Redacción Canal Abierto | Una oficial de la Policía de la Ciudad fue asesinada este martes de dos balazos por un hombre que le quitó su arma reglamentaria. El hecho, en el que también resultó herido un trabajador del subte, ocurrió este martes minutos después de las 11 en la estación cabecera de la línea C.
De acuerdo con las pericias, Oscar Gustavo Valdez, de nacionalidad paraguaya, llegó a realizar seis disparos con una Bersa Thunder -arma que la agente Maribel Salazar poseía de su paso por la Policía Federal entre 2014 y 2016- antes de ser detenido cuando intentaba escapar.
Según declararon varios testigos, el arrebato sucedió de forma intempestiva cuando la oficial de 35 años y madre de dos hijos asistía la supuesta descompensación de quien luego se convertiría en su victimario.
El caso provocó escenas de pánico entre los pasajeros, indignación y bronca en la sociedad, una huelga que paralizó el subte durante toda la jornada y el resurgimiento de la discusión en torno a las pistolas Táser. En cambio, no se abordaron causas estructurales como la calidad de la formación que reciben los integrantes de la fuerza de seguridad o las condiciones materiales que hicieron posible esta tragedia.
El robo del arma y el chaleco que no frenó las balas
La primera pregunta que surge en este caso es sobre las circunstancias en que Valdez se hace con el arma policial.
“Yo soy el jefe, yo ya gané”, gritaba el asesino ante las cámaras en el preciso momento en que era detenido. Si bien es cierto que él tenía antecedentes por violencia de género y «resistencia a la autoridad», todo parecía indicar que previo ataque se trataría de una persona fuera de sí, quizás en medio de un brote psicótico, y no de un hecho delictivo.
🚨 MUJER POLICÍA ASESINADA EN RETIRO
– Así detenían al acusado del crimen
– Tenía dos causas penales pic.twitter.com/MYksWvSf2b
— Vía Szeta (@mauroszeta) February 14, 2023
“Aún no tenemos los detalles del caso, pero si repasas los archivos ves que es muy común que en una situación psiquiátrica o vinculada a eventos similares termina siendo la policía la que interviene y no gente capacitada en salud mental”, explica María del Carmen Verdú, de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) con un profuso conocimiento de los protocolos policiales.
“Tenes situaciones violentas, de personas que necesitan ayuda y no más violencia, y que es común termine en fusilamientos por parte de los policías”, indica la abogada. En este sentido, el ejemplo más resonante y mediático es el que en 2021 protagonizó Chano Charpentier, quien en medio de una crisis por su problema de adicciones terminó baleado por un oficial de la Bonaerense en su propia casa.
Las cartucheras que utiliza la policía deberían contar con una traba externa y otra del lado del cuerpo del agente, justamente para evitar o dificultar cualquier intento de arrebato como el que sufrió la agente en el subte.
“Un tipo totalmente sacado que al parecer se sentía mal y no era Rambo, ¿cómo pudo sacarle el arma de la cartuchera a una oficial de la Policía? La única respuesta que encuentro es que esa cartuchera no tendría correa de seguridad, sino no la podría haber sacado”, asegura Verdú.
La Bersa Thunder que cargaba Salazar cuenta con doble seguro, uno automático (tiene como fin evitar que se dispare sola ante cualquier movimiento o golpe) y otro manual. Ambos tienen como fin evitar que el arma se dispare ante el mínimo golpe o gatille involuntario. Aún no se sabe si la oficial tenía puesto el segundo.
Otro interrogante sin respuesta tiene que ver con el chaleco antibalas que portaba la oficial al momento del hecho: si bien aún no hay pericias balísticas concretas que determinen su relevancia en este caso, lo que es seguro es que no impidió el ingreso de la bala mortal. Según informaron fuentes oficiales, el que llevaba puesto Salazar no sólo era el reglamentario, sino que estaba vigente (tienen cinco años de duración y el de Salazar era de 2022). Sin embargo, se trataría de un equipamiento para masculinos, y por lo tanto podría no haberse adaptado correctamente a la anatomía de una mujer.
