Por Marcelo Paredes | Quien se haya sentado a ver Mnémora, Pueblo, Poder y Tiempo, el fin de semana del 16 al 18 de noviembre, lo hizo sabiendo que más de mil personas -muchas de ellas poco acostumbradas a ir al cine- en teatros, salones, plazas y locales de centros culturales, organizaciones sociales y sindicatos de 23 provincias argentinas y de 12 países latinoamericanos habían vivido la misma experiencia: el estreno de un largometraje independiente y autogestivo fuera del circuito cinematográfico.
Si la experiencia de por sí ya resultaba inusual, mucho más lo era enterarse que la película combinaba acción, dibujos animados, historias de aventuras galácticas y batallas épicas contra gobiernos universales que amenazan la memoria de los pueblos. Y más aún cuando descubrían que en ese cóctel de imaginación se unían, como en una cruzada que atravesaba el tiempo, las figuras de Evita, San Martín, Juana Azurduy y Miguel Martín de Güemes.
Ese fenómeno poco frecuente fue provocado por un Colectivo Cultural llamado Culebrón Timbal, junto a otras organizaciones populares, con un resultado impactante.
Más de dos horas de acción, suspenso, emoción, humor y épica con personajes históricos que se vuelven mundanos y otros comunes que se transforman en míticos. Un desarrollo, cargado de imaginación, que no baja en intensidad y en el que no faltan armas estrambóticas, situaciones dramáticas, salidas chistosas y un hurón llamado Rocco, la revelación del film.
Un dictador del 2070 que debe enfrentarse a lo que fue y a lo que será; una niña que vuelve del futuro para conformar la resistencia del mañana; un “pocero” y una guerrillera que organizan un ejercito estrafalario de locos lindos tras una utopía transtemporal. Todo eso con la ayuda de los próceres de la historia y los recursos propios del pueblo cuando se alza. O como dicen sus autores, “la historia de un grupo desparejo que quiere salvar al mundo, contada por un grupo desparejo que quiere salvar al mundo”.
El mérito de unir cómics, actuaciones, efectos visuales e imágenes propias de la ciencia ficción y la aventura en una trama que no afloja le corresponde al director, Alexis Fusario, quién además se multiplica –como es propio de todo proyecto colaborativo- como editor y actor.
La idea general del guión, la coordinación general del proyecto, la identidad estética (utilería, locaciones, dibujos, etc.), la música y, más de una actuación, surgieron de las entrañas de la organización cultural Culebrón Timbal, nacida como banda de rock y convertida con el tiempo y las ganas en algo mucho más amplio: un centro cultural con una FM barrial y una Escuela de Arte Gratuita en barrios populares de Moreno. Y detrás del Colectivo, la figura del talentoso Eduardo Balán quién a sus dotes de músico, ilustrador, militante y educador popular le suma habilidades escénicas y la caracterización de un personaje marechaliano: “Iatromante”, el entrañable contrabandista que corona la victoria. Sin olvidar a sus hijas que también se mostraron frente a las cámaras.
En el staff de actores se destacan Oscar Giménez que representó a “Garzlán”, el dictador y ex revolucionario, en distintas etapas de su vida; Rubén Milanesi que construyó un San Martín tierno y enamoradizo y la joven Carmela Balan Fournier, en su debut actoral, haciendo de la niña que guía a los combatientes hacia la batalla final.
Toda la sorprendente realización fue producida por organizaciones de cultura comunitaria del universo bonaerense: las cámaras estuvieron en manos de Sofovial, una sociedad de Fomento del Video Alternativo de San Miguel; la gente de la FM Tinkunaku, de José C. Paz, se hizo cargo del sonido mientras que la gran mayoría del elenco lo aportó la cooperativa de teatro “La Comunitaria”, de la localidad de Rivadavia.
Lo mismo pasó con las locaciones. La mayoría de las escenas, fuera de las filmadas en Plaza de Mayo donde se aprovecharon de pasadas manifestaciones, son pinturas del mundo suburbano que rodea a la ciudad de Buenos Aires: fábricas abandonadas, galpones vacíos, tanques de agua imponentes que en ningún estudio de cine podrían ser recreados.
La frutilla del postre la dio la banda de sonido, envolvente y épica, compuesta por quien fuera arreglador y pianista de Mercedes Sosa, el maestro Gustavo “Popi” Spattocco, e interpretada, bajo su dirección, por la Orquesta Sinfónica Municipal de San Martín.
Y, como si esto fuera poco, el producto cinematográfico viene acompañado con el lanzamiento de un comic-book, un disco de rock y un videojuego entre otras propuestas multimedia.
No por nada, el Festival Nacional de Cine con Vecinos de Saladillo, en su decimoquinta edición, le otorgó el premio a la mejor producción del año. Un reconocimiento más que merecido porque pocas veces se consiguió tanto con un presupuesto tan bajo.
La conjunción de mística, talento, comunión, ganas, sueños y convicciones hicieron de “Mnémora. Pueblo, Poder y Tiempo” una producción cultural única. Un producto artístico, propio de las entrañas del conurbano profundo y de las mejores virtudes de la organización comunitaria. Una película que merece verse no solo por lo que muestra –que es mucho- sino también por lo que representa. En síntesis, una experiencia cinematográfica de esas que en Hollywood no se consiguen.