Por Rosario Hasperué | La información apareció en un muro de Facebook. Llegó un video casero por Whatsapp. “Quieren cerrar escuelas en el Delta”. A dos semanas del arranque del ciclo lectivo parecía ilógico, inverosímil. Pero un par de llamadas a delegados del SUTEBA y ATE de Tigre y San Fernando, confirmaron el rumor. Luego se publicó en los medios y el director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Sanchéz Zinny, lo confirmó: “Vamos a reconvertir escuelas y a reubicar alumnos”. Pero este no es un anuncio aislado, se lleva adelante a poco de la disolución de la Unidad de Ejecución Provincial (UEP) a cargo de la construcción y refacción de escuelas, para luego dar los siguientes pasos: el cierre de más de cuarenta escuelas rurales y jardines, el cierre de los secundarios de adultos en escuelas técnicas y medias, el cierre de cursos con menos de 18 alumnos en toda la provincia y el intento de cerrar paritarias a la baja con un ajuste brutal en salarios docentes.
En el caso del cierre de escuelas, ningún funcionario de primera línea recorrió el territorio y no se explican los motivos reales de esta decisión. Hay que transitar por los caminos de las poblaciones en las zonas que se consideran rurales para entender que no puede primar un análisis cuantitativo sobre una visión cualitativa de la realidad de estas poblaciones. Garantizar el derecho a la educación en los lugares donde los niños y niñas más lo necesitan por condiciones geográficas y climáticas, es una obligación del Estado. Hay que ir al Delta para conocer las historias detrás de las políticas del Gobierno, en un lugar donde la escuela no es sólo un espacio para estudiar sino el corazón mismo de las comunidades. Una medida como ésta, dejaría a los niños y niñas en un desamparo total.
Un día en las islas
Son las 6.30 de la mañana. Hasta los baños están cerrados en la estación fluvial de Tigre. Todo despierta a las 7 cuando las lanchas comienzan a cargar a los pasajeros, en su mayoría isleños, que vuelven a sus casas.
Nos queda una hora y media de viaje hasta llegar a la casa de una de las maestras que será nuestra guía. En el camino, las personas bajan y suben de los distintos muelles. En algunos, flamea una bandera pintada a mano que dice “NO al cierre de Escuelas”. Irónicamente, en el camino vemos una casa museo sobre Domingo Faustino Sarmiento, quien instituyó el sistema educativo público y gratuito en nuestro país, y habitó aquí durante 30 años una casa de madera. También se inspiraron en esta geografía Carlos Warnes, Marcos Sastre, Haroldo Conti y Roberto Arlt. Hasta la responsable del Programa Aprender tiene una casa de fin de semana en este paraíso natural.
Luego de una hora y cincuenta minutos exactos arribamos al muelle Nautilus sobre el Arroyo Estudiantes, nos espera Marisa y otras tres maestras del Frente de Docentes Isleños. El “FREDI”, dicen y ríen un poco. Son docentes que enseñan y viven en las islas. Sobre el agua está la “Bibliolancha” que será nuestro transporte hacia las casas de las familias y algunas de las escuelas en riesgo de cierre. La Bibliolancha, es parte de un programa educativo que acerca libros, escritores y talleristas a las escuelas, donde también se llevan adelante talleres de oficios isleños “como utilización de caña de bambú para que los chicos puedan aprovechar los elementos del lugar”, explican.
Isleños
Sandra vive en una casa sencilla que “suele inundarse porque está en terrenos bajos” sobre el arroyo Paycarabí. ”Fácil no es, pero uno se acostumbra. Acá nos gustan los animales y hay que cuidarlos de las crecidas». Mientras, los perros, gallos y patos merodean en el lugar.
Sandra es mamá de dos chicos de 3 (Olmos) y 6 años (León). Es parte de la Bibliolancha, y de la cooperadora de una de las escuelas que quieren cerrar, de la de Paicarabí. “Si eso se concreta, para ellos serían muchas horas de viaje».
