Por Carlos Saglul | Bolivia socialista o Chile neoliberal, naciones vecinas y proyectos distintos con políticas que -en mayor o menor medida- dejan recursos para sus pueblos. Argentina, en cambio, ofrenda el litio al saqueo de los grupos privados trasnacionales, sin generación de recursos o puestos laborales.
Bruno Fornillo -doctor en Ciencias Sociales (UBA) y Geopolítica (Universidad de París 8)- es autor de “Geopolítica del Litio: industria, ciencia y energía en Argentina”, y fuente de consulta obligada en la materia. En este reportaje denuncia la falta de planificación en cuanto a la explotación del litio en nuestro país, y la ausencia de políticas para darle valor agregado y al servicio del desarrollo tecnológico local.
– Se habla del litio como un mineral estratégico…
– Es indispensable para los acumuladores de energía. Esas baterías no solo son necesarias para celulares, computadoras y otros elementos de uso cotidiano, sino también para los autos eléctricos. La industria automotor es la más grande del mundo. China se transformó en líder en el mercado de autos eléctricos y no es casualidad. La gasolina pasará pronto a ser historia.
Las baterías de litio son fundamentales, ofician de reservorio y estabilizadores de formas de energía alternativas como, por ejemplo, la solar. La decadencia de los combustibles fósiles que además no pueden autogenerarse hace que sea cada vez más importante este tipo de energía. El mundo occidental anda a electricidad. El petróleo y el carbón son historia.
Ojo, no pensemos en el litio como el único mineral importante, también el cobalto es central en este salto de la tecnología.
– ¿Las reservas más importantes de litio están en el en el denominado “Triángulo del Litio” que comparten Bolivia, Chile y Argentina?
– Es verdad, pero tampoco es el único lugar del mundo donde hay litio. Lo cierto es que está en grandes cantidades, y es fácil de extraer.
Tener litio es importante desde el punto de vista de la riqueza nacional, pero hay que tener en cuenta lo que pasa con la cadena de valor.
– Sin embargo, en los tres países son distintas las políticas en cuanto al litio…
– Bolivia y Chile tienen conciencia de la importancia del valor agregado. Chile trabaja con concesiones a compañías privadas que dejan regalías importantes, y que además deben invertir en las comunidades que rodean a las explotaciones. Deben reservar el 25 por ciento para la producción local a precios diferenciales, algo que sirve a la industria y la creación de puestos de trabajo. Un porcentaje alto de las ganancias también se orienta a la investigación.
El Bolivia hay una empresa estatal dedicada a la extracción de litio. A su vez, desarrollaron la tecnología necesaria para producir y exportar baterías a través de un acuerdo con una compañía alemana. En esa empresa, el 51 por ciento está en control del Estado.
En Argentina la situación es lamentable: bajo la Ley 24.585 (Código de Minería), las multinacionales extraen lo que quieren, no hay aporte a la cadena de valor y no se generan empleos. No se atiende a que esa explotación –la cual debería generar riqueza al país- sirva al desarrollo de las comunidades de la Puna.
Tenemos en el país un saber técnico que podría aprovecharse y generar recursos económicos, empleos, desarrollo tecnológico.
-En definitiva, hay ausencia de una política nacional en la materia.
-Se trata de que las multinacionales no exporten solo el mineral. Por ejemplo, es necesario propender a la fabricación de baterías, algo que se lograría articulando el conocimiento técnico con la iniciativa industrial. Así, el litio se convertiría en empleos, desarrollo regional.
Mientras el litio se dirija a la fabricación de autos eléctricos en el exterior, las comunidades -verdaderos dueños de los suelos de donde se extrae y que tienen por lo menos cinco mil años-, van a seguir viviendo en la pobreza.
-Pienso en el neoliberalismo chileno, la izquierda boliviana y la derecha argentina, y cómo actúan en esta cuestión. Somos los únicos que no tenemos visión de país…
-Acá hay 56 proyectos de inversión. Si tomamos solo dos, Argentina queda como el tercer país exportador de litio del mundo. Sin embargo, no hay política que impida que las trasnacionales se apropien de todo.
En realidad, esto es inseparable de la política minera. Hay que tomar todo como un conjunto. O se ponen todos estos recursos al servicio de un proyecto energético nacional, o damos piedra libre a las multinacionales para que hagan lo que quieran.