Redacción Canal Abierto | En las últimas horas, declaraciones de Juan Grabois volvieron a poner el foco en una discusión histórica en nuestro país y la región. A través de un video que circuló por redes sociales, el líder de la CTEP lanzó: «No puede haber en la Argentina terratenientes. Nadie puede tener más de 5.000 hectáreas. Esas extensiones de tierra no pueden ser, son injustas y no pueden ser posibles. Queremos que la tierra sea de quienes la trabajen”.
De inmediato, usuarios y medios de comunicación hegemónicos cargaron contra el dirigente y volvieron tendencia el hashtag #VienenPorLoTouyo, azuzando el terror ante una posible reforma agraria. Durante toda la jornada, cientos de mensajes (muchos de ellos provenientes de usuarios y trolls identificados con la campaña oficialista) advertían horrorizados sobre una supuesta “expropiación de tierras para entregarlas a los más humildes”. La catarata alarmista incluyó múltiples mensajes xenófobos.
En su último informe al respecto publicado en 2017, la ONG Oxfam indicó que el 1% de las estancias más grandes de América Latina acaparaba la mitad de la tierra agrícola y que el 80% de las fincas contaba con solo el 13% del territorio. “América latina es la región del mundo más desigual en la distribución de la tierra”, señala el estudio que vincula esta situación con el modelo de explotación de los recursos naturales.
Lejos de diferenciarse, el relevamiento muestra cómo nuestro país acompaña esta dinámica desigual registrada la región: el 1% de las estancias más grandes de Argentina concentraba el 36% de la tierra, mientras que el 83% de las explotaciones agropecuarias tenía sólo el 13% del territorio.
El último Censo Nacional Agropecuario 2018 arroja datos reciente que resultan aún más acuciantes: en los últimos cuatro años, cerca de 40.000 productores desaparecieron del territorio argentino. “Son muchos los que terminan quedando afuera del sistema, alquilando sus campos porque no pueden enfrentar las cargas y costos”, asegura Pablo Paillole, integrante del directorio de la Federación Agraria Argentina (FAA) -organización que agrupa a pequeños y medianos productores.
“Se habla del campo como si fuera uno solo, pero adentro se encuentran obreros rurales, pequeños, medianos y grandes productores, pooles de siembra. Es un universo muy diverso, donde tenes un terrateniente con 4.000 hectáreas o un pool que la levantan en pala, y a la vez un productor de 50 o 60 hectáreas que tienen que afrontar insumos y costos en dólares, tasas de interés en torno al 70%”, detalla Pablo quien -junto a dos hermanos- produce trigo, soja, maíz y cerdo en una pequeña finca del sur de Córdoba.
En diálogo con Canal Abierto y consultado sobre los dichos de Grabois, el director de la FAA opina: “Puede ser a través de colonización o expropiaciones, pero es imprescindible una democratización de la tierra porque desde hace años vamos viendo que son miles los productores que abandonan el campo ante la falta de tierras y el avance terrateniente”.
A lo largo de la historia argentina, el sector rural representó la principal usina de dólares con que el Estado nacional financia sus arcas. Sobre todo en las últimas décadas, esta situación estructural de la Argentina sirvió para la construcción de un discurso que pretender condicionar el crecimiento a la consolidación de un sector terrateniente con producción intensiva. Sin embargo, desde la FAA desmitifican dicho paradigma y contraponen uno opuesto, vinculado a la pequeña y mediana producción: “Es viable. Claro que la situación económica del país afecta, y mucho. Al igual que la política productiva. Es decir, si tenés o no un fomento para que tus productos tengan mayor valor agregado, o si desde el Estado sólo apoyan la primarización y exportación del grano sin trabajo, por ejemplo”.
“El grano en sí no genera muchos puestos de trabajo, y es por eso que somos tan críticos con el modelo productivo que impulsa este Gobierno, que implica únicamente vender –por ejemplo- alimentos para los cerdos de China. En nuestro caso, la producción porcina da trabajo al veterinario, el ferretero, la fábrica de alimento balanceado”, cuenta Paillole.
Desigualdad
El coeficiente Gini –uno de los indicadores más usados para evaluar la diferencia entre pobres y ricos, que va desde 0 (igualdad absoluta) a 1 (total desigualdad)- durante el primer trimestre de este año se ubicó en 0,447 puntos, muy por encima de los 0,427 del segundo trimestre de 2016, primer dato disponible. En otras palabras, la Argentina es más desigual desde que asumió el macrismo.