Por Carlos Fanjul | Por estas horas el mundillo judicial de La Plata es un verdadero loquero. Los pasillos de Tribunales y de varios de los juzgados existentes en la ciudad no son otra cosa que el escenario de discusiones, algunas de alto tono, en el que la decisión del jurado de enjuiciamiento de magistrados de la Provincia, que resolvió ayer suspender al juez en lo Contencioso Administrativo del juzgado Nº1 platense, Luis Federico Arias, se roba toda la atención.
El magistrado, altamente respetado o combatido con furia según quien sea la fuente periodística, enfrenta 22 cargos en su contra por distintas faltas. Entre las que entiende el jurado hay algunas por “abuso de autoridad, prevaricato e incumplimiento de funcionario público”. Eso lo ha llevado ahora a estar suspendido con la seria amenaza de quedar destituido tras la realización del jury de enjuiciamiento que se ha dispuesto.
Como se comprenderá, tal volumen de letra jurídica puede resultar engorroso o hasta incomprensible para los legos. Sin embargo, básicamente lo que aquí está en discusión es el concepto final de la idea de justicia, así entendida en el más profundo de sus sentidos. Es decir, si fueron más importantes las formas o el logro final de haber logrado justicia en cualquiera de las temáticas en las que el magistrado se ha involucrado.
Quienes lo denostan hablan de formas, quienes sienten alguna manera de gratitud por su accionar solo expresan que, gracias a su intervención, han sentido que existió justicia.
Para seguir entrándole a la idea, están la palabras del propio Arias que así sintetiza su realidad: “Al procurador (Julio Conte Grand) le interesa más la competencia de los jueces que la vida de la gente. Las cuestiones procesales no pueden estar por encima de los derechos de cada uno”.
Y aquí vale remarcar algunos detalles sobre esos 22 cargos: la mayoría de las cuestiones expuestas por el jurado son de competencia, que se deben dirimir en el expediente. Hay herramientas procesales para hacerlo. Todos los códigos procesales prevén normas para plantear esos conflictos. Pero está claro que ese lugar no es un jury de enjuiciamiento.
¿Por qué se llega a ese territorio, según las fuentes consultadas, simplemente porque se vive un signo de época en el que la fuerza lograda con votos por el partido de gobierno les permite llevar a cabo una “embestida política y un intento de silenciar voces y decisiones que molestan al gobierno”?.
¿Un juez K?
En este punto es muy interesante meterse más a fondo en algunas de las cosas que aseguran quienes expresan felicidad en aquellos pasillos tribunalicios. A Arias muchos le asignan inclinaciones kirchneristas en sus gustos partidarios y hasta otros lo acusan de haberse endurecido en sus posiciones con la llegada del mundo amarillo. Para ello, ejemplifican su decisión reciente de salirle al cruce del tarifazo dispuesto por Macri.
Sin embargo, entre los 22 carpetazos que le han tirado por la cabeza, los más destacados y resonantes resultan sus posturas en aquellas horas dramáticas que la ciudad vivió a causa de las trágicas inundaciones de 2013. Allí su nombre se hizo nacional cuando decidió meter las narices en el número de personas fallecidas y hurgó en la morgue y hasta la allanó para constatar variadas irregularidades que elevaron el número mágico de 52 muertos a casi el doble. Aquí vale recordar que mientras la calle llegó a hablar de varios cientos, el trabajo de Arias delimitó que fueron una 94 personas fallecidas por causas directamente atribuibles al desastre e incluso hasta esa cifra hoy puede cuestionarse en más o en menos, según la lectura de cada caso.
«Arias fue quien puso en evidencia la cantidad real de muertos»
Esas investigaciones, se asegura hoy, son las que pusieron a Arias en un enfrentamiento ‘a muerte’ con el establishment judicial, ya que no solo dejaron en claro la irregularidades citadas a la hora del recuento de cadáveres, sino que hicieron caer el entramado de encubrimiento del que no salieron limpios ni el intendente de entonces, Pablo Bruera, ni el gobernador, luego estrella del kirchnerismo, Daniel Scioli. Y hasta ni siquiera la presidenta Cristina Kirchner, quien tras varios días de silencio, mandó a su tropa bien pertrechada de chalecos K a repartir alimentos y frazadas, con la clara intención de despegarse de los más embarrados.
En la lista de aparentes pisoteos en jardines ajenos, que es de lo que principalmente se acusa a Arias, surgen también casos como la toma de terrenos en Gorina y Abasto en los que impidió una represión dispuesta por el gobierno sciolista, también un tarifazo provincial resuelto por el propio Scioli o cuestiones del mundo laboral como las ejecutadas por el ex gobernador, ex candidato a Presidente y flamante padre, a la hora de interrumpir maliciosamente discusiones paritarias con los gremios estatales o, más ruidosa aún, cuando pretendió llevarse puesto un aguinaldo y Arias y la movilización popular se lo impidieron.
Advirtiendo que esta película tendrá en los próximos días variados capítulos, vale remarcar que tanto el juez Arias, como su abogado defensor, Marcelo Ponce Nuñez, prefieren por estas horas no hablar mientras construyen –el momento clave será este mismo fin de semana- una presentación que cuestionará a cada uno de los 22 cargo y que, de ser necesario, llegará hasta los más elevados estrados de la justicia internacional.
Letrados cercanos a ambos le aseguraron a Canal Abierto que lo único que por ahora bien vale es que la comunidad tenga en claro es que ninguno de los 22 puntos “tienen que ver ni con cuestiones de dinero, ni mucho menos con actitudes de prevaricato”.
En idioma de pasillo, ni con coimas, ni con haber favorecido a alguien sabiendo que al hacerlo se violaba la ley.
“Para cada decisión siempre hubo un fuerte basamento en las leyes vigentes, más allá de que le hubiera gustado o no al poder de turno. Y eso les sería muy fácil de demostrar, tanto a Arias como a Ponce Nuñez, si en esta cuestión no hubiera además un fuerte contenido de batalla judicial y política”, razonaron sin alzar la voz algunos sujetos de traje y corbata que transitan cada día por el viejo edificio de calle 13.