Por Federico Chechele | “Siempre estuvimos abajo en las encuestas”, se ufanan desde el macrismo ante los números que reciben en la Casa Rosada. De todos modos, no se ven perdedores. Saben que las primarias de agosto serán el primer round. Confían en octubre y apuestan todo al balotaje. En cambio, en el Instituto Patria piensan las elecciones al revés: quieren ganar en agosto y aniquilar al Gobierno en octubre.
Ya sin sorpresas, con los frentes electorales establecidos, la polarización entre las fórmulas Macri-Pichetto y Fernández-Fernández es un hecho. De ambos lados reconocen que los números de hoy están estancados en un 41% para el Frente de Todos y un 34% a Juntos para el Cambio. Sin embargo, para que no haya balotaje será necesario que alguno supere el 40% más la diferencia de 10 puntos respecto del segundo. Por lo que, de un lado, tratarán de achicar las distancias y, del otro, extender la diferencia.
Siempre es la economía
La fórmula Fernández-Fernández explicará en la campaña que luego de trece años, el desempleo alcanzó los dos dígitos, que el 34% de la población activa tiene problemas de trabajo (desocupados, subocupados u ocupados que están buscando otro empleo), que la actividad económica acumuló en abril 12 meses de caída, que desde que empezó el gobierno de Macri hay un millón más de personas desempleadas y que 1 de cada 3 niños come en un comedor o en una escuela. Casi que la campaña se hace sola.
El Gobierno, en cambio, tiene para mostrar que estabilizó el dólar y que la inflación baja de manera tenue. No es poco, el dólar y la inflación son los dos indicadores que más motorizan el estado de ánimo de los argentinos.
En el medio, los mercados hacen su juego y puede pasar de todo. Se prevé una nueva devaluación luego de las elecciones de agosto con la que se le pondrá el moño al gobierno, bien para que sea el Peronismo el encargado de realizar las reformas que no pudo imponer Macri, o acaso para espantar al electorado hacia la derecha y avanzar en las políticas de Washington para la región. Lo definirán los votos.
El que mejor lo retrató fue el Financial Times, el influente diario económico inglés remarcó que «donde sea que mires, los datos macroeconómicos son decepcionantes». Y, a pesar del reiterativo enunciado del Gobierno que el mundo nos ve con buenos ojos, remarcó: “El hecho de que el Estado no haya resuelto los problemas de los argentinos más pobres, muchos de los cuales están peor después de que se aumentaron las tarifas de servicios públicos en los últimos cuatro años, pone en peligro las perspectivas de reelección del presidente Mauricio Macri”.
En este contexto, el FMI ya desembolsó 39.000 millones de dólares y en las próximas semanas girará al gobierno otros 5400 millones como aportes de campaña.
Desprecio a la democracia
Al día siguiente de confirmarse los frentes electorales y las candidaturas, operadores del Gobierno salieron de nuevo con los tapones de punta para suspender las PASO de agosto ante un escenario político y económico desfavorable.
En pocas horas, la intentona no sólo cosechó el previsible rechazo de sectores de la oposición, sino también de varios integrantes de Cambiemos: hasta Miguel Ángel Pichetto salió a aclarar que «las reglas están para cumplirlas». Fogoneada desde la Rosada y el radicalismo, la iniciativa cayó por su propio peso.
Recordemos que ya hubo intentos de cambiar las reglas para los argentinos residentes en el exterior, los presos y los integrantes de las Fuerzas Armadas. También quisieron desdoblar las elecciones en territorio bonaerense ante los frágiles números de la gobernadora María Eugenia Vidal. Además se prohibió por decreto las colectoras para impedir que un candidato peronista en la provincia de Buenos Aires se cuelgue de más de una boleta, algo que luego Vidal intentó revertir para hacer eso mismo y no pudo. A esto se sumó la polémica por el padrón de jóvenes de 16 y 17 años. Toda una desprolijidad.
Vidal y Alberto Fernández, a la caza de votos
Con Cristina Kirchner satisfecha con el cierre de listas al obtener las candidaturas a senadores nacionales según su requerimiento, la ex presidenta se despliega por el país en el marco de la presentación de su libro Sinceramente. De todas maneras, y más allá de su presencia en reuniones de peso -con foto incluida-, queda claro que le cedió el terreno a su compañero de fórmula.
Mientras Macri hace las veces de presidente en Japón; Vidal y Alberto Fernández salen en la búsqueda de los votos. La idea es hacer más recorridas y menos actos electorales.
La gobernadora sabe que si su distrito es derrotado, el Gobierno pierde las elecciones presidenciales. Inflada por las encuestas y protegida por los medios, Vidal tiene que recolectar donde no hay. Esta semana, en el medio del escandaloso apagón de La Plata por el que se la tildó de prófuga, se llegó hasta Quilmes, territorio comandado por Cambiemos, pero los reclamos de los vecinos no se hicieron esperar. «¿De qué me sirve la plaza si no tengo comida?», despotricó una ama de casa de Villa Itatí. Con un escenario donde el 63% de las pibas y pibes de la provincia tienen hambre no hay encuesta ni resguardo que valga.
En el otro rincón, Alberto Fernández da entrevistas y se muestra abierto al diálogo. También se ocupa de desprenderse del cristinismo para recuperar los votos anti-cristina, así lo hizo esta semana cuando se lo consultó sobre el Indec: “está funcionando mejor que en los últimos años de Cristina». Logró que Omar Perotti se pronuncie a favor de la fórmula Fernández-Fernández y se reunió con los gobernadores de Tucumán, Juan Manzur, de Chubut, Mariano Arcioni y los pampeanos Carlos Verna y Sergio Ziliotto. Hace lo que siempre hizo.
Con la confirmación de las listas, resultó obvio que el candidato a presidente del Frente de Todos les regaló la lapicera a su compañera de fórmula y a su hijo para que el Congreso tenga su sello. Se quedará, en caso de ganar, con el Ejecutivo. Desde ahí tendrá que resolver el pago al FMI, atender la exigencia de una reforma laboral y contener el hambre de los argentinos. Algo que nos tendría que dar vergüenza a todos.
Pronto sonará la campana y será el momento del “segundos afuera”. El éxito de cada una de las estrategias dirá si el combate por el sillón de Rivadavia termina de resolverse en dos o tres rounds, en octubre o noviembre, por puntos o por nocaut.