Por Carlos Saglul | A contrapelo de la realidad internacional, el presidente Mauricio Macri cree que la única manera de relanzar económicamente al país es bajar el costo del trabajo argentino. Mientras Estados Unidos y Francia cuidan el trabajo local, en una etapa de sobreoferta global de producción, la galera de esclavos que construye el ingeniero amenaza con convertirse en un gigante Titanic no solo para los de más abajo.
Todo vale a la hora de bajar los costos. El Ministerio de Trabajo funciona como sucursal de la Unión Industrial Argentina. Vacían empresas (Grupo Spolsky) con garantía de impunidad. Se hace todo lo necesario para que los obreros no cobren ni indemnización. Hay piedra libre para cualquier abuso patronal. Invocando crisis que no existen, millonarias empresas cierran y dejan en la calle personal con antigüedad. Así, se deshacen de comisiones internas gremiales combativas y trasladan su producción a zonas donde la desocupación hace que los trabajadores, con tal de tener empleo, acepten cualquier condición de flexibilización.
Para la lógica de Mauricio Macri es digna de elogio la vida de una maestra que enseña de día y “por las tardes ayuda a su marido, que es camionero y distribuye carbón”. A Cambiemos le encantan los “emprendedores”. Cada vez que salen de recorrida felicitan a los desocupados que venden choripanes, pasean perros o tratan de sobrevivir con cualquier rebusque. Hasta hoy, el Gobierno demostró que no le preocupa demasiado que la inflación continúe perfeccionando el reparto regresivo de la riqueza saqueando a los que menos tienen para enriquecer más a los ricos. Lo único que tiene techo es el salario en ese cometido de lograr un país de mano de obra barata (o esclava, de ser posible).
Tras la muerte de seis trabajadores como producto del derrumbe de una obra en construcción en Santa Teresita, algún medio habló de la «gravísima» falta de inspectores de Seguridad e Higiene para controlar las obras en todo el Partido de la Costa.
Lo que hubiera sido “una enorme tragedia” en otros años, donde el respeto por el derecho laboral era una práctica y no una utopía, no tardó en quedar en el olvido.
En otros tiempos, cuando las ART no tenían todos los medios para acorralar a la familia del trabajador y pagarle, en caso de fallecimiento, lo menos posible, que jamás es sinónimo de justo. Estas muertes que podrían haberse evitado son apenas un dato de la estadística. Comentaba un sindicalista estatal: “Antes cuando tenías que enfrentar casos de despidos con funcionarios de partidos como la UCR, el peronismo, había cierto pudor, alguna culpa a la hora de dejar una familia en la calle. Los CEO de ahora no tienen la más mínima contradicción. Les importa un pepino dejar en la calle uno o mil tipos si eso mejora sus ganancias”.
Bret Easton Ellis escribió la interesante novela American Psycho. El protagonista es un psicópata, un tipo sin culpa. Su mundo son las marcas, el valor de las acciones, las mujeres son objetos que puede destripar como muñecas. Amar le es totalmente desconocido. No logra sentir nada. Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho es un triunfador del neoliberalismo donde la evaluación meritócrata se basa exclusivamente en lo individual. “El otro”, lo social, no existe.
Ricardo Avellaneda, secretario general de la seccional Mar de Ajó de la Uocra, dijo que «en el Partido de la Costa (donde está la obra que se derrumbó) hay una gravísima falta de inspectores de Seguridad e Higiene. Cuando solicitamos alguna inspección, el pedido hace un recorrido que lleva muchos días hasta que llega a La Plata, y es desde allí que deben mandar el inspector. Eso a veces lleva dos meses». Nada es casual. La falta de inspectores mide lo que importa la inseguridad y la vida de los trabajadores.
“La Justicia también está investigando si había un menor trabajando en la obra. En el momento del derrumbe en realidad habría habido veinte trabajadores, pero sólo doce en blanco. Los seis muertos y otros seis (…). Los otros se fueron rápido. Muchos constructores se aprovechan contratando extranjeros para explotarlos”, explicaron fuentes oficiales.
Unos mueren, el resto escapa porque estaba en negro. La meritocracia hace que el individuo librado a su suerte y a su propio esfuerzo termine asumiendo la responsabilidad de su pobreza. La víctima se convierte en fracasado. Y, como tal, no tiene reclamo social que hacer.
Las paritarias que en estos días se abren no sólo tienen por objetivo devaluar el sueldo para tentar inversiones que jamás vendrán. Como lo demuestran los muertos de Santa Teresita y sus compañeros fugados, lo que se devalúa diariamente en la Argentina de la fiesta neoliberal es la vida misma del trabajador.