Por Gladys Stagno | “Las cuentas fiscales no cierran. El Gobierno está en el ojo de la tormenta de una crisis financiera grave”. La explicación de Héctor Giuliano, analista de la deuda pública y externa, da cuenta de un panorama que, para los expertos, se veía venir.
Mientras los diarios del mundo, y la propia revista Forbes, alertan sobre la endeblez de las cuentas argentinas, en el país los mercados fueron -durante todo el día-, un hervidero. Tras la corrida de ayer -que comenzó el día con un dólar a $21,44 y lo cerró en $23,27- la City comenzó a operar tras los anuncios del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y su par en Finanzas, Luis Caputo, y cerró con un dólar a $22,20, lo que fue leído por el Gobierno como un signo de que “lo peor ya pasó”. Pero se trata de una lectura forzada.
“La corrida cambiaria es mayorista. Esto no se produce por el chiquitaje, porque la gente corra a las casas de cambio. La gente que compra dólares corresponde a un 3 o un 5% de lo que se mueve en el Estado. Los miles de millones de dólares se van por grandes operadores y el Gobierno debería desclasificar quién los está comprando”, sostiene Giuliano.
Se trata de los diez grandes bancos de la Argentina, los que monopolizan la compra de Lebac (letras del Banco Central) en un mercado que no es competitivo, sino oligopólico. “Están en el juego extorsivo de ‘me das mejores tasas o me voy al dólar’ –explica Giuliano-. Y el Gobierno ofrece un 40% de tasa de interés, lo que es prácticamente una rendición”.
La necesidad de rendirse frente a los capitales especulativos que amenazan con no renovar sus Lebac y reclamar sus dólares tiene su origen en que estas divisas representan casi el 60% del total de las reservas que tiene el país. Todos los meses, a mediados de mes, el Banco Central (BCRA) licita la renovación de casi la mitad de su stock de Lebac y paga un promedio de 20 a 30 mil millones de pesos en concepto de intereses. El próximo vencimiento será el 16 de mayo por más de 650 mil millones de pesos que sólo se renovarían seducidos por la jugosa tasa.
El triunfo de los ajustadores
La situación insostenible que ayer se tradujo en una devaluación de la moneda del 8,5% y en una pérdida de reservas de 451 millones de dólares en un día, que el BCRA salió a vender, tiene tres patas: la apertura de la economía, el aliento a la especulación en Lebac, y una alarmante toma de deuda.
Según Alejandro López Mieres, especialista en Finanzas del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), esto se aceleró, en parte, por el cambio en la política monetaria de Estados Unidos. Pero la forma violenta del impacto “se debe a la fragilidad de las cuentas externas de la Argentina”.
Estas cuentas son una balanza comercial deficitaria (hay más importaciones que exportaciones), una balanza turística también en rojo (los argentinos en el exterior gastan más que los extranjeros en la Argentina), y por los intereses de deuda, no sólo del Tesoro, sino de las provincias y de los privados. “Además, hay una fuga estructural que llega a un número escándaloso que en los 27 meses de gobierno de Mauricio Macri llega a los 40 mil millones de dólares de fuga. Si sumamos todo eso, tenemos un rojo en el período de gobierno macrista de casi 90 mil millones de dólares”, remata el economista.
Mientras tanto, los dólares no entran por dos razones: “porque bajó el volumen de exportaciones por la sequía, pero fundamentalmente porque los agroexportadores los retienen en espera de un tipo de cambio mejor”, agrega López Mieres.
Para conseguir dólares el Gobierno sólo ha practicado, hasta ahora, un camino: la toma de más deuda. Es por eso que el anuncio de Caputo y Dujovne de reducir la meta del déficit fiscal del 3,2% proyectado para este año al 2,7% (lo que significa, en la práctica, más ajuste al Estado) y la inversión en obra pública -principal política de campaña de Cambiemos- estuvo, para los especialistas, dirigido a los acreedores y en particular al Fondo Monetario Internacional (FMI).
Para Giuliano, el Gobierno se encuentra en “una trampa extorsiva de tipos de cambio y tasas de interés” que ni es casual ni es inocente. “Es una trampa consentida, no ocurre por equivocación. Ocurre porque los que están manejando estas decisiones en el Gobierno son del riñón de las finanzas. Caputo fue un bróker (operador financiero) toda la vida, sólo que ahora está sentado del otro lado del mostrador. Federico Sturzenegger está al frente del BCRA para facilitarle un mayor negocio a los bancos. Están subsidiando al sistema bancario y con eso están provocando recesión. Financieramente es criminal”, resalta.
“Lo que se ve es una presión por parte de los sectores ajustadores o shockeadores frente a lo que sería la rama gradualista del Gobierno –agrega López Mieres-. La City, mediante un golpe de mercado, le dobló el brazo al Ejecutivo y dirimió esta disputa en favor de los primeros”.