El Delta está organizando por secciones. Los hijos de Sandra van a una de las escuelas de la segunda sección. “Elegimos esta escuela por los vecinos, viajan 25 minutos con las maestras. A las otras escuelas deberían viajar una hora y pico, solos, y volverían cerca de las 5 de la tarde. En invierno eso es tardísimo, nosotros a las 7 de la tarde ya nos acostamos”, explica. La mujer nos habla mientras alista a sus hijos con los chalecos salvavidas para acompañarnos en la lancha hasta la escuela. “El más grande empieza primer grado y ya quiere empezar las clases –sostiene-. Nosotros estamos re contentos con la escuela. La comunidad somos los vecinos, nos cruzamos en la lancha. Si se mudan a otra escuela destruyen nuestra cotidianidad».
Así se palpita este anuncio, como la destrucción de la vida sencilla que llevaban hasta el momento. “Nosotros vivimos tranquilos, pero desde que nos dijeron que la escuela cierra se nos acabó la tranquilidad», resume.
Cierres de escuelas de manera irregular
Las docentes del FREDI aclaran que el cierre se notificó de manera absolutamente irregular: “Presentaron una nota con un membrete, sin nombre y sin firma, que decía «cierre temporario por optimización de recursos y citaba un informe que nunca nadie vio». Esto sucedió el último 14 de febrero, cuando los responsables del Ministerio de Educación intentaron que las directoras firmaran con conformidad esta decisión unilateral del Gobierno.
Sucede que Sánchez Zinny no es educador sino economista. Y lo que llaman un plan de «reorganización» de los centros de enseñanza del Delta es el cierre de cuatro escuelas primarias, cuatro jardines, y cursos en dos escuelas secundarias y dos jardines de infantes.
“Quieren cerrar todas las escuelas de la segunda sección y que se concentren en una escuela de la tercera sección. A los chicos les implicaría una hora más hasta la escuela. La lancha escolar sale a las 6 de Tigre para llegar a las 10 a las escuelas, y el retorno arranca a las 15.30 para llegar a Tigre a las 18. Para nosotros es una locura”, señalan las maestras.
Escuela que se cierra, arroyo que muere
El Delta es una zona de difícil acceso. Ríos, canales y arroyos se hacen lugar entre islas que están organizadas por distintas secciones que pertenecen a distintos municipios. La primera sección integra el territorio de Tigre, en tanto la segunda es parte de San Fernando y es la afectada por el cierre de las escuelas. En ese distrito el Delta abarca 920 kilómetros cuadrados de Islas, de los cuales 250 quedarían sin escuelas y sin espacio público para la comunidad.
“Escuela que se cierra, arroyo que se muere”, dice Marisa Negri, docente de Islas, de la Técnica Nº1 de Paraná Miní y de la Bibliolancha Santa Genoveva. Es quien viaja con los chicos en las lanchas escolares y cuenta que ese transporte “es la posibilidad de llegar hasta un arroyo principal, o hasta la ciudad, o a un centro de salud”.
El impacto del cierre de las escuelas es muy duro, muy difícil de cuantificar. “Son los espacios de encuentro, acá no hay plazas, no hay otros espacios públicos. En la escuela los vecinos se reúnen, se organizan kermeses, se recurre a la escuela para ayudarse. Acá una escuela es un espacio donde los chicos van a estudiar pero es mucho más que eso: es lo que le da vida a un arroyo, son los espacios vitales del Delta, tenemos muy pocos espacios públicos, por eso lo vamos a defender, con todo lo que tenemos”.
Guillermina Weil, presidenta de la Sociedad de Fomento Vecinal Arrollo Felicaria y de la Biblioteca popular Santa Genoveva, cree que esta es “una medida absolutamente absurda, ridícula. Lo único que buscan es hacer un ajuste económico. Sería romper la comunidad, porque en los arroyos los espacios comunitarios son las escuelas. Vivimos en un lugar rural, y la matrícula de la escuela tiene que ver con la comunidad”.
