Redacción Canal Abierto | El coaching al que el ministro de Finanzas, Luis Caputo, se sometió durante dos semanas para esquivar las preguntas en el Congreso no funcionó. Los nervios del funcionario que motivaron su entrenamiento exhaustivo con el equipo de Marcos Peña no eran infundados: las preguntas sobre su participación en sociedades offshore, denunciadas en los Paradise Papers, se veían venir.
“Esta vez el endeudamiento va a ser distinto”, “el tema no es la deuda sino cumplir con las metas del déficit fiscal”, “lo único que tenemos que hacer es ser un país normal”, fueron algunas de las definiciones que soltó Caputo sobre la política económica de Cambiemos durante su presentación ante la Comisión Bicameral de Seguimiento y Control de la Gestión de Contratación y de Pago de la Deuda del Congreso.
Sobre su situación personal, empero, sólo llegó a esbozar, sin convencer a nadie, que “el tema de las offshore no es delito», las comparó con “una caja de seguridad”, y alegó: “Todo está bien presentado, esa tenencia no es mía, es una tenencia fiduciaria».
En un marco donde no estaban permitidas las repreguntas ni se había habilitado el diálogo entre el funcionario y los legisladores, Caputo estaba bastante protegido. in embargo, las preguntas de la oposición sobre su vinculación con las sociedades Princess International Global Ltd., en Islas Caimán, y Noctua Partners, en Delaware y Miami, le generaron la suficiente incomodidad para dar un paso en falso, reflejo de la impunidad propia de los negocios.
Secretario mediante, Caputo le envió a la diputada Gabriela Cerrutti el papelito que rezaba: “Mis hijas tienen 11 y 13 años. No seas tan mala». Tres ese mensaje, explotó el revuelo que acarreaba un clima enrarecido cuando un corte de luz de diez minutos dejó a los legisladores preguntando a los gritos. “Soy una diputada, es un funcionario que tiene que rendir cuentas, no puede hacer eso”, se quejó la legisladora.
La sesión terminó en escándalo cuando todavía quedaban por exponer diez senadores y diputados. Con el micrófono abierto, el ministro susurró al oído del senador José Mayans, presidente de la Bicameral: “Levantala porque vamos, dale. Vamos porque igual yo ya estoy muerto”.