Por Inés Hayes | Compilado por el sociólogo José Seoane, Neoliberalismo (Capitalismo) catastrófico: imágenes de la última ola neoliberal y las alternativas en nuestra América, acaba de ser editado por el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la Facultad de Ciencias Sociales. En esta entrevista, Seoane profundiza sobre el carácter multidimensional de la crisis del capitalismo y sobre las posibles salidas del campo popular.
El libro presenta una compilación de artículos escritos por investigadores integrantes del proyecto UBACyT “Mutaciones y continuidades en el arte de gobierno neoliberal de la cuestión social, ambiental y colonial en Argentina y América Latina y el Caribe” del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) de la Facultad de Ciencias Sociales. Lejos de proponer respuestas cerradas o definitivas, aspira a aportar y contribuir a un debate sobre el momento sociohistórico que afronta el mundo y sobre las opciones y caminos alternativos que pueden plantearse. Escriben: Emilio Taddei, Esteban Magnani, Fabiana Piñaranda, Inés Hayes, Andrea Cardoso y José Seoane. El contenido puede descargarse gratuitamente de la web de Ediciones Luxemburgo.
Seoane es sociólogo y doctor en Ciencias Sociales, profesor de la facultad de Sociales de la UBA e investigador del Grupo de Estudios de América Latina y el Caribe (Geal), en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (Iealc) de dicha facultad y del Instituto Tricontinental de Investigación Social, que a nivel mundial dirige el hindú Vijay Prashad.
¿Por qué el título Neoliberalismo catastrófico?
-El neoliberalismo entendido como un período del capitalismo que se abre a partir de los años 70 se caracteriza por un lado por promover a través de sus transformaciones una profunda crisis social, la crisis de la política, de la democracia, ambiental, una crisis multidimensional que afecta el conjunto de las áreas de la vida social. En los últimos años esta dinámica de crisis múltiple, de lo que se suele llamar la crisis civilizatoria se profundizó en el contexto de la pandemia, del impacto inflacionario de la guerra, la aparición de los fascismos y neofascismos, la profundización de las políticas de ajuste ortodoxas del neoliberalismo, abriendo una dinámica catastrófica de la crisis. Eso es lo que quiere señalar el título y es sobre, en general, lo que reflexionan los artículos.
Se trata de pensar la catástrofe actual, la crisis climática, la profunda desigualdad social acentuada en estos últimos años a escala nacional, regional e internacional, el proceso de militarización que atraviesa el escenario mundial. Esta dinámica no es producto de la naturaleza ni es un dictatum inevitable sino que tiene que ver con las dinámicas de las transformaciones del capitalismo neoliberal.
¿Por qué en el capítulo 1 hablás de la dualidad moderna, lo social y lo ambiental y la resignificación neoliberal?
-Es propio de la transición entre el feudalismo y el capitalismo, iniciado en Europa entre el siglo XV y el XVIII, que entre otras cuestiones inició un proceso de separación entre sociedad y naturaleza, una escisión moderna, colonial, capitalista que por un lado objetiviza la naturaleza constituyéndola como un objeto del conocimiento científico, como un recurso de la actividad económica de la que es necesario apropiarse, explotar y transformar como un medio para la subsistencia, mientras subjetiviza a la sociedad. Esta escisión moderna es resignificada en el marco de las transformaciones neoliberales a partir de dos procesos: uno, que es el más conocido, es el de mercantilización de lo social y de lo ambiental. Transformando lo social en mercancía con el retiro del Estado como garante de los derechos a la salud, a la educación, al trabajo, con la construcción del emprendedorismo, de construir una relación cada vez más desigual entre el capital y el trabajo, por un lado, y por el otro la mercantilización de los bienes comunes que incluyen incluso el agua y el aire.
-Este proceso es acompañado por otro que es menos conocido pero que hay que vincularlo a estas transformaciones neoliberales que es la naturalización de lo social y de lo ambiental. La naturalización de la desigualdad es considerada por el neoliberalismo como un elemento decisivo para la competencia y fundamento del progreso y que se naturaliza recuperando viejas formas del ejercicio del poder y de la discursividad que nos remiten a la conquista y colonización de nuestra América y, en una historia más corta, al fascismo y al nazismo de mediados del siglo XX, donde aparece ahora nuevamente, bajo estas formas de racismos y de neofascismos, todo un conjunto de dispositivos, de saberes y de prácticas orientados a naturalizar la desigualdad social y cristalizarla en términos de pertenencia racial o de construcción biológica. Un proceso similar lo atraviesa lo ambiental en donde se separa, se niega la dimensión social, incluso se utiliza esto de la naturaleza fabricada artificialmente con esta noción de la economía verde en términos de la producción biológica de la naturaleza.
¿Cuál es la situación actual del extractivismo en América Latina con el avance de los gobiernos de derecha?
-Los últimos años se ha visto en América Latina y el Caribe una profundización del extractivismo en varias dimensiones, una dimensión que podríamos llamar tradicional, vinculado al agronegocio, a la explotación megaminera contaminante o hidrocarburífera y un extractivismo que además se presenta como más autoritario y que está vinculado a estos neofascismos que vemos en la región muy claramente por ejemplo en el golpe parlamentario en Perú cuyo objetivo central era impedir la caducidad de las concesiones mineras y asegurar esta explotación contaminante en el centro de Perú y sobre la amazonía peruana.
Hay otro extractivismo que también se despliega en la región que tiene que ver con un extractivismo extremo de aprovechamiento y explotación de las reservas hidrocarburíferas que están en lugares muy complejos en términos de la explotación y de enormes costos pero que se vuelven rentables en esta matriz energética, como puede ser el fracking y en Vaca Muerta en Argentina o toda la expansión de la explotación off shore de hidrocarburos en América Latina que tiene graves consecuencias en términos socio-ambientales y por otro lado lo que se suele llamar un extractivismo verde que está vinculado a una lógica de apropiación de las reservas de los bienes comunes de la naturaleza que son imprescindibles para la transición energética que hoy aparece en el horizonte como inevitable, por ejemplo con el tema del litio en Jujuy.
¿Cuáles son los debates actuales sobre el fin de ciclo? ¿Qué rol tienen los movimientos populares en esta etapa?
-Este nuevo segundo ciclo de gobiernos populares y progresistas como el de Guatemala con el triunfo de una alternativa progresista y con los posibles resultados electorales en Ecuador tiene mucho que ver con las resistencias y las luchas sociales que atravesaron el continente particularmente entre el 2019 y el 2022. Este ciclo de luchas, de levantamientos, de grandes conflictos como fue el octubre chileno de 2019 que se prolongó por un largo tiempo o en las mismas fechas en Ecuador o mucho más reciente en el caso del Perú, para dar algunos ejemplos, estuvieron a la base de la emergencia de estos gobiernos progresistas. Podemos entender así la elección de Castillo en Perú, de Boric en Chile o del nuevo gobierno colombiano. Luego por supuesto hay una evaluación posible del rumbo de estos gobiernos progresistas que es mucho menos ambicioso y mucho más heterogéneo del que signó el ciclo de gobiernos progresistas que se abrió en la región con el triunfo de Chávez. Este nuevo ciclo está mucho más acosado por unas fuerzas conservadoras que en el contexto de la crisis civilizatoria se vuelven más autoritarias y con un programa de ajuste mucho más brutal.
Ciertamente desde esta perspectiva poder responder a estos desafíos, poder encontrar un camino de salida alternativo a lo que muchos han llamado y que nosotros retomamos en el libro como la crisis de civilización del capital, construir alternativas en este contexto reclama consolidar o promover dinámicas de un enorme protagonismo popular que sea capaz de desplegar una nueva hegemonía, una nueva fuerza y una nueva potencia para llevar adelante las transformaciones que son necesarias para dar respuesta a esta crisis multidimensional que afrontamos.