La escuela articula con el hospital. A través del programa Pro Huerta del INTA, es el espacio físico donde se dictan talleres para padres y vecinos. Ellos son también la garantía de que los arroyos permanezcan navegables para que se realice el dragado y se muevan los árboles caídos.
Aislados y a la deriva
Seguimos el recorrido en la Bibliolancha. Cantidad de canales y arroyos se encuentran en bifurcaciones donde cualquier extraño podría perderse. Pero Guillermina maneja con destreza y conocimiento del territorio. Doblamos por el Arroyo Caracoles, pasamos por delante de la Escuela Nº 25 y luego seguimos en zigzag hasta llegar a lo de Majo, mamá de cuatro niños y niñas de entre 2 y 13 años. Todos van a la Escuela Nº 19 y al Jardín 920 en Las Cañas. Ambos estarán afectados por el cierre.
“No estoy conforme con esta decisión porque rompe un vínculo hermoso con los docentes que están atentos a la necesidad de mis hijos”, dice tajante Majo y explica que “el subido de lanchas es muy difícil en este arroyo”. “El colegio es lo que más está presente, somos vecinos aislados de todo, si a mí me pasa algo acá nadie se entera”, afirma.
Esta mamá no puede contener las lágrimas mientras piensa en todos los problemas que le traería el cierre de la escuela de sus hijos: “Con el traslado enorme se van a frustrar, se van a cansar, porque los desarraigás de algo que conocen. Y así, sin prepararlos. Ellos no entienden por qué. No hay explicaciones válidas. Se hace todo muy raro, los papás quedamos a la deriva y acá aislados de toda realidad. Se olvidan de nosotros, de los chicos, ¿qué futuro les voy a dar si les están cortando la educación? Yo creo que hay muchas leyes que no se están cumpliendo, es muy triste”.
Luego de una pausa obligada ante la angustia, Majo dice: “no sabemos cómo explicarles lo que pasa con las decisiones de alguien que quiere sacarles su escuela. A mí no me sale explicarles, no sé si soy bruta o no tengo los medios, porque a mí nadie me explicó por qué pasa esto. Si quieren llevar todos los chicos allá de diez escuelas a una sola, ¿eso es mejor educación para ellos? No entiendo cómo van a hacer. Yo creo que no están pensando en su futuro”.
Se hace difícil continuar el recorrido, cada familia tiene una historia que vale la pena escuchar. Pero no podemos retrasarnos demasiado, sólo hay tiempo hasta las 15, que es cuando pasa la última lancha camino a Tigre. Entonces vamos a lo de María, de 64 años, quien levantó de cero una fábrica de juncos.
María fue alumna de la Escuela Nº·25 de Caracoles, sus hijos fueron a esa escuela y ahora sus nietos. Montó una fábrica de cortinas de juncos de la nada. Arrancó cortándolos en las costas del Delta, los secaba y los vendía por poco. Su ilusión era poder lograr que su trabajo tuviera más valor, y darle trabajo a la gente de la zona, poderle pagar el junco más de lo que los demás lo hacían. Arrancó muy de a poquito, alcanzó su sueño y ahora tiene un grupo de gente a quien convocar durante las temporadas.
“No puedo entender que cierren la escuela, no por lo que nosotros vivimos sino por todo lo demás que significa. Si cierran las escuelas los padres van a tener que elegir entre trabajar o llevarlos a estudiar”, reflexiona María, quien también se quiebra y mientras abraza fuerte a los nietos que tiene al lado, frunce el ceño y dice: “A los funcionarios les diré que pregunten a la gente del lugar cómo funciona esto, que se metan un poquito, no somos solamente un voto cuando hay elecciones. Yo sé que somos pocos habitantes, que somos pocos votos y que les interesa poco, pero no es así la cosa, somos seres humanos, y hemos vivido toda nuestra vida acá, esto quiere decir que acá hay vida”.
¿Qué intereses hay en el Delta?
