Por Tomás Raffo | Desde la concepción psicoanalítica de orientación lacaniana, se sabe que somos seres de palabras. Pero esas palabras (o algunas de ellas para ser más precisos) tienen la particular característica de que no son manejadas a voluntad por la conciencia yoica de quien las pronuncia, sino que por el contrario usan a dicha conciencia para enunciar un mensaje que ella rechaza. Se trata de los significantes y su lógica, que le hacen “pito catalán” a la voluntad de decir del yo, haciendo emerger una verdad rechazada, o bien reprimida o bien desconocida para la conciencia, pero verdad al fin.
Es ello lo que trataremos de probar en el análisis de la consigna Macrista de campaña: aquella que reza: “Los Argentinos juntos somos imparables”.
El primer paso para esta tarea es recortar el significante. Ese, para nosotros, es el “imparable” con el que la consigna interpela. Nos parece que este significante porta, a condición de que se lo interprete, un conjunto de significaciones que arrojan luz sobre el sujeto que se esconde detrás de los dichos de Macri. Ese sujeto “Macrista” desconocido por la voluntad de decir de la conciencia de Macri, donde anida una verdad que hará temblar de indignación a más de un macrista, e incluso nos animamos a pensar al mismo Macri.
La primera interpretación válida pero insuficiente, es por el sentido. ¿Qué nos quiere decir Macri cuando usa el significante “imparable”? “Los argentinos juntos somos imparables” está claro que quiere decir que somos indetenibles. El primer significante entonces que se asocia a imparables es indetenibles. Indetenible es lo que el macrismo pretende demostrar en esta elección. Que su fuerza no puede detenerse. Si no puede detenerse es porque es una fuerza que avanza, que está en movimiento. Y quien puede negarlo, si hace 12 años gobierna la Ciudad de Buenos Aires y hace 4 años la Nación y la Provincia de Buenos Aires. Claro que el macrismo es una fuerza que avanza, y que se pretende indetenible. Imparables entonces, es que avanza sin que fuerza alguna se le pueda oponer. Macri avanza, es lo que nos propone esta primera asociación del significante. Extremando esta lógica, lo que avanza deja atrás lo que recorre. Lo que avanza deja atrás la historia, no se preocupa por la historia. En el extremo el que deja atrás la historia es porque pretende refundarla. De ahí los enunciados macristas de “no queremos volver al pasado” o bien “estamos poniendo los cimientos para los próximos 20 años”. Enunciados que respetan este recorrido por el sentido del significante “imparables”.
Siguiendo esta perspectiva, imparables es equivalente entonces a lo que “avanza”. Por la positiva supone que Macri nos dice con ese significante lo que ya nos viene diciendo hace tiempo de múltiples maneras: que va a profundizar lo que ya hizo. Si algo constituye una crítica propia del macrismo es que no pudieron hacer lo que hicieron de manera más rápida, y ello constituye su promesa de futuro: hacer lo mismo, pero más rápido. Ahora son “imparables”. En el marco del sentido pero contrariando su voluntad de decir, lo primero que sale al cruce del significante “imparables” es lo que está contenido en dicho significante: “parables”. Por la negativa del significante, emerge la contestación fácil. Se trata de hacer “parar” a Macri. Se trata de frenarlo, de hacerle obstáculo a la avanzada macrista. Del mismo modo en que Macri es “imparable” (no se lo puede detener), es al mismo tiempo “parable” (es posible detenerlo). Ahí se juega la ambigüedad del significante en la vertiente de su sentido. El problema de la negativa del significante es que se mantiene preso en la lógica que él decreta. Macri avanza y se trata de pararlo, de hacerle obstáculo, pero el dato es que avanza.
Parar a Macri es en buena medida lo que de algún modo aporta su núcleo de convocatoria al Frente de Todos. A Macri hay que pararlo. Dato positivo e inédito que permitió la unidad más grande de las fuerzas opositoras a nivel nacional (diversas fuerzas políticas que en el pasado reciente mostraban importantes diferencias). Y el significante de pararlo, hijo del imparable, ha aportado su efecto para la conformación opositora. Que es imparable se tendrá que demostrar, que sea parable requiere una unificación opositora que ya se logró, por lo menos electoralmente.
Otra vuelta de tuerca a este significante trata de la operación de reducción-distorsión del mismo (plenamente justificado en la lógica del significante) que nos permite transmutar el “imparable” macrista por el simple “impar” que convive en él. Emerge allí una verdad oculta que porta el discurso, que aparece como verdadero síntoma del decir macrista. “Juntos los Argentinos somos impar (ables)”. Imparables entonces se asocia con “Impar”, aquello que no hace par, aquello que no es igual a otro, aquello que es desparejo al otro y que como tal se constituye en una excepción. Desde este lugar emerge el dato argentino por excelencia: es que somos un país impar: incomparable con otras experiencias similares. Argentina es un país impar, es decir, es un país de excepción, excepcional. Verdad aborrecida por el discurso Macrista, que ve ello como un defecto, que se expresa en enunciados del estilo “en ningún lugar del mundo sucede lo que pasa en Argentina”. El discurso macrista revela que la Argentina es impar, aunque su voluntad yoica trate de negarlo. Ellos quieren que la Argentina no sea impar, no sea una excepción: pretende que lo que sucede acá sea lo que sucede en cualquier otro lugar del mundo, de ahí esa pasión Macrista de compararnos permanentemente con el resto del mundo, en una operación que siempre deja un saldo negativo para la Argentina, al tiempo que ocultan una y otra vez la rica historia de transformaciones que hizo de la Argentina este país de excepción.
La enunciación despectiva de aquellos que aborrecen de la imparidad argentina se expresa en el dicho del “país maldito”. Donde el hecho que maldice la Argentina no es otro sino el peronismo. Diríamos en nuestra lógica, aquello que hace impar a la Argentina es ese complejo movimiento social que se conoce como peronismo. “Juntos los argentinos somos impar”. Los argentinos somos una excepción. Esa excepción es un saldo positivo que como país nos diferencia de otros, y que en modo alguno hay que resignar. Es aquello que permite soñar que la Argentina puede tener otro destino al que nos conduce la estrategia macrista. Un país que puede, porque ya pudo (por ende no se trata de buscar en otras experiencias internacionales, sino en nuestra propia historia), organizar su economía en base al mercado interno (hoy desaprovechado con más de un tercio de la población en situación de pobreza), que le sirva de plataforma para refundar un proyecto industrial (sobre la base de la agregación de valor de las ventajas competitivas, una intervención selectiva sobre los diversos eslabones industriales, la reformulación de una estrategia de innovación tecnológica, etc), que le de consistencia a las demandas de ciudadanía que como contracara de la excepcionalidad argentina, pesan sobre las coaliciones que pretenden gobernarlo.