Redacción Canal Abierto | La candidatura de El Dipy a la intendencia de La Matanza dentro de la fuerza La Libertad Avanza que tiene como referente nacional al economista hiperliberal Javier Milei se suma a una larga saga de partidos que han buscado en candidatos con fama previa traccionen sus potenciales electorales.
Si de famosos y La Matanza hablamos, prima recordar que la única elección en la que el peronismo vio en jaque su hegemonía en el distrito más poblado del conurbano bonaerense fue precisamente a manos de una figura alejada de la política tradicional. Y del propio territorio al que aspiraba a gobernar.
En 1999, la Alianza llevó como candidata a para esa intendencia a Lidia Satragno, la locutora, animadora y presentadora popularmente conocida como Pinky. Nacida en San Justo, pero con décadas viviendo frente al jardín Botánico porteño, su postulación fue vista como la posibilidad de traccionar votos en un territorio siempre favorable al peronismo. Nadie sospechaba que estuvo a punto de desbancar al justicialismo.
Durante gran parte del recuento de votos, la conductora se imponía por escaso margen a Alberto Ballestrini, el candidato del PJ. Con el correr de las horas, los votos de éste fueron apareciendo hasta que sobrepasó a Pinky por 3 puntos. El batacazo tampoco alcanzó para imponerse a nivel provincial, donde la fórmula Ruckauf-Solá venció a Fernández Meijide-Posse.
No han sido pocos los que además de esto, forjaron una carrera política que llegó a trascender a sus logros artísticos o deportivos.
La década del 90 fue fértil en la cosecha de candidatos provenientes del mundo artístico o de lo que entonces se denominaba la farándula. Tres de estos ejemplos llegaron a coquetear con el máximo cargo al que todo político sueña: la presidencia de la Nación.
Los primeros referentes fueron el cantante Ramon Bautista «Palito» Ortega y el automovilista Juan Carlos Reutemann. Ambos se sumaron al armado de Menem en 1991, primer elección de medio término en las que el entonces presidente necesitaba refrendar su gobierno tras que las medidas implementadas implicaran un volantazo drástico con sus promesas de campaña.
A diferencia de experiencias previas, donde estos nombres se sumaban o bien como funcionarios de un gobierno ya elegido o se candidateaban a cargos electivos, Ortega y Reutemann entraron por la puerta grande y ese año fueron elegidos gobernadores de sus provincias natales, Tucumán y Santa Fe, respectivamente. Impedidos de reelegir por las constituciones provinciales, ambos continuaron su carrera política. Reutemann fue al Senado de la Nación, mientras que ortega recaló en la Secretaría de Desarrollo Social.
En 1997, con la estrella en declive, Menem volvió a recurrir al mecanismo que tan buenos resultados le había dado en los albores de su mandato y convocó al motonauta Daniel Scioli para que encabezara la lista de diputados en la Ciudad de Buenos Aires. En pleno ascenso de la Alianza (UCR-Frepaso) y en un distrito históricamente esquivo al peronismo -aún en su versión neoliberal-, la lista del PJ salió segunda, pero alcanzó para que Scioli entrara al poder legislativo.
En 1999, Ortega intentó disputar la interna para ser el candidato a presidente del oficialismo, enfrentando al entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde. Finalmente, la fórmula salió de un acuerdo en la que el tucumano fue de candidato a vicepresidente. El 24 de octubre de ese año, la fórmula Duhalde-Ortega cayó ante la de la Alianza que llevó a Fernando De La Rúa y Carlos «Chacho» Alvarez.
Tras el traspie, el ex integrante del Club del Clan volvió al Senado. Su última gran visibilización no fue la más feliz: estuvo entre los señalados por haber cobrado para votar la ley de flexibilización laboral que exigía el FMI en lo que se conoció como el Banelcogate.
Quien tendría revancha sería el automovilista. Tras el interregno de un mandato impuesto por la constitución santafesina, volvió a gobernar la provincia entre 1999 y 2003. Durante ese mandato ocurrió el estallido del 2001, que sacó a la Alianza de la Casa Rosada. En la provincia que gobernaba cayeron 9 de las víctimas fatales asesinadas por la policía provincial. Una de ellas fue Claudio «Pocho» Leprati, mientras intentaba que las fuerzas de seguridad no dispararan contra un comedor comunitario repleto de niños.
Pero el automovilista saldría bastante ileso de esa situación al punto de llegar a ser el eventual candidato de consenso en la interna entre Menem y Duhalde para las elecciones presidenciales de 2003. Cuando su postulación estaba cantada, anunció su declinación con un curioso argumento sobre el que nunca se explayó: «Vi algo que no me gustó y que tal vez no vaya a decir nunca». La última parte de la frase fue cumplida. Su salida de la gobernación se dio en medio de la inundación más grave que azotara a su provincia.
De los tres, Scioli fue el que más cerca estuvo del premio mayor. Tras la declinación de Reutemann, fue el elegido para secundar a Néstor Kirchner en la fórmula implusada por el entonces presidente Duhalde para enfrentar a Menem. Así llegó a la vicepresidencia de la Nación. De ahí saltó a la provincia de Buenos Aires, de la que fue gobernador por dos mandatos. Concluido el segundo y también imposibilitado de un tercero, fue por el sillón de Rivadavia. Pero los votos le fueron adversos en el ballotage que perdió frente a Mauricio Macri por tan sólo 2 puntos. Hoy se muestra con ganas de revancha.
Luego sería el macrismo el que reclutaría en pantallas y campos de juegos a candidatos para su incipiente partido PRO.
Cuando empezó a sentir que la jefatura de Gobierno de la Ciudad le quedaba chica y quiso ir por la presidencia, entendió que necesitaba de votos más allá de la General Paz. Uno de los primeros reclutados fue el humorista Miguel Del Sel, quien disputó la gobernación de Santa Fe en 2011, en la primer incursión del PRO en esa provincia. La noche del 24 de julio, los fiscales amarillos estuvieron pendientes hasta el último voto. Finalmente, el socialismo oficialista se impuso con la candidatura de Héctor Bonfatti con un 39,68% sobre los 36,08% de Del Sel. Nada mal para una fuerza y candidato primerizos.
Suerte similar correría en 2015. El 31,65% que Del Sel sacó con la escudería PRO no alcanzó frente al 31, 74% con el que el socialismo retuvo para sí la provincia, esta vez con Miguel Angel Lifschitz. Fueron 1496 los votos que lo separaron de la gobernación. Como vimos arriba, en diciembre de ese año Macri asumió la presidencia y Del Sel fue nombrado embajador en la Embajada Argentina en Panamá, donde estuvo hasta 2017 cuando volvió al país y a la actuación.
Mejor suerte correrían otros candidatos proveninetes de otros rubros: Martiniano Molina y Diego Valenzuela, quienes en 2015 fueron elegidos intendentes de Quilmes y Tres de Febrero, respectivamente.
El primer caso es interesante como signo de los tiempos. Si históricamente los elegidos eran artistas y deportistas, la elección de Molina pone sobre el tapete el lugar que ganó la gastronomía en la exposición pública en los últimos años. En un batacazo que incluyó la ruptura de la continuidad peronista en la gobernación bonaerense, el cocinero llegó a la intendencia de Quilmes, pero su gestión no fue sobresaliente. Sus intervenciones más recordadas fueron la confusión del Pozo de Quilmes con un bache y el desalojo violento de vendedores ambulantes. Fue vencido por Mayra Mendoza en 2019.
Valenzuela sí pudo hacer frente al aluvión del Frente de Todos de 2019 y retuvo la intendencia de Tres de Febrero. Su gestión también está teñida por sucesos como el apoyo a los policías que asesinaron a Diego Cagliero y la quita de mosaicos de los desaparecidos del municipio en vísperas del último 24 de marzo.