Al igual que el arma reglamentaria, la provisión de los chalecos es potestad del Gobierno de la Ciudad.
La formación policial
La Policía de la Ciudad está realizando una convocatoria dedicada a «jóvenes con vocación de servicio» para que se incorporen a la fuerza. Los ingresantes deberán pasar por un proceso de instrucción y entrenamiento, durante el cual les pagarán una beca mensual de unos 100 mil pesos, equivalente a la mitad del sueldo de un policía en actividad.
“El curso dura cuatro semestres: en el primero no son demasiadas horas de cursada, el segundo y el tercero es en modalidad de internado –viven en la escuela de cadetes, entran el domingo por la noche y se retiran el viernes por la tarde- y el cuarto semestre los mandan a las comisarías”, detalla Eduardo Silveyra, autor de La Gorra. Prontuario de la Policía de la Ciudad.
Los requisitos para el ingreso son tener entre 17 y 28 años de edad, secundario completo o estar cursando el último año, residir en la Ciudad de Buenos Aires o a no más de 80 kilómetros, ser ciudadano argentino y no haber sido condenado o estar procesado por actos de fuerza contra el orden institucional y la democracia, violaciones a los derechos humanos o delitos dolosos de cualquier tipo.
“Más allá de la calidad formativa que reciben, es un hecho que se están incorporando agentes de forma desmedida, a granel: mientras la recomendación de la Organizaciones de Naciones Unidas es que haya 300 policías cada 100 mil habitantes, la Ciudad tiene 800 cada 100 mil habitantes”, asegura Silveyra. “Los procesos de selección y seguimiento no son muy rigurosos, por eso tenemos tantos casos de policías en funciones atrapados cometiendo delitos”.
Fuentes de la investigación confirmaron que la oficial Salazar se unió a la Policía porteña hacía 5 años proveniente de la Policía Federal, con el traspaso de los efectivos que trabajaban en las comisarías.
Si bien es cierto que en este caso puntual la oficial estaba brindado asistencia a una persona descompensada y no a un individuo hostil, los manuales policiales aconsejan que ante una situación confusa en la vía pública es clave mantener una distancia de seguridad. Al respecto, vale recordar un caso similar acaecido en septiembre de 2020 en el barrio de Palermo, a metros del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), cuando un hombre desequilibrado mató de una puñalada en el corazón a al policía de la Federal Juan Roldán.
El debate sobre las Táser
Luego de ocurrido el incidente, funcionarios del Gobierno de la Ciudad y la oposición aprovecharon para cargar contra la decisión judicial que bloquea el uso de las pistolas eléctricas. «Las armas no letales son una herramienta clave para cuidar a la gente, la mayoría de los países del mundo las usan”, lanzó Marcelo D’Alessandro, el ministro de Seguridad porteño que pidió licencia tras el escándalo de la filtración de chats con Silvio Robles, mano derecha del presidente de la Corte Suprema, Horacio Rosatti.
La semana pasada, expertos de la ONU criticaron el excesivo uso de las Táser por parte de la policía de Estados Unidos y pidieron una investigación profunda de las recientes muertes de los afroamericanos Tyre Nichols y Keenan Anderson, atacados con este tipo de armas.
Según el equipo de expertos del organismo internacional, este tipo de armas en teoría no letales «pueden matar, causar graves heridas y discapacidades permanentes».
En relación al hecho que terminó con la vida de Salazar, los especialistas descartan que hubiera sido de alguna utilidad: “a esa distancia, no hubiera podido utilizarla”.
“¿Por qué tiene que haber un policía armado en un lugar con tanta circulación de gente como es el subte?”, se pregunta Verdú y abre un debate saldado en países como Reino Unido, Irlanda, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda y un puñado de naciones isleñas del Pacífico donde los oficiales suelen patrullar desarmados y solo algunos cuerpos especiales tienen permitido portar pistolas o similares.