Redacción Canal Abierto | «La CGT no va a parar el 30 de abril», anunció esta mañana Andrés Rodríguez, titular de UPCN, miembro de la Sociedad Rural y virtual director de la oficina de Recursos Humanos en el Estado durante la gestión Cambiemos.
De esta manera, lo que queda de la cúpula cegetista se despegó de la huelga convocada por la CTA Autónoma que conduce Ricardo Peidró, la CTA de los Trabajadores de Hugo Yasky y el Frente Sindical por el Modelo Nacional de los gremios que comandan Hugo Moyano, Ricardo Pignanelli y Sergio Palazzo.
No pocos alertan que el “boicot” de los dirigentes de Azopardo podría allanar el camino para la concreción de una de las fantasías más íntimas del núcleo duro de Cambiemos: la declaración de ilegalidad de la medida de fuerza. En caso de concretarse, no sólo implicaría una avanzada inédita sobre el derecho a la huelga, sino también consecuencias incendiarias en pleno año electoral.
En cuanto a la modosidad sindical de las últimas semanas, capítulo aparte merece la risueña convocatoria de la UTA. En primera instancia, el titular del gremio del transporte, Roberto Fernández, había llamado a parar “todos los feriados” (empezando por el 1 de mayo); pero luego se desmintió a sí mismo y aclaró que en realidad la convocatoria era a tomar “francos”. Se descarta que Fernández tampoco sumará su organización –de peso, por cierto, a la hora de realizar un paro general contundente- a la medida del 30 de abril.
Si bien ya es costumbre la postura anti huelga de este sector gremial, en las últimas semanas el ala más dialoguista de la CGT sumó una nueva razón –turbia en lo político y jugosa en lo económico- para oficiar nuevamente de fiel perro guardián de Cambiemos. Ni el 32% de pobreza o el 9,1% de desocupación pudieron más los 32 mil millones de pesos para las Obras Sociales cedidos por el ministro Sica a los dirigentes.
En plena campaña y con una economía en llamas, la Rosada presiona fuerte para que el “sindicalismo amigo” gratifique con gestos claros dichas voluminosas contribuciones. Días atrás, mientras distintos plenarios definían las medidas de fuerza, Andrés Rodríguez (UPCN), Gerardo Martínez (UOCRA), Héctor Daer (ATSA), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Carlos Sueiro (Personal de Aduanas) se acercaron a la cena anual CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) en La Rural. “No hay consenso para un Paro General”, insistieron luego de escuchar y aplaudir un discurso presidencial esquivo a la realidad.
Otra interpretación para la tibieza cegetista tiene que ver con el tanteo, tironeo y “poroteo” electoral de sus dirigentes. Ejemplo de ello fueron las palabras de aliento a una posible candidatura presidencial de Roberto Lavagna por parte de Héctor Daer y Andrés Rodriguez. Lo mismo hizo durante esta semana Juan Carlos Schmid, ya alejado de la conducción de Azopardo.
Por su parte, los Moyano y varios sindicatos de la Corriente Federal continúan apostando por Cristina Kirchner. En la misma línea se posiciona Hugo Yasky, titular de la CTA de los Trabajadores y diputado nacional por Unidad Ciudadana.
Cabe recordar que en octubre del año pasado salió a la luz un hecho que terminaría por desbalancear el frágil equilibrio dentro de la cúpula de la CGT: la renuncia del titular de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmid. De hecho, con su salida, también se resquebrajaría la estrategia de alianzas con movimientos sociales, entre ellos, CTEP y Barrios de Pie.
La salida de Schmidt no sólo devaluó la confederación, apuró lo que parece ser el epílogo de otra etapa más en la central obrera, atravesada por una crisis de representación latente que la marca a fuego desde los noventa. También expresó los débiles lazos tendidos para conducirla, y expuso la tibieza con que impulsa el conflicto social.
Pero por sobre todas las cosas, terminó por lanzar la carrera por el control de Azopardo. Desde entonces, la mayoría no quiere sacar los pies del plato, si acaso Mauricio Macri llega a renovar mandato; mientras, todos juegan sus fichas en la ruleta presidencial.