El delta del río Paraná tiene una extensión de 14.000 kilómetros cuadrados y una longitud de 320 kilómetros. Nace en Entre Ríos y desemboca en el Río de La Plata. En Buenos Aires, ocupa la porción noreste de los Partidos de San Pedro, Baradero, Zárate, Campana, Escobar, Tigre, y San Fernando. Es considerado uno de los deltas más grandes del mundo y una gran reserva de agua dulce.
Socialmente, el territorio está organizado por una infraestructura escolar con más de 200 años. La lancha escolar, la escuela, es lo que organiza la vida de las comunidades. Entonces, ¿por qué cerrar escuelas de Islas? ¿Qué otros intereses valen más que la educación?
La escasez de agua potable es una realidad en los principales centros industrializados del mundo. Que la puja por la posesión y usufructo del agua dulce podría adoptar distintas modalidades que irían desde la privatización hasta los enfrentamientos armados es una de las tesis de varios analistas que estudian los conflictos geopolíticos. Hoy los grandes negocios inmobiliarios se trasladan también a las zonas con recursos acuíferos.
María sospecha y advierte: “que no estén pensando en negocios inmobiliarios, porque al isleño no lo van a poder sacar. Yo no soy tonta, me doy cuenta que acá hay algo detrás”. Y explica que existe una política de desplazamiento de la población local desde hace años: “vivimos sin luz, pagando facturas impresionantes, con un grupo electrógeno que nos sale fortunas. Hemos escuchado decir que si no nos gusta el lugar donde vivimos que nos vayamos a otro lado”.
Sandra también desconfía de que esto sea un cierre “para mejorar la calidad educativa” y se pregunta: “¿qué van a hacer con los predios de las escuelas que se cierran? Dónde está la escuela se llama tierras altas, son las que tienen más valor”.
Lucila da clases en la escuela secundaria de Paraná Mini y Chana, límite entre la segunda y tercera sección. En época escolar, se toma la lancha a las 7.30 para llegar recién a las 10.40 a la escuela técnica donde enseña literatura. Para regresar, hace un transbordo hacia otra escuela y luego vuelve a su casa en la primera sección que se encuentra a una hora de navegación de la estación fluvial de Tigre. Cada día, en las lanchas, se cruza con la gente de la zona. Muchos se dedican a la producción de álamos para papel. Papel que se utiliza para Papel Prensa, única empresa del país que ofrece este insumo para los diarios. También se dedican a la producción de nueces de pecan, cosechan junco, trabajan el mimbre, pescan y algunos continúan con la plantación frutal de cítricos. “Antes el Delta abastecía de frutos a toda la provincia de Buenos Aires, pero intereses económicos y políticos fueron fundiendo la fuente de trabajo”, relata.
Poco a poco, se fueron quedando sin algunos servicios. El sistema de salud está precarizado: hay tres ambulancias para miles de kilómetros cuadrados. Hay hospitales de baja complejidad. No hay propuestas educativas terciarias. El boleto de la lancha de pasajeros es caro ($84 para vecinos) y el transporte es lento. El suministro de energía es malo y deja días enteros a la población sin luz. Ya no hay más surtidores de nafta: los isleños deben traer combustible en bidones desde el continente. Eso complica todo. «Nos siguen corriendo- dicen-. ¿Qué delta quieren? ¿De fin de semana para ricos o un ecosistema para población estable que viva con tranquilidad? Hay zonas fronterizas con Uruguay por las que es muy sencillo cruzar sin demasiados controles”. Al mismo tiempo, se extienden los emprendimientos inmobiliarios para loteos de fin de semana y barrios cerrados.
El Observatorio Humedales Delta, de Argentina, denuncia que el cierre de escuelas está vinculado a otro hecho que no trascendió: el secuestro, por parte de Prefectura, de una embarcación de un poblador del Delta del Tigre. “El 7 de febrero la Prefectura secuestró la embarcación de Pedro Andino, integrante de la cooperativa Isla Esperanza, un hombre de 74 años que ya había sido desalojado años atrás. Prefectura se llevó su embarcación sin previo aviso y sin orden de allanamiento. Ante el reclamo de Andino, las autoridades le devolvieron la embarcación pero le advirtieron que debería volver antes de que transcurrieran 30 días porque si no lo irían a buscar “con esposas”. Andino alega que tiene sus botes desde hace décadas, que algunos se los regalaron y otro lo heredó; no tiene documentación “porque eso antes no se usaba”.
