Por Inés Hayes | En La causa de la libertad. Cómo nace la política moderna en tensión con la iglesia (Siglo XXI), la doctora y profesora de Historia, Jimena Tcherbbis Testa muestra cómo, repensadas a la luz de la Inquisición española, las revoluciones hispanoamericanas y el surgimiento mismo de la política moderna revelan aristas y tensiones poco analizadas hasta ahora.
La causa de la libertad cuenta una historia en múltiples tiempos y espacios. Un viaje transatlántico transporta al lector ida y vuelta desde Cádiz hacia Lima y Buenos Aires, a partir de 1808 cuando la Revolución Francesa golpea a las puertas de la monarquía católica. Entonces, tanto en España como en territorio americano el rechazo de las élites liberales a la Inquisición fue clave en el proceso de imaginar un nuevo orden basado en la soberanía popular, capaz de subvertir los principios de la monarquía para crear nuevas comunidades políticas. En esta entrevista, la autora repasa el pasado y el presente.
¿Cómo nació la idea del libro?
-Esa idea tiene una historia. Desde un inicio en cada materia que cursaba me interesaba pensar cómo fue cambiando el vínculo entre política y religión, cómo se fueron, de hecho, creando esos espacios. Y en ese sentido la cuestión de la Inquisición me parecía que condensaba esas tensiones, mostraba, podríamos decir, el peligro que supone hacer de la religión una política y de la política una cuestión religiosa. Al empezar a estudiar el problema hubo algo que me generó intriga que, como planteo en el libro, es el hecho de que la Inquisición intentó jugar una partida contra el tiempo. Es decir, intentó adaptarse a las épocas inventando nuevas herejías para, como decía un defensor del tribunal, “asustar a la imaginación”. Mi investigación de doctorado me llevó a reconstruir el reverso de esa historia, el fin de la Inquisición española fundada en 1478 y suprimida definitivamente en la Península en 1834. Y decidí hacer esa reconstrucción mirando qué pasaba desde este otro lado del Atlántico. Finalmente, tras años de investigación surgió el libro.
¿De qué manera se puede asociar al liberalismo con la inquisición?
-Se puede asociar de muchas maneras. En principio, hay que tener en cuenta que la Inquisición española, que dependía tanto del Papa como de la monarquía, buscaba construir obediencia entre unos fieles que debían comportarse como súbditos. En ese contexto, política y religión no se distinguían. Pecado y delito tampoco. La Inquisición española se creó para perseguir a la llamada herejía judaizante, es decir vigilar la pureza de la fe de los judíos que habían sido obligados a convertirse al catolicismo. Pero con el paso del tiempo, sus objetivos se diversifican. Tras la Revolución Francesa, la Inquisición se muestra convencida de que la herejía se disfrazaba de las máximas políticas de la igualdad y la libertad. Y es acá donde, precisamente, las ideas liberales juegan un rol desestabilizador. Cuando la revolución golpea las puertas de la monarquía española, con la invasión de Napoleón Bonaparte, comienza a surgir una crítica liberal a la Inquisición con el objetivo de imaginar un nuevo orden político limitando la monarquía y reconociendo libertades individuales. Las ideas liberales plantean que la Inquisición es enemiga de la política. Pero ese liberalismo tendrá tensiones al momento de pensar la libertad religiosa en una sociedad que se creía unánimemente católica. El libro muestra cómo la crítica liberal, si bien no distingue de inmediato al ciudadano del creyente, habilita un espacio para discutir las condiciones de creencia, tanto en política como en religión.
¿Por qué puede pensarse a la Reforma Luterana como una puerta de entrada al Iluminismo?
-Puede pensarse a la Reforma como una puerta de entrada al Iluminismo en el sentido de que al interrogarse sobre aquello que se suponía no debía ser cuestionado, es decir el poder de Roma, se habilita en principio un espacio de legitimidad para la duda y la libre interpretación. Pero hay que tener presente que en los reinos donde se adoptó la Reforma se da lugar también a un proceso de confesionalización de la sociedad, distinto al que supuso la Inquisición pero no por eso exento de tensiones. Por otro lado, también existió un iluminismo católico. Pero en un contexto en el que la Inquisición persigue aquellos delitos que el historiador García Cárcel caracteriza como “la tentación del pensar”, no son pocos los liberales que asocian las ideas de libertad con el cristianismo reivindicado por los protestantes. En ese sentido, los liberales bautizados serán un desafío para Roma.
¿Cómo se dieron en los territorios rioplatenses esos debates?
-Bueno, el Virreinato del Río de la Plata no tuvo su propia Inquisición, aunque no faltaron los proyectos para crear una en Buenos Aires. Los territorios rioplatenses dependían de la Inquisición de Lima. Aquí los debates aparecen con la revolución. Nuestra prensa revolucionaria sigue con atención las transformaciones de la Península: la abolición de la Inquisición por parte de Napoleón en 1808 y, luego, los debates que se dan desde 1810 en las Cortes de Cádiz donde, en nombre del rey Fernando VII, los diputados liberales buscan suprimir el tribunal y dictar una Constitución. Lo interesante del caso es que la Asamblea del Año XIII suprime el poder de la Inquisición en nuestro territorio sin saber, aún, que en Cádiz los liberales habían logrado ya suprimirla. Nuestros revolucionarios representarán a España con el rostro de su Inquisición. Un personaje clave es Monteagudo que acompañará al General San Martín en la liberación del Perú aboliendo definitivamente la Inquisición de Lima. América, antes que España, suprimió la Inquisición al calor de las independencias. No casualmente, Fernando VII le ordena a un inquisidor de la Corte redactar un manifiesto contra nuestra independencia que proclama, despectivamente, que “América es el país de la imaginación”. A diferencia de otros espacios, en Buenos Aires ese debate pronto da lugar al reconocimiento de la libertad religiosa. Ahora bien, también se debate intensamente, por ejemplo al calor del rosismo, sobre el peligro de que surja una inquisición política capaz de gobernar las creencias y convertir al opositor en un hereje.
¿Por qué creés que es importante conocer toda esta historia para el presente?
-Te diría que es importante conocer esta historia porque la construcción de la política moderna es un proceso inacabado. Muchos de nuestros debates actuales sobre las libertades individuales suelen poner en tensión discursos que, no pocas veces, buscan arrogarse la verdad desde un lugar de pretendida superioridad moral.
Si algo cuenta esta historia es el modo en que las ideas liberales habilitaron, aun con todas sus tensiones, un espacio de debate para que la sociedad pueda reflexionar sobre sí misma. Y nos muestra también el peligro que supone clausurar los debates al convertir la fe en creencia política y la opinión política en acto de fe.
Imagen interna: Infobae