las puestas de las obras. En teatro escribimos para que alguien más le de vida a eso, entonces esos textos tienen un lugar de corrección”, afirma el también director de www.moscuteatro.com.ar.
Sus comienzos en la escritura fueron desde lo intuitivito, desde la necesidad de contar: “Yo empecé a escribir sin haber estudiado, y después estudie en la EMAD con Mauricio Kartún. Esto me dio algo de desprejuicio a la hora de escribir que creo que me vino bien, y en general los bloqueos creativos están más ligados a cuando uno quiere dirigir el proceso. Te bloqueas si querés escribir una obra y te sale otra, si te gustaría ser más inteligente de lo que sos, o si te gustaría hablar de un tema y te sale otro. Siempre se puede estar escribiendo creativamente”, cuenta.
En esta entrevista con Canal Abierto, Lumerman habló sobre la reciente publicación del libro “El amor es un bien y otras obras”, que reúne además “El río en mí” y “Muerde”. En su prólogo, Mauricio Kartún, afirma: “Una comunión de violencia. Al fin y al cabo nunca ha sido otra cosa el teatro. Desde el primer instante de su historia, desde su primera letra, como si hubiese nacido con él, lleva incorporado a ese combate cruento el soporte amoroso que lo compensa, que hace del choque eterno de los conflictos una materia emocionante”.
“El amor es un bien” es una inspiración de Tío Vania, del dramaturgo ruso Anton Chejov, y estuvo en cartelera en distintos teatros de la Ciudad. La obra también recorrió numerosos países de América Latina, tales como Perú, Chile, Brasil y Uruguay: “Son personajes que están un poco al margen en muchos sentidos, y siempre está lo político y la ecología dando vueltas”, señala Lumerman.
En este sentido, afirma que el arte debe estar comprometido con el modo en que las personas miran el mundo: “Soy hijo de militantes políticos y eso marca una mirada en el mundo, y a mí siempre me gustó el teatro que me invitaba a preguntarme cosas, que me conmovía cuando salías de la sala y en algo te cambió la percepción de cómo mirar la realidad. A mí me parece que el arte debe ser un lugar que alimente cuestionamientos, que te dispare preguntas. Yo cada vez tengo menos certezas y más preguntas”.