Las organizaciones denuncian que esto se suma a otros episodios violentos como amenazas y la quema de un galpón de la cooperativa. “Denunciamos todos los atropellos y ataques contra la cooperativa en resistencia y los derechos de la población isleña a vivir tranquilamente, particularmente de los habitantes del arroyo Anguilas y Paloma que resisten a Colony Park”, dice el documento que las organizaciones presentaron ante la Justicia.
“Colony Park, Isla Privada” es un emprendimiento inmobiliario de la talla de Nordelta. Se presenta como el “primer desarrollo de vivienda permanente en una verdadera isla del Delta Argentino. Un concepto inmobiliario único en la Argentina que le ofrece desurbanizar su vida en tan solo 5 minutos”. Desde su página oficial, explican: “nuestro Master Plan busca como principal objetivo mejorar la calidad de vida de sus habitantes combinando la vida urbana con la seguridad y tranquilidad de una isla privada, para ello le ofrecemos 900 lotes”. Incluso señalan que la protección de su negocio estará garantizado por “un sistema de seguridad donde interactuarán personal provisto por Prefectura y agencias privadas con alta tecnología en equipamiento de prevención y control”. Se jactan de que “al estar rodeados por ríos y canales de más de 30 metros de ancho el acceso será controlado por la Prefectura Naval Argentina”.
Esto claramente es así, porque los vecinos denuncian que desde el comienzo de la obra, en 2008, Prefectura actuó a favor de la empresa, intimidando a la población isleña de distintas formas como desalojos, amenazas y secuestro de embarcaciones. Una acción clave, ya que sin embarcación es imposible vivir en las islas.
Los hechos continúan sucediendo pese a que en 2011 la Justicia ordenó detener la construcción de la megaobra y procesó a directivos y ex funcionarios municipales y provinciales por daño al Delta, ya que alteraron vías navegables con las consecuencias ambientales que ello implica. La orden fue librada por la jueza federal Sandra Arroyo Salgado, y los funcionarios procesados corresponden a la gestión de Sergio Massa cuando era intendente de Tigre, y de Daniel Scioli, entonces gobernador bonaerense. Este es un conflicto de larga data pero hoy cobró un nuevo impulso. El ajuste que lleva adelante la gestión provincial de María Eugenia Vidal más el oportunismo empresarial son un combo que perjudica como nunca la vida de las poblaciones. Pero hasta ahora, nadie se había animado a cerrar las escuelas.
“El que tomó esta decisión, entiende y no le importa. Acá todos vivimos por el bien de la comunidad, haciendo las cosas entre todos. Socialmente la escuela para nosotros es importante. Para ellos solo importa el número”, se lamenta Sandra.
Negocios inmobiliarios. El agua dulce como recurso estratégico. Las aguas navegables en una zona que supo estar habitada por piratas y donde pudieron esconderse forajidos y hasta personajes de la Alemania nazi. Ajuste. En tantas versiones, ninguna coincide con el relato oficial de “optimizar recursos y mejorar la calidad educativa”. Ninguna.
A las 15 en punto la lancha de pasajeros arriba al muelle de Marisa. Cargamos los bolsos y el ruido del motor nos aturde durante una hora cincuenta hasta volver nuevamente a la estación fluvial de Tigre. Atardece. Una lluvia tenue le agrega a la escena ese toque melancólico que ya tiene esta zona donde para sobrevivir, como supo describir Roberto Arlt en sus Aguafuertes porteñas: «hay que tener pasión por la libertad bucólica que nace de la fraternidad con la tierra y el árbol”. De regreso a la ciudad y a los paisajes superpoblados de villas y oficinas llenas de miserias, es bueno saber que existe el Delta, que tiene vida propia y personas dispuestas a organizarse y luchar por defender su escuela y su